viernes, 24 de abril de 2020

“En todos los peligros invoquen a María auxiliadora, y les aseguro que serán librados” Don Bosco


PALABRAS DADAS POR DON BOSCO A SUS ALUMNOS EL 20 DE MAYO DE 1877



"Estamos en la fiesta de Pentecostés, en la novena de María Santísima Auxiliadora.

Durante este mes, se obtienen cada día muchas gracias de la Virgen.

Unas veces son personas que vienen aquí a esta nuestra iglesia a pedir favores o a agradecer los recibidos; otras, llegan cartas de lejos con relatos de sucesos admirables, atribuidos a la invocación de nuestra buena Madre, y que expresan la gratitud de los agraciados.

Pero las gracias más grandes son las que no se conocen.

¡Cuántas y cuántas personas hay que, por intercesión de María Santísima, pudieron ordenar los asuntos de su alma!

Y, sin ir más lejos, aquí en nuestra casa son innumerables las gracias obtenidas y que se van obteniendo por muchos jóvenes, que invocaron a María con el título de Auxilium Christianorum, y obtuvieron gracias espirituales.

Uno logró perder una mala costumbre, otro adquirió una virtud difícil de practicar…

Os recomiendo, pues, por cuanto sé y puedo, que invoquéis todos a María Santísima en esta novena.

Esta Madre piadosa concede fácilmente las gracias que necesitamos, y sobre todo las espirituales. Ella es poderosísima en el Cielo y cualquier gracia que pida a su Divino Hijo, le es concedida al instante.

La Iglesia nos da a conocer el poder y la benignidad de María con aquel himno que empieza: Si coeli quaeris ianuas, Mariae nomen invoca. (Si buscas las puertas del cielo, invoca el nombre de María).

Si, para entrar en el cielo, basta invocar el nombre de María, preciso es decir también que Ella es poderosa.

Su nombre es representado como puerta del cielo, y todos los que quieren entra en él deben encomendarse a María.

Recurramos nosotros a Ella, especialmente para que nos ayude en el momento de la muerte.

La Iglesia, en efecto, dice en otro lugar que María, por sí sola, es terrible como un ejército ordenado para la batalla, que lucha contra los enemigos de nuestra alma.

Aunque, en el sentido literal de la Sagrada Escritura, estas palabras se refieren a los enemigos de la Iglesia, sin embargo el espíritu de la Iglesia misma las refiere también a nuestros enemigos particulares en las cosas del alma.

Sólo al oír el nombre de María, se dan a la fuga los demonios.

Por eso, es llamada Auxilium Christianorum, Auxilio de los Cristianos, lo mismo contra los enemigos exteriores que contra los enemigos interiores.

Nosotros principalmente debemos encomendarnos a Ella, nosotros que celebramos su fiesta de manera particular como nuestra propia fiesta, aun cuando sea fiesta de la Iglesia universal.

Por este motivo os recomiendo cuanto sé y puedo, y deseo que mi consejo quede grabado en vuestra mente y en vuestro corazón; invocad siempre el nombre de María, especialmente con la jaculatoria: María Auxilium Christianorum, ora pro nobis.

Es una oración breve y muy eficaz, según lo dice la experiencia. La he aconsejado a muchos y todos, o casi todos, me dijeron que habían obtenido estupendos resultados.

Otros me aseguraron lo mismo, aunque nadie se lo había aconsejado, sino que habían adquirido el habito de rezarla por sí mismos.

Todos nosotros tenemos nuestras debilidades, y, por eso, todos necesitamos auxilio.

Por tanto, cuando querais obtener una gracia espiritual, tomad la costumbre de rezar, de vez en cuando, esta jaculatoria.

Es una gracia espiritual verse libre de tentaciones de aflicciones de espíritu, de falta de fervor, de vergüenza en la confesión, que haga demasiado pesada la manifestación de los pecados.

Si alguno de vosotros quiere que cese una obstinada tentación, vencer una pasión, verse libre de muchos peligros de esta vida, o alcanzar una gran virtud, no tiene más que hacer que invocar a María Auxiliadora.

Estas y otras gracias espirituales son las que se obtienen en mayor cantidad, y que no se llegan a saber y hacen más provecho a las almas.

No es del caso que os enumere los muchísimos que invocándola con esta jaculatoria, obtuvieron gracias especiales.

He aconsejado la jaculatoria: María Auxilium Christianorum, ora pro nobis, a cientos, a millares, de casa y de fuera de ella, les recomendé que, si no habían sido escuchados rezando esta jaculatoria, vinieran a decírmelo.

Y, hasta ahora, no ha venido ninguno a decirme que no había obtenido la gracia.

Digo mal, he de corregir mi error, hubo alguno, como hoy mismo, que vino a quejarse de no haber sido escuchado.

¿Pero, sabéis por qué? Habiéndole preguntado, confesó que sí había tenido la intención de invocar a María, pero que después no la había invocado.

En este caso no es la Virgen María la que falla, somos nosotros los que fallamos, no rezándole; no es que María no nos escucha, somos nosotros los que no queremos que nos escuche.

La oración debe hacerse con insistencia, con perseverancia, con fe, con verdadero deseo de ser escuchados.

Quiero que hagáis todos esta prueba y que animéis a que la hagan también todos vuestros parientes y amigos.

En esta próxima fiesta de María Auxiliadora, si viniesen a veros y, si no vienen, escribiéndoles una carta, o dándoles recado en familia, decidles de mi parte: -Don Bosco os asegura que si queréis obtener alguna gracia espiritual, recéis a la Virgen con esta jaculatoria: María Auxilium Christianorum, ora pro nobis, y seréis escuchados.

Se entiende que se rece con las condiciones que ha de tener toda oración.

Si no sois escuchados, haréis un favor a don Bosco escribiéndole.

Si yo llego a saber que uno de vosotros ha rezado bien, pero en vano, escribiré inmediatamente una carta a San Bernardo diciéndole que se equivocó cuando dijo: “Acuérdate oh Madre Santa, que jamás se oyó decir que alguno te haya invocado sin tu auxilio recibir”..

Pero, podéis estar seguros de que no ocurrirá que tenga que escribir una carta a san Bernardo.

Y, si tal me ocurriese, entonces el santo Doctor sabrá encontrar en seguida algún defecto en la oración del suplicante.

