martes, 29 de septiembre de 2020

Fiesta de la Dedicación de san Miguel Arcángel

 Año Litúrgico - Dom Prospero Gueranguer 




OBJETO DE LA FIESTA. — La dedicación de San Miguel, aunque es la más solemne de las fiestas que la Iglesia celebra cada año en honor del Arcángel, le es menos personal, porque en ella se celebra a la vez a todos los coros de la jerarquía angélica. En efecto, la Iglesia, por boca de Rabano Mauro, abad de Fulda, propone a nuestra meditación el objeto de la fiesta de este día en el himno de las primeras Vísperas:


En nuestras alabanzas celebramos

A todos los guerreros del cielo;

Pero ante todo al jefe supremo

De la milicia celestial:

A Miguel que, lleno de valentía,

Derribó al demonio [1]. 


ORÍGENES DE LA FIESTA. — La fiesta del 8 de mayo nos trae a la memoria la aparición en el monte Gargano. En la Edad Media, sólo la celebraba la Italia meridional. La fiesta del 29 de septiembre es propia de Roma, pues recuerda el aniversario de la Dedicación de una basílica hoy desaparecida, situada en la Via Salaria, al Noreste de la Ciudad. 


La dedicación de esta iglesia nos da la razón del título que hasta hoy conserva el Misal Romano para la fiesta de San Miguel: Dedicatio sancti Michaelis. El carácter primitivamente local de este título se fue atenuando poco a poco en los libros litúrgicos de las Iglesias de Francia o de Alemania, que en la Edad Media seguían la Liturgia romana: la fiesta llevaba entonces el título In Natale o In Veneratione Sancti Michaelis y, del título antiguo no quedaba ya más que el nombre del Arcángel. 


EL OFICIO DE SAN MIGUEL. — El oficio tampoco podía conservar recuerdo de la dedicación: los oficios antiguos de las dedicaciones celebraban, en efecto, al santo en cuyo honor se consagraba una iglesia y no el edificio material en que era honrado. No tenían, pues, nada de impersonal, sino que, al contrario, revestían un carácter muy especificado. 


El oficio de San Miguel puede contarse entre las más bellas composiciones de nuestra Liturgia. Nos hace contemplar unas veces al príncipe de la milicia celestial y jefe de todos los ángeles buenos, otras al ministro de Dios que asiste al juicio particular de cada alma finada, y otras al intermediario que lleva al altar de la liturgia celeste las oraciones del pueblo fiel. 


EL ÁNGEL TURIFERARIO. — Las primeras Víspeperas empiezan con la antífona Stetit Angelus, cuyo texto se repite en el Ofertorio de la Misa del día: "El ángel se puso de pie junto al ara del templo, teniendo en su mano un incensario de oro, y le dieron muchos perfumes: y subió el humo de los perfumes a la presencia de Dios." La Oración de la bendición del incienso en la Misa solemne nos da el nombre de este ángel turiferario: es "el bienaventurado Arcángel Miguel". El libro del Apocalipsis, de donde están tomados estos textos litúrgicos, nos enseña que los perfumes que suben a la presencia de Dios, son la oración de los justos: "el humo de los perfumes encendidos de las oraciones de los santos subió de mano del ángel a la presencia de Dios"[2]


EL MEDIADOR DE LA ORACIÓN EUCARÍSTICA.— Es también San Miguel quien presenta al Padre la oblación del Justo por excelencia, pues a Miguel se nombra en la misteriosa oración del Canon de la Misa, en la que la santa Iglesia pide a Dios que lleve la oblación sagrada, por manos del Angel santo, al altar sublime, a la presencia de la divina Majestad. Y, en efecto, llama poderosamente la atención el poderlo comprobar en los antiguos textos litúrgicos romanos: A San Miguel se le llama con frecuencia el "Santo Angel": el Angel por excelencia. 


Ahora bien, es muy probable que la revisión del texto del Canon, en el que el singular Angelí tui reemplazó al plural Angelorum tuorum, se terminase siendo pontífice el Papa Gelasio. Y, precisamente por el mismo tiempo, a fines del siglo V, fue cuando "el Angel" se apareció al Obispo de Siponto junto al monte Gargano. 



VOCACIÓN CONTEMPLATIVA DE LOS ANGELES. — De manera que la Iglesia considera a San Miguel como el mediador de su oración litúrgica: está entre Dios y los hombres. Dios, que distribuyó con un orden admirable las jerarquías invisibles[3], emplea por opulencia en la alabanza de su gloria el ministerio de estos espíritus celestes, que están mirando continuamente la cara adorable del Padre [4] y que saben, mejor que los hombres, adorar y contemplar la belleza de sus perfecciones infinitas. Mi-Ka-El: "¿Quién como Dios?" Expresa este nombre por sí solo, en su brevedad, la más completa alabanza, la adoración más perfecta, el agradecimiento más acabado de la superioridad divina, y la confesión más humilde de la nada de la criatura. 


La Iglesia de la tierra invita también a los espíritus celestiales a bendecir al Señor, a cantarle, a alabarle, y a ensalzarle sin cesar [5] Esta vocación contemplativa de los ángeles es el modelo de la nuestra, como nos lo recuerda un bellísimo prefacio del sacramentario de San León: "Es verdaderamente digno... darte gracias, a ti, que nos enseñas por tu Apóstol que nuestra vida es trasladada al cielo; que con amor nos ordenas transportarnos en espíritu allá donde sirven los que nosotros veneramos, y dirigirnos a las cumbres que en la fiesta del bienaventurado Arcángel Miguel contemplamos con amor, por Jesucristo Nuestro Señor." 


AUXILIAR DEL GÉNERO HUMANO. — Pero la Iglesia sabe también que a estos divinos espíritus, entregados al servicio de Dios, les ha sido a la vez confiado un ministerio cerca de aquellos que tienen que recoger la herencia de la salvación[6], y así, sin esperar a la fiesta del 2 de octubre, consagrada de modo más especial a los Angeles custodios, desde hoy pide ya a San Miguel y a sus ángeles que nos defiendan en el combate[7]. Y pide, finalmente, a San Miguel que se acuerde de nosotros y ruegue al Hijo de Dios para que no perezcamos en el día terrible del juicio. El día temible del juicio, el gran Arcángel, abanderado de la milicia celestial, introducirá nuestra causa ante el Altísimo[8] y nos hará entrar en la luz santa[9]. 


PLEGARIA. — En la lucha contra los poderes del mal, podemos dirigir ya desde ahora al Arcángel, la oración de exorcismo que León XIII insertó en el Ritual de la Iglesia Romana: 


"Gloriosísimo príncipe de la milicia celestial, San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha contra los principados, potestades, jefes de este mundo de tinieblas, y contra los espíritus malignos. Ven en auxilio de los hombres, que Dios hizo a imagen y semejanza suya y rescató a alto precio de la tiranía del demonio. 


"La Santa Iglesia te venera como custodio y patrón; Dios te confió las almas de los rescatados para colocarlas en la felicidad del cielo. Pide al Dios de la paz que aplaste al diablo debajo de nuestros pies para quitarle el poder de retener a los hombres cautivos y hacer daño a la Iglesia. Ofrece nuestras oraciones en la presencia del Altísimo para que lleguen cuanto antes las misericordias del Señor y para que el dragón, la antigua serpiente que se llama Diablo y Satanás, sea precipitado y encadenado en el infierno, y no seduzca ya jamás a las naciones. Amén."

[1] Traducimos el texto primitivo conservado en el Breviario monástico, y no el reformado por Urbano V I I I para el Breviario romano.

[2] Apoc., VIII, 4.

[3] Colecta de la Misa. 

[4] Final del Evangelio de la Misa.

[5] Introito, Gradual, Comunión de la Misa; Antífonas de Vísperas. 

[6] Hebr., I, 14.