Os reís por lo de enviar una carta a san Bernardo.

¿Es que no sabemos dónde se encuentra san Bernardo? ¿Acaso no está en el cielo?

-Hay dificultad en correos, se oyó exclamar a don Miguel Rúa; no saben cómo hacer llegar a destino la tal carta.

-Ciertamente, contestó don Bosco, que para llegar hasta la morada de san Bernardo, haría falta una ambulancia de correos, que corriese muy aprisa y quién sabe cuánto tiempo.

No bastaría el telégrafo y, aunque la corriente eléctrica recorra en un relámpago grandísima distancia, sin embargo, en este caso, faltarían los hilos. Pero, para escribir a los santos, nosotros tenemos un medio más veloz que los coches, el tren o el telégrafo, y no temáis que los santos no reciban nuestras cartas en seguida, aun cuando el cartero llegara con retraso.

En efecto, ahora mismo, mientras os hablo, con mi pensamiento, más veloz que el rayo, me levanto a los espacios del cielo, subo arriba, arriba, por encima de las estrellas, recorro distancias inconmensurables, y llego al sitial de san Bernardo, que es uno de los más grandes santos del paraíso.

Haced, pues, la prueba que os he dicho y si no sois escuchados no encontraremos dificultad en enviar una carta a san Bernardo.

Bromas aparte, os repetiré que al fin de esta novena que todavía está en curso, grabéis en vuestro corazón estas palabras: María, Auxilium Christianorum, ora pro me, y las recéis en todo peligro, en toda tentación, en toda necesidad y siempre; y que pidáis también a María Auxiliadora la gracia de poder invocarla.

Y yo os prometo que el demonio fracasará.

¿Sabéis qué quiere decir que el demonio fracasará? Quiere decir que no tendrá ningún poder sobre vosotros, no logrará nunca haceros cometer un pecado, y tendrá que batirse en retirada. Mientras tanto, en el santo sacrificio y en los otros ejercicios piadosos, yo os recomendaré a todos al Señor para que os ayude, os bendiga, os proteja y os conceda sus gracias por medio de María Santísima.
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*Memorias Biográficas. Volumen 13

El Cielo abierto por la práctica de las tres Avemarías



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Uno de los mayores medios de salvación, y uno de los signos más seguros de la predestinación, es sin lugar a dudas, la devoción a la Santísima Virgen María. Todos los santos doctores de la Iglesia son unánimes al decir con San Alfonso Liguorio: "Un devoto servidor de María nunca perecerá".
Lo principal es perseverar fielmente hasta la muerte en esta devoción.
¿Puede haber una práctica más fácil o más adaptable para todos que la recitación cada día de tres Ave Marías en honor a los privilegios conferidos por la Adorable Trinidad a la Santísima Virgen?
Uno de los primeros en decir las tres Avemarías y en recomendarlas a otros fue el ilustre San Antonio de Padua. Su objetivo especial en esta práctica era honrar la impecable virginidad de María y preservar una pureza perfecta de mente, corazón y cuerpo en medio de los peligros del mundo. Muchos, como él, han sentido sus efectos saludables.
Más tarde, San Leonardo de Port-Maurice, el célebre misionero, recitó las tres Ave Marías mañana y tarde en honor de María Inmaculada, para obtener la gracia de evitar todos los pecados mortales durante el día o la noche; Además, prometió de manera especial la salvación eterna a todos aquellos que demostraron ser constantemente fieles a esta práctica.
Después del ejemplo de estos dos grandes santos franciscanos, San Alfonso Liguorio adoptó esta práctica piadosa y le brindó su apoyo  vehemente y poderoso. Aconsejó su uso e incluso lo impuso como penitencia a quienes no habían adoptado este buen hábito. El Santo Doctor exhorta, en particular, a los padres y confesores a vigilar cuidadosamente que los niños sean fieles al recitar cada día sus tres Ave Marías, mañana y tarde, y lo recomendaron a todos los devotos jóvenes o viejos.

Es este Santo quien sugirió agregar la aspiración después de cada Ave María: "Por tu Inmaculada Concepción, oh María, haz que mi cuerpo sea puro y mi alma santa".
Esta práctica ha sido revelada a Santa Melchtilde con la promesa de una buena muerte, si ella fuera fiel a ella todos los días.

También está escrito en las revelaciones de Santa Gertrude:
"Mientras esta Santa cantaba el Ave María, en las matinas de la Anunciación, de repente vio brotar del Corazón del Padre y del Hijo, y del Espíritu Santo, tres llamas brillantes que penetraron el Corazón de la Santísima Virgen. " Entonces escuchó las siguientes palabras:
"Después del Poder del Padre, la Sabiduría del Hijo y la
Misericordiosa Ternura del Espíritu Santo, nada se acerca al
Poder, la Sabiduría y la Misericordiosa Ternura de María".
Su Santidad, Benedicto XV elevó la Cofradía de las Tres Avemarías a una Archicofradía y le concedió indulgencias.
Nuestra Señora solicitó la recitación diaria de tres Avemarías, revelando lo siguiente a Santa Melchtilde:
"El primer Ave María será en honor de Dios Padre, cuya omnipotencia levantó mi alma tan por encima de cualquier otra criatura que, después de Dios, tengo el mayor poder en el cielo y en la tierra. En la hora de tu muerte usaré ese poder de Dios el Padre para impedir cualquier poder hostil contra ti.
"El segundo Ave María será en honor de Dios el Hijo, quien me comunicó su sabiduría inescrutable ... En la hora de tu muerte llenaré tu alma con la luz de esa sabiduría para que toda la oscuridad de la ignorancia y el error sean disipado
"El tercer Ave María será en honor de Dios el Espíritu Santo, quien llenó mi alma con la dulzura de su amor, ternura y misericordia ... En tu última hora, cambiaré la amargura de la muerte en divina dulzura y deleite. "
PROMESA:
Durante una aparición en Santa Gertrude, la Santísima Madre prometió: "A cualquier alma que reza fielmente las Tres Avemarías, apareceré a la hora de la muerte en un esplendor de belleza tan extraordinario que llenará el alma de consuelo celestial. "
 
ACTO DE CONSAGRACIÓN A LA BENDITA TRINIDAD
 
Con todo mi corazón te alabo, Santísima Virgen
sobre todo Ángeles y Santos en el Paraíso, Hija del
Padre Eterno, y te consagro
mi alma con todas sus facultades.
El Ave María
¡Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor está contigo!
Bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de
tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Con todo mi corazón te alabo, Santísima Virgen
sobre todo Ángeles y Santos en el Paraíso, amada Madre
del Hijo de Dios, y te consagro mi cuerpo
con todos sus sentidos.
Dios te salve María , etc.
Con todo mi corazón, te alabo, Santísima Virgen,
sobre todo Ángeles y Santos en el Paraíso, amada Esposa
del Espíritu Santo, y te consagro mi corazón
con todos sus afectos, y te suplico que me obtengas de
la Santísima Trinidad todas las gracias necesarias para la salvación.
Dios te salve María, etc.
PRÁCTICA: 
Recita mañana y tarde la Consagración y las Tres Avemarías en honor a los tres grandes privilegios de María,
junto con esta invocación al final de cada Ave María:
Por tu santa e Inmaculada Concepción, oh María,
haz mi cuerpo puro y mi alma santa;
protégeme este día [esta noche] del pecado mortal.
Imprimatur: 7 de febrero de 1963

Francis Cardinal Spellman, Arzobispo de Nueva York


El Papa San Pío X dio su bendición apostólica a esta práctica.
La devoción fue elevada a una Archicofradía por el Papa Benedicto XV.

Esta devoción en su forma actual es de San Leonardo de Port Maurice.


sábado, 18 de abril de 2020

Oración de una Madre a San Agustín por sus hijos


¡Oh Dios, que iluminaste a San Agustín con Tu gracia, y lo inflamaste con Tu amor en medio de la oscuridad y las miserias de una vida de pecado, ten piedad de mi pobre alma y de las de mis hijos y parientes! Perdona nuestra ingratitud, nuestra desobediencia, nuestra falta de reverencia, nuestra indiferencia, finalmente, todas las ofensas de las cuales hemos sido culpables en contra de tu santo Nombre. Reconocemos que en este mundo no hay dolor ni castigo tan severo como el que merecemos; por lo tanto, temerosos por lo que nos estaría reservando, invocamos la intercesión de Tu santo sirvo Agustín, ¡tan inflamado de amor por Ti!

Oh santo penitente Agustín, serafín del amor divino, milagro indescriptible de la misericordia divina, obtén para nosotros de Dios un dolor verdadero, perfecto y sincero por nuestros pecados, un amor devoto y constante a Dios, un amor que triunfa sobre todas las dificultades, tentaciones y tribulaciones, un fervor sabio e incansable en la observancia de los mandamientos divinos y el cumplimiento de nuestros deberes! Ayúdanos sobre todo en la formación de nuestros hijos. ¡Mira cuántos peligros expone su virtud e inocencia en el mundo! ¡Mira cuán numerosas son las trampas y los engaños preparados para la ruina de sus almas por la carne, y a través de las palabras y el ejemplo de hombres malvados y de mente mundana! Si no reciben ayuda extraordinaria, ¿cómo pueden resistir tales tentaciones? ¡Oh, gran San Agustín, tómalos bajo tu protección! A nuestros esfuerzos en su nombre, únete con tu intercesión por ellos ante Dios. Ejerce toda tu influencia y, con la compasión de tu corazón amoroso, intercede ante la Santísima Trinidad por ellos.

No permitas que nuestros hijos, santificados en las aguas del bautismo, sean expulsados ​​de la presencia de Dios por el pecado mortal y sufran un castigo eterno. Presérvalos del más grande de todos los males aquí abajo, a saber, el de negar el amor de Jesucristo, a través del afecto a alguna criatura o el miedo a alguna desgracia. ¡No, oh gran san Agustín! ¡Más bien déjenlos a ellos y a nosotros, sus padres, morir en la gracia de Dios, que vivir para ofenderlo mortalmente! ¡Este favor te lo suplicamos por tu intercesión, oh santo hijo de una madre santa, tú que con gusto recibes y escuchas las oraciones de una madre! ¡Confío en que ya haya escuchado mis peticiones y que obtenga una respuesta favorable de Dios! Amén.




Prayer to St. Augustine for Your Children

viernes, 17 de abril de 2020

Oración de una madre por la conversión de un hijo al Corazón de Jesús


¡Oh Corazón de Jesús, me postro humildemente ante Ti, adorándote como el Corazón de mi Señor y mi Dios! Perdona los pecados con los que te he ofendido y me he hecho indigna de tus misericordias. Por tu Nombre, oh Señor, por el honor y la gloria de tu infinita misericordia, ten piedad de mí. Escuche mis peticiones de gracia y salvación para mi hijo extraviado. Desde toda la eternidad lo amaste y lo llevaste en tu corazón. Ten piedad de él. Tu voluntad es que se convierta y viva. Efectúa en él lo que has decretado. ¡Puedes hacer todo lo que quieras! No querrás la perdición de mi hijo. Sácalo del profundo abismo en el que se ha hundido. Desde tu cruz has atraído todo a ti mismo:afloja los lazos en los que él se encuentra encadenado. Tu lo compraste a un precio excepcional: toma posesión de tu propiedad. Él una vez fue dedicado a ti en el Santo Bautismo; no permitas que tus enemigos se regocijen más tiempo en él. Has abierto en tu Iglesia una fuente de perdón y gracia; llévalo a donde él pueda empaparse de una nueva vida. ¡Oh devuélveme al niño que el infierno ha arrancado de entre mis brazos! ¡Corazón de Jesús Tú puedes hacerlo! Escucha las oraciones de tu Santísima Madre, tus santos y todos los elegidos por este hijo mío, que una vez perteneció a su sociedad, pero ahora está fuera del camino, escucha mis oraciones, las oraciones de una madre, ¡Oh, Tú que no puede oír una súplica maternal por su hijo sin conmoverte! ¡Concédeme lo que más quiero en la tierra, la salvación de mi hijo, y eternamente alabaré tu santo nombre! Amén. 


Aspiraciones a San José para todos los días de la semana





Su Santidad, Pío VII, concedió una indulgencia de trescientos días.
el 28 de abril de 1807, por repetir estas Aspiraciones.

Se deben agregar tres Glorias a cada Aspiración.

Domingo: Mi querido San José, te suplico que obtengas para mí un corazón contrito y humilde, y una gran pureza de alma y cuerpo.

Lunes: Muy glorioso San José, ruega por mí, para que pueda cumplir la voluntad de Dios todos los días de mi vida.

Martes: ¡Jesús, María y José! dulces objetos de mi amor, en ustedes, para ustedes, con ustedes, que pueda vivir y morir.

Miércoles: Bienaventurado San José, obtén para mí la gracia de llevar una vida pura y santa, siempre segura bajo tu patrocinio.

Jueves: Amado San José, casto esposo de la Inmaculada María, intercede por mí para que pueda obtener perdón, misericordia y salvación.

Viernes:
Acuérdate de mí, oh misericordioso San José, y ruega por mí este día y siempre a Jesús, quien se dignó ser llamado tu hijo y que me ha salvado con su preciosa sangre.

Sábado: Oh, el patriarca más noble, San José, por tu intercesión, que la Santísima Virgen, tu Inmaculada Esposa, sea propicia para mí ahora, y a la hora de mi muerte. Amén.

¡Salve! santo San José, quien, elegido por Dios sobre todos los demás hombres, fuiste enriquecido con gracia y adornado con santidad, el Señor está contigo; bendito eres tú entre los hombres, y bendito es El que condescendió para ser considerado tu hijo Jesús. ¡Oh glorioso San José, el más digno Esposo de la Bienaventurada Virgen María! ruega por nosotros pecadores ahora, y en la hora de nuestra muerte. Amén.

Oh Jesús, ten piedad de mí. Oh María y José, ayúdame.




miércoles, 1 de abril de 2020

DEVOCIONARIO JOSEFINO



ACTOS DEL CRISTIANO AL LEVANTARSE.
ORACION
Oh Dios Omnipotente, en compañía del glorioso Patriarca San José quiero hacer los actos de fe, de esperanza y de caridad.
Con esa luz que brilló sobre la frente del Santísimo Patriarca creo firmemente en Ti, Dios mío y en cuanto me has revelado por medio de la Santa Iglesia.
Espero que por mediación del Padre Nutricio de tu Hijo Unigénito me concederás las gracias que necesito para mi eterna salvación.
Te adoro y te amo con todo el corazón uniendo mis sentimientos a los de aquel Serafín en carne, el glorioso Patriarca San José, quien se entregó en cuerpo y alma a tu divino servicio.
Finalmente quiero cantarte mis himnos de gratitud por haberme conservado este nuevo día que dedicaré fervoroso a tu santa esclavitud, devoción y culto de San José, tu santo predilecto. Así sea.

ORACION A SAN JOSÉ
Oh benignísimo Padre mío Señor San José, al abrir los ojos a este nuevo día yo alabo y bendigo al Dios Omnipotente por haberte elegido desde toda la eternidad para ser dignísimo esposo de María y Padre Virginal de Jesús.
Por el amor que tienes a su bondad infinita, alcánzame del cielo, oh Santo mío, las gracias que necesito en este día para comportarme como un cristiano modelo, un hijo y devoto tuyo, a fin de que todos mis pasos se encaminen hacia la meta de la virtud y santidad. Así sea.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria
– San José protector nuestro.
– Ruega por nosotros.
AL ACOSTARSE
ACTO DE CONTRICIÓN.
Oh Dios Omnipotente, arrepentido por las muchas culpas que he cometido contra tu divina majestad en este día, vengo a solicitar de tu misericordia infinita tu generoso perdón.
Por la valiosa intercesión del Santísimo Patriarca San José te suplico humildemente que me concedas nuevas gracias para servirte y amarte, a fin de que después de haber combatido denodadamente en esta vida, tenga la dicha de alcanzar el galardón eterno a la hora de la muerte. Así sea.
ORACION A SAN JOSÉ
¡Oh glorioso Patriarca San José!, antes de ir al lecho, te suplico que no te apartes de mí. En tus horas de reposo tuviste la dicha de conversar con los ángeles del cielo y de recibir la comunicación de los misterios de Dios.
Aleja de mí los malos sueños y haz que, aún dormido, siga amando más y más a mi Dios y a ti, dulcísimo Padre y Protector.
Padre nuestro, Avemaría y Gloria
– San José protector nuestro.
– Ruega por nosotros.
ORACIONES VARIAS
PARA LAS HORAS DE PRUEBA Y DE SUFRIMIENTO.
¡Oh benditísimo Padre mío Señor San José!, al meditar en tus innumerables angustias no puedo menos que reconfortar mi espíritu en medio de la prueba y del dolor.
En estas circunstancias aflictivas te suplico encarecidamente que me alcances del cielo la gracia de aceptar, si no con alegría al menos con resignación cristiana, este sufrimiento y esta pena que el Señor se ha dignado enviarme.
Hazme comprender que las tribulaciones de esta vida me ayudarán a purificar mi alma y a merecer un día, mediante la paciencia, la beatitud eterna. Así sea.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria
– Para alcanzar el cielo, Oh dulce Protector.
– Sé mi eficaz modelo en la prueba y el dolor.
ORACION PARA PEDIR UNA BUENA MUERTE.
¡Oh benignísimo José, protector de los enfermos y patrón de la buena muerte! Por el valioso conducto de tus santas manos, quiero poner mi vida en las manos del Padre Celestial.
Acepta de buena gana las circunstancias y la hora de mi muerte y solamente pido la gracia de exhalar mi último suspiro dentro de la iglesia católica después de recibir los Santos Sacramentos.
Espero, Santísimo Patriarca, que para esa hora postrera te dignes estar cerca de mí, con Jesús y María, para consuelo de mi alma y para darme alientos en el último combate de mi vida. Así sea.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria
– Jesús, José y María
– Os doy el corazón y el alma mía.
– Jesús, José y María
– Asistidme en mi última agonía.
– Jesús, José y María
– Con vos descanse en paz el alma mía.
ORACION POR LOS AGONIZANTES.
¡Oh Eterno Padre!, por aquella dignación inmensa que tuviste con San José al hacer que muriera plácidamente en los brazos de Jesús y de María, concede a todos los cristianos moribundos, que se vean acompañados de San José, Patrono de los agonizantes, en los últimos momentos de su vida, para que, libres de la acechanzas del demonio y fortificados con los Santos Sacramentos, vayan a gozar de tu cielo por toda una eternidad dichosa. Así sea.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
JACULATORIA
– En la postrera agonía cuando mi muerte llegara.
– Tu patrocinio me ampare, el de Jesús y María.
ORACION POR LA NIÑEZ.
Oh glorioso Patriarca San José, solícito guardián del divino Niño Jesús, por aquella amorosa vigilancia que tuviste en la conservación, educación y desarrollo del pequeño que te fue encomendado, te suplico ardientemente que libres a la niñez cristiana de los nuevos Herodes que quieren ahogarla en la sangre.
Coloca bajo tu manto paternal a todos los niños, a fin de que conserven su santa pureza, su inocencia y su candor. Así sea.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria
– Tenía Jesús cerca de treinta años
– Cuando era tenido como hijo de José.
Oración A San José para después del Rosario
Compuesta y prescrita por Su Santidad León XIII
A ti recurrimos en nuestra tribulación, oh Bienaventurado José, y después de implorar el socorro de tu Santísima Esposa, pedimos también confiadamente tu patrocinio. Por el afecto que te unió con la inmaculada Virgen, Madre de Dios, y por el amor paternal con que trataste al Niño Jesús, te rogamos que nos auxilies para llegar a la posesión de la herencia que Jesucristo nos conquistó con su sangre y nos asistas con tu poder y nos socorras en nuestras necesidades.
Protege, oh prudentísimo guardián de la Sagrada Familia, a la raza elegida de Jesucristo; presérvanos, ¡oh Padre amantísimo!, de toda mancha de error y corrupción. Muéstranos propicio y asístenos desde lo alto del cielo, ¡oh poderosísimo Libertador nuestro! en la batalla que estamos librando contra el poder de las tinieblas y así como libraste al niño Jesús del peligro de la muerte, defiende ahora a la Santa Iglesia de Dios contra las asechanzas del enemigo y contra toda adversidad. Concédenos tu perpetua protección, a fin de que, animados por tu ejemplo y tu asistencia, podamos vivir santamente y sobre todo, piadosamente morir para alcanzar la eterna beatitud del cielo. Amén.
LETANIAS DEL SEÑOR SAN JOSÉ
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
Dios Padre Celestial, ten piedad de nosotros.
Dios Hijo, Redentor del mundo, ten piedad de nosotros.
Dios Espíritu Santo, ten piedad de nosotros.
Trinidad Santa que eres un solo Dios, ten piedad de nosotros.
Santa María, ruega por nosotros.
Señor San José, ruega por nosotros.
Insigne descendiente de David, ruega por nosotros.
Luz de los Patriarcas, ruega por nosotros.
Esposo de la Madre de Dios, ruega por nosotros.
Casto guardián de la Virgen, ruega por nosotros.
Nutricio del Hijo de Dios, ruega por nosotros.
Solícito defensor de Cristo, ruega por nosotros.
Jefe de la Sagrada Familia, ruega por nosotros.
José justísimo, ruega por nosotros.
José prudentísimo, ruega por nosotros.
José fortísimo, ruega por nosotros.
Espejo de paciencia, ruega por nosotros.
Amante de la pobreza, ruega por nosotros.
Modelo de los pobres, ruega por nosotros.
Honor de la vida doméstica, ruega por nosotros.
Custodio de las Vírgenes, ruega por nosotros.
Sostén de las familias, ruega por nosotros.
Consuelo de los atribulados, ruega por nosotros.
Esperanza de los enfermos, ruega por nosotros.
Patrón de los moribundos, ruega por nosotros.
Terror de los demonios, ruega por nosotros.
Protector de la Santa Iglesia, ruega por nosotros.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, perdónanos Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, óyenos Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, ten misericordia de nosotros.
Le constituye señor de su casa
Y príncipe de toda su posesión
OREMOS
¡Oh Dios, que en tu inefable providencia te has dignado elegir al Señor San José, esposo de la santísima Madre de tu Hijo y padre putativo de Jesús! Concédenos, te suplicamos, que al que veneramos como protector en la tierra, merezcamos tenerlo por intercesor en los cielos. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Oración para cada Miércoles.
Oh Padre mío, Señor San José, en este miércoles consagrado por tus devotos a tu culto, quiero manifestarte mi alegría por tu grandeza y mi confianza en tu poder.
Bendigo de corazón a la Santísima Trinidad por haberse dignado elegirte desde toda la eternidad como representante del Padre en la tierra, como custodio del verbo hecho carne y como esposo dignísimo de la Reina del cielo. Esta predestinación divina te elevó maravillosamente sobre todos los ángeles y santos del cielo y ella es la que infunde en mi corazón una confianza ilimitada.
Alcánzame del cielo la gracia santificante, el dolor de mis pecados y las cosas necesarias para mi conservación y mi sustento. Haz, oh santo mío, que crezca más y más mi cariño hacia ti ya que siéndote profundamente devoto, lograré un día, contemplarte en el cielo, en compañía de Jesús y de María. Así sea.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
– Dulce protector de la Iglesia Universal.
– Bendice paternalmente a todos tus devotos.
ORACIÓN PARA EL DIA 19 DE CADA MES
Oh San José, Padre amantísimo de mi alma y dueño de mi corazón, en este día 19 consagrado a contemplar tu grandeza y tu poder, te miro con los ojos de la fe en el sitial de gloria en que quiso colocarte la Trinidad Beatísima.
Al verte tan lleno de luz y resplandor, me animo a sobrellevar con resignación mis sufrimientos, ya que veo que los tuyos te dieron tal recompensa. Hazme comprender, Santo mío, que tu exhaltación sobre los ángeles y querubines se debió a tu profunda humildad y anonadamiento, a fin de que no busquen ni las glorias ni las vanidades del mundo.
Si te veo coronado como un Rey en el Palacio de la gloria, no sólo me admiro de tu poder, sino que también abro mi corazón a la confianza; porque sé que eres bueno y comprensivo con todos tus devotos.
Dirige, oh Padre mío, una mirada de predilección a la pobre alma, alcánzame del cielo tus santas virtudes, especialmente la humildad, la sencillez, la pureza y la caridad, a fin de que un día como amartelado devoto tuyo, pueda participar de tu gloria y bienaventuranza en el cielo. Así sea.
Padrenuestro, Ave María y Gloria.
– Haz, oh José, que nuestra vida se vea libre del pecado y que siempre esté bajo tu patrocinio.
DOLORES Y GOZOS DE SAN JOSÉ
Primer dolor y gozo.
¡Qué dolor tan grande experimentó tu corazón, oh Padre mío Señor San José, ante las dudas de abandonar a tu esposa encinta!
Pero qué gozo tan inmenso al comunicarte el Angel el misterio del Verbo divino hecho carne.
Por este dolor y gozo te pedimos nos des firmeza en la fe y gran amor a tu divina Esposa.
Padre nuestro, Avemaría y Gloria.
– San José protector nuestro.
– Ruega por nosotros.
Segundo dolor y gozo.
¡Qué dolor tan grande sufrió tu corazón al contemplar la extrema pobreza en que nacía el Hijo de Dios!
Pero qué gozo tan inmenso experimentaste al mirar convertida en un cielo la gruta de Belén.
Por este dolor y gozo alcánzanos del cielo el nacimiento de las cosas de la tierra y una gran ternura hacia el niño Jesús recién nacido.
Padrenuestro, Ave María y Gloria.
– San José protector nuestro.
– Ruega por nosotros.
Tercer dolor y gozo.
¡Qué dolor tan profundo agobió tu alma al tomar el cuchillo de la circuncisión para derramar la primera Sangre Preciosísima de Cristo!
Pero qué gozo tuviste al imponer al divino niño el dulcísimo nombre de Jesús.
Por este dolor y gozo enséñanos a extirpar de nosotros todo vicio y afición desordenada y a invocar con frecuencia el nombre Santísimo de tu Jesús.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
– San José protector nuestro.
>- Ruega por nosotros.
Cuarto dolor y gozo.
¡Qué angustia sobresaltó tu espíritu al oír de los labios de Simeón las profecías del dolor de Cristo y de María!
Pero qué alegría inundó tu corazón al contemplar la florescencia de santidad que traería consigo el Calvario.
Por este dolor y gozo ayúdanos a comprender el significado que tiene para nosotros el sufrimiento y únenos con Cristo por medio del dolor.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
– San José protector nuestro.
– Ruega por nosotros.
Quinto dolor y gozo.
¡Grande pena ocasionó a tu espíritu el abandono de tu patria y la huida a Egipto con Jesús y María!
Pero satisfacción inmensa se albergó en tu corazón al huir al destierro con Jesús y ser el primer Misionero del Salvador del mundo.
Por este dolor y gozo enséñanos a abandonar todas las cosas de la tierra con tal de conservar en nuestro corazón a Cristo y danos el privilegio de ser, en alguna forma, apóstoles de Cristo.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
– San José protector nuestro.
– Ruega por nosotros.
Sexto dolor y gozo.
¡Qué temor tan sin medida experimentó tu corazón de Padre, al tener que volver a Nazaret sabiendo que reinaba ahí el cruel Arquelao!
Pero qué alegría sintió tu alma al regresar con Jesús y María a la patria bienamada, con la seguridad dada por el ángel de que a Jesús nada adverso le sucedería.
Por este dolor y gozo te suplicamos nos hagas cautelosos y prudentes en el servicio de Dios y nos alcances un día la dicha de ir al cielo, nuestra verdadera Patria.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
– San José protector nuestro.
– Ruega por nosotros.
Séptimo dolor y gozo.
¡Oh cuán grande fue tu dolor al perder, sin culpa tuya al divino niño Jesús!
Pero cuán inmenso fue tu gozo al encontrarlo sano y salvo, en el templo de Jerusalén, instruyendo a los Doctores.
Por este dolor y gozo, te pedimos una infatigable solicitud por buscar a Cristo cuando lo hayamos perdido por el pecado y también de instruirnos con sus ejemplos y enseñanzas evangélicas.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
– San José protector nuestro.
– Ruega por nosotros.
OREMOS
Dios todopoderoso, que confiaste los primeros misterios de la salvación de los hombres a la fiel custodia de San José; haz que, por su intercesión, la Iglesia los conserve fielmente y los lleve a plenitud en su misión salvadora. Por Jesucristo nuestro Señor.
LOS SIETE DOMINGOS A SAN JOSÉ
Se rezan durante siete domingos consecutivos. Es conveniente comulgar cada domingo o por lo menos en el último. Para ganar las indulgencias que les están concedidas no se requiere fórmula especial.
El Papa Gregorio XVI fomentó la devoción de los siete domingos concediéndole muchas indulgencias; pero S. S. Pío IX les dio actualidad perenne no sólo con las indulgencias plenarias aplicables a los fíeles difuntos, sino con la manifestación de su deseo de que se acudiera a San José por medio de ellos, para aliviar la entonces aflictivo situación de la Iglesia universal. La devoción de los siete domingos ha obrado estupendos milagros en favor de quienes la practican. En materia de vocación dejan en el alma una paz singular y encienden una luz que disipa toda duda.
PRIMER DOMINGO
Por la señal, etc.
Se da principio rezando los siete dolores y gozos de San José.
Consideración sobre el 1er. dolor y gozo:
Dudas de San José
Gozo en la Manifestación del Misterio
En la plenitud de los tiempos realizó Dios el inefable misterio de la Encarnación de su Verbo divino. El prodigio se obró en el seno purísimo de María, Esposa de José; pero sin tener conocimiento de ello el Santo Patriarca. Este prodigio, como era natural, causó una grande turbación en el corazón de San José, quien conocía la pureza, la inocencia y el candor de su Santísima Esposa. El hecho fue para el corazón de San José desconcertante.
Para librarla de aquella situación embarazosa deliberó sobre la conveniencia de abandonar a su divina Esposa, dejando todo en manos de la Divina Providencia. El peso que sintió sobre sus hombros fue enorme y solamente su confianza, pudo sostenerlo.
Esta confianza en la Providencia lo hizo entregarse plácidamente al sueño, sin mayor turbación. Entonces el ángel del Señor se le apareció y le dijo: “José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que se ha engendrado en su seno es obra del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús; pues El salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt. 1,20-21)
No hay palabra humana para describir la alegría inmensa que inundó el corazón de San José al serle revelado este misterio tan añorado por el pueblo de Dios. Entonces San José deslió su alma en una plegaria humilde, fervorosa y llena de agradecimiento.
Se hace la petición.
ORACIÓN
Oh glorioso Patriarca San José no permitas que la turbación me aniquile, o que el dolor me triture. Para evitar este agobio te suplico me hagas ver siempre la Providencia de Dios en todos los acontecimientos de mi vida a fin de que los acepte siempre con alegría de hijo agradecido. Así sea.
SEGUNDO DOMINGO
Consideraciones sobre el 2do. dolor y gozo:
Pobreza del Nacimiento de Jesús.
Transformación de la Gruta
José acompañado de María fue a empadronarse a Belén, su tierra natal, para cumplir el decreto de César Augusto. Encontrándose ya en este lugar, María, que estaba encinta, vio llegársele la hora de dar a luz.
En estas circunstancias buscó José un albergue; pero todo empeño fue inútil ya que aparte de ser pobres, todos los sitios de descanso estaban ya ocupados. Se vio entonces obligado José a disponer para el nacimiento del Hijo de Dios, un establo abandonado, gruta que servía de refugio contra la intemperie a los animales.
En esta forma San José experimentó un profundo dolor al ver que el Señor de los cielos descendía tan bajo; al contemplar que el que se sienta en un trono de gloria, yacía reclinado en un pesebre y que sufría los rigores de la estación y experimentaba el frío y derramaba lágrimas, el que es la alegría de los cielos.
Pero un dolor tan agudo sirvió de molde a la inmensa alegría. Grande, en efecto, fue el gozo que sintió San José al ver con sus propios ojos al Hijo de Dios hecho hombre. Los ángeles bajaron del cielo posando sobre luminosas estrellas y cantando en la gruta: “Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”.
Los inocentes y piadosos pastores llegaron a adorar al Hijo de Dios, reconociéndolo como su divino Salvador. Los Reyes Magos, guiados por una estrella, llegaron del lejano oriente para adorar a Jesús como Dios y rendirle vasallaje como a Rey. ¡Cuánto gozo para el corazón paternal del Señor San José!
Se hace la Petición
ORACIÓN
¡Oh Padre mío, San José! al verte postrado ante Jesús, te reconozco como el Primer adorador del Verbo hecho carne. Comunícame tu espíritu de fe, a fin de que la humildad del Sagrario no mengüe mi firme creencia en la presencia de Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar; sino que, por el contrario, al palpar su anonadamiento, avive más mi amor hacia tan adorable misterio. Así sea.
TERCER DOMINGO
Consideraciones sobre el 3er. dolor y gozo:
Circuncisión del divino Niño.
Imposición del Nombre de Jesús.
La Circuncisión de Jesús fue una humillación y un dolor que se reflejó hondamente en el corazón de San José. Esta ceremonia suponía el pecado y al realizarse en Jesús parecía destruirse la santidad de la misma inocencia. Esto ocasionó a San José una gran pena, pues sabía que el Hijo de Dios era impecable.
Sin embargo, mayor fue su dolor al desgarrar las carnes tiernas y rosadas del divino Niño. El humilde Cordero dejo escapar un vagido y la sangre que brotó de su carne benditísima fue a mezclarse con las lágrimas que rebosaron de sus pupilas. Y el mayor calvario de San José estribó en que fue él mismo el instrumento de dolor, elegido por el Eterno Padre para este rito de la Circuncisión.
Pero si el dolor de San José ante la sangre derramada de Jesús fue grande, mayor, sin duda, fue su gozo al imponer el nombre de Jesús. Al pronunciar por vez primera este nombre los ángeles se postraron reverentes para adorarle; el demonio se vio constreñido a doblar la rodilla y todos los siglos se inclinaron ante la presencia de Jesús.
En ese momento una luz del futuro iluminó a San José para que contemplara el triunfo glorioso de este santo nombre que sería Iris de paz, hoguera de amor, promesa de perdón, anuncio de felicidad y bálsamo que curaría todos los males.
En esta forma comprendió San José que la sangre de Dios, que por su mano se había derramado, era el precio de nuestra salvación. .
Se hace la petición
ORACIÓN
¡Oh grande y poderoso abogado de mi alma! Hazme, comprender por este dolor y gozo que si muchas veces parece que te complaces en mis dolores y sacrificios, no es porque sientas gozo en mis penalidades, sino porque sabes que por medio de ellas tengo oportunidad de hacer méritos para el cielo e imitar así mejor a tu divino Jesús para la salvación de mis hermanos. Así sea.
CUARTO DOMINGO
Consideraciones sobre el 4o. dolor y gozo
Profecía luctuosa de Simeón.
Gozo en el misterio que encierra.
La piedad de María y José fue singular. A los cuarenta días del nacimiento de Jesús lo llevan al Templo de Jerusalén para ofrecerlo al Eterno Padre. Es el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo y que viene a ofrecerse como holocausto en el Altar del Templo. En ese momento el anciano Simeón, conducido por el Espíritu Santo, reconoció en aquel Niño al Salvador del Mundo. Lleno de gozo lo tomó entre sus brazos y después con voz temblorosa dijo a la Madre: “Mira, este niño que ves está destinado para ruina y resurrección de muchos en Israel y como signo de contradicción. Lo que será para ti misma una espada que atravesará tu alma”. (Lc. 2,34).
Esta espada que hirió el corazón de María desgarró también el corazón de San José. Y si como esposo sufrió la pena de María, como Padre soportó también la pena de Jesús que sería centro de contradicción, objeto de persecución y víctima destinada al patíbulo infamante.
Pero a este lacerante dolor sucedió la más pura alegría. Un gran número de los hombres se salvará por la sangre derramada por el Cordero sin mancha. En el Arbol de la Cruz madurarán los frutos de la gracia, los dolores de María serán rocío fecundo para la floración de la Santidad.
Con estas consideraciones se llenó de gozo el corazón de San José, sobre todo al contemplar la glorificación de los dolores de Jesús y de María. ¡Qué satisfacción tan grande ante los triunfos de la Esposa y del Hijo!
Se hace la petición
ORACION
¡Oh gloriosísimo Protector de mi alma, te suplico encarecidamente que me hagas comprender la necesidad de tomar mi cruz y seguir tras las pisadas sangrantes del divino Redentor. Haz que muera al amor propio y a toda vanidad de la tierra, para que también logre ser, por mi espíritu de mortificación y sacrificio, la resurrección y salvación de muchos. Asi sea.
QUINTO DOMINGO
Consideraciones sobre el 5o. dolor y gozo:
Huída a Egipto.
Frutos de la presencia de Jesús.
De pronto el Arcángel San Gabriel apareció en sueños a San José y le dijo: “Levántate, toma al Niño y a su Madre y huye a Egipto y estate allí hasta que yo te avise. Porque Herodes ha de buscar al Niño para matarle” (Mt.2,13)
¡Qué puñalada para el corazón de San José. El Mesías prometido había llegado al mundo para dar la vida a los hombres y éstos le buscan ya para darle muerte! No se trataba de un viaje, sino de una precipitada huida.
¡Dejar la Patria y lanzarse hacia un país idólatra y adverso al pueblo judío!, ¡Huir no él solo, sino en compañía de su esposa delicada y de Jesús tierno y débil! Y el viaje se hizo más doloroso por el temor de ser alcanzado por los esbirros del cruel Herodes.
Grande fue sin embargo el gozo de San José en medio de sus penas. El cielo le había ordenado huir a Egipto; pero le concedía la gracia de hacerlo con Jesús y María, cosa que significaba el destierro en su Patria. Y en el Paraíso ¿No había de estar agradecido al Padre por valerse de él, instrumento débil, para salvar de la muerte al Mesías prometido?
Además estaba seguro de que las lágrimas de Jesús y las privaciones de María fecundarían aquellas tierras de paganos para convertirlas en un Paraíso de Virtud y Santidad.
Se hace la Petición
ORACIÓN
¡Oh queridísimo Padre mío, San José! humildemente postrado ante tu Imagen, te suplico me guardes paternalmente bajo los pliegues de tu manto a fin de que me vea libre de las acechanzas de los enemigos de mi eterna salvación.
Alcánzame del cielo la gracia de no perder jamás la amistad de Jesús y de María, para que mi destierro en este valle de lágrimas se convierta en un Paraíso anticipado. Así sea.
SEXTO DOMINGO
Consideraciones sobre el 6o. dolor y gozo:
Temor por el Reinado de Arquelao.
Gozos por el Retorno a Nazaret.
El aviso del ángel para emprender el viaje de regreso a la Patria bien amada fue un motivo de dolor para el corazón de San José, no solamente por lo pesado del viaje y la delicadeza de Jesús y de María, sino principalmente porque tenía conocimiento de que en la Judea reinaba Arquelao, hijo del Rey Herodes, y tan cruel como su Padre, entonces le asaltó un fuerte temor. ¿No querrá el tirano vengar en Jesús la desilusión sufrida por Herodes su Padre?. Todo era de temerse de la perfidia y crueldad de este soberano.
Sin embargo, la voz del ángel vino a calmar los temores de San José, infundiéndole una ¡limitada confianza en la Providencia del Padre. Ha de retirarse a la tierra de Galilea y ha de morar en la tranquila ciudad de Nazaret. ¡Qué gozo de cielo no siente el Santo Patriarca al tornar a su modesta casita!, ¡Qué grata compañía tendrá en Jesús y María al pasar el resto de sus días con ellos en la tranquilidad del hogar!
Se hace la petición
ORACION
¡Oh bondadosísimo Señor San José! quiero recordarte que al nombrarme Jesús hermano suyo, también comparte conmigo a un buen Padre como lo fuiste para tu divino Jesús. Líbrame de mis enemigos, consuélame en mis penas, sé mi fortaleza en mis debilidades y protégeme solícitamente sobre todo en el último instante de mi vida. Así sea.
SEPTIMO DOMINGO
Consideraciones para el 7o. dolor y gozo:
1-Dolor por la pérdida de Jesús en el Templo.
2-Gozo en su hallazgo.
1-Jesús, al cumplir la edad de doce años subió con María y José al Templo de Jerusalén para adorar al Padre en su Santuario en el día solemne de la Pascua. Terminadas las ceremonias y sin darse cuenta sus padres, quedó Jesús en Jerusalén. San José pensó entonces que Jesús estaba con María en el grupo de las mujeres y María creyó que se encontraba con José en el grupo de los hombres.
En el primer descanso de los grupos, los Santos Esposos se dieron cuenta de la ausencia de Jesús. ¡Oh cuán grande fue la angustiarte estos amantes corazones! Llenos de dolor y desolación lo buscaron inútilmente entre amigos y parientes. A todos preguntaban; mas las respuestas eran siempre negativas. Las noches las pasaban en la oración y los días en alarmante búsqueda. ¡Qué triste y qué hondo dolor se daba en el corazón de María y de José!.
2-Con los ojos llenos de lágrimas y al cumplirse el tercer día, María y José se dirigieron finalmente al templo de Jerusalén y al pasar por la amplia sala donde los doctores de la Ley explicaban las Escrituras, percibieron una suave voz; era la de Jesús. Penetraron a la sala y, en efecto, ahí lo vieron preguntando y contestando a los Maestros del Pueblo y siendo objeto de la admiración de los hombres.
María no pudo contenerse y después de complacerse en los misterios de Dios, le dijo: “Hijo, ¿por qué lo has hecho así con nosotros? Mira que tu padre y yo, llenos de dolor, te andábamos buscando”. Y Él les respondió: ¿Cómo es que me buscabais?, ¿No sabéis que yo debo emplearme en las cosas que miran al servicio de mi Padre? (Le. 2,48) Y entre los brazos de ambos esposos regresó Jesús a Nazaret, causando profunda alegría al corazón de sus padres. Allí se corrió el velo del silencio y la Trinidad de la tierra se envolvió en la luz de la felicidad en su modesto hogar.
Se hace la petición
ORACION
¡Oh glorioso Patriarca San José!, bien comprendo que tus grandes angustias y tus profundos dolores concurrieron maravillosamente para forjar la brillante corona que ostentas sobre tu frente. No quiero, bondadoso Padre mío, que ahuyentes de mí el dolor, sino que me des el espíritu de fe, de amor y de fortaleza para sobrellevar cristianamente las penalidades de esta vida y así hacer méritos para poder estar en tu compañía en el cielo por toda una eternidad dichosa. Así sea.








Fuente Radio Cristiandad 


El Papa Benedicto XVI nunca renunció como Vicario de Cristo y nunca celebró un Cum com Bergoglio

                             Magna est Veritas et Praevalebit Bergoglio es un IMPOSTOR no hubo sucesión apostólica. Bergoglio lleva 11 años ...