[7] Aleluya de la Misa: Oración al pie del altar después del último Evangelio.

[8] Antífona del Magníficat en las II Vísperas. 

[9] Ofertorio de la Misa de Difuntos.


La poderosa Coronilla en honor a San Miguel Arcángel


Oración por la liberación de todo mal

sábado, 26 de septiembre de 2020

Novena en honor a los santos médicos Cosme y Damián

 

Santos Patronos de Médicos, Cirujanos y Farmacéuticos.

Novena dispuesta por el padre Antonio Paredes SJ, reimpresa en Ciudad de México por los Herederos de José de Jauregui en 1780. El Obispado de Puebla concedió 80 días de Indulgencia por cada día de la Novena.

   
OBJETO DE ESTA NOVENA Y MODO DE PREPARARLA
La corona de la Santa Iglesia son sus Mártires, quienes delante de los tiranos confesaron su Fe, y glorificaron a Cristo a costa de sus vidas, que como fieles soldados perdieron en honra de su Señor. Por eso en la triunfante Jerusalén, no solamente reinan gloriosos, son poderosísimos intercesores ante Divina Majestad a favor de sus devotos, alcanzándoles los bienes espirituales que necesitan, y los temporales consuelos que les piden, en cuanto conducen a su eterna salvación.
  
Fueron insignes entre los Mártires los gloriosos hermanos San Cosme y San Damián: quienes entre bárbaros moradores de la Arabia, se hicieron predicadores de Cristo. Practicando la medicina que profesaban, curaban el cuerpo y la salud del alma. Y puestos en situación de tormentos, por el Prefecto Lisias, crudelísimo perseguidor de los cristianos, con fortaleza Divina, mostraron que sólo Cristo es Dios verdadero, y que padecerían cuantas carnicerías intentasen con ello, antes que adorar al demonio en los ídolos.
   
Esto lo confirmaron con el hecho de ofrecerse gustosos a las cadenas, a las cárceles, a los azotes, al agua, al fuego, a las piedras, a las cruces, a los dardos y finalmente, a la espada, que puso término a su victoria. Es Dios admirable en sus Santos, fortaleciéndolos con su virtud en la palestra, confundiendo con su constancia a los tiranos que los atormentan; para que cuando premiados ya en el cielo, intercedan por los hombres en la tierra y alaben a Dios que así engrandese a sus Santos.
   
A este fin se dirige esta novena: a honrar a estos Mártires, experimentando su protección los que con devoción la hicieren. Uno de estos fue el Emperador Justiniano, a quien sanaron de una gravísima enfermedad. A otros se les han aparecido en sueños para recetarles la salud; y fueron innumerables los personajes que visitando sus reliquias volvieron sanos, afirma San Gregorio Turonense.
   
El tiempo propio de hacer la novena es antes de su fiesta, que es veintiséis de septiembre. Más como siempre necesitamos de acudir a Dios, podrá practicarse cuando la necesidad lo pidiera o cuando el afecto lo dictare, o cuando lo permitieren las ocupaciones, siendo la principal diligencia ponerse en gracia de Dios por medio del Sacramento de la penitencia: recibir la comunión el último día, visitar enfermos, mortificarse, y ejercer aquellas obras de piedad que aprobare el confesor.
   
NOVENA DE LOS GLORIOSOS MÁRTIRES Y SANTOS HERMANOS COSME Y DAMIÁN, INSIGNES MÉDICOS DE CUERPOS Y ALMAS
        
     
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
     
ACTO DE CONTRICIÓN
Jesús dulcísimo, bondad suma, yo confieso que eres mi Dios y que te he ofendido con mis enormes culpas, mas conociendo que eres Redentor mío, me postro a tus pies y arrepentido te pido perdón por todas mis ingratitudes, valiéndome para conseguirlo de tu preciosísima Sangre, que habiéndose derramando para mi remedio, está pidiendo misericordia para los pecadores. Pequé, Señor: mas ya me pesa de haber agraviado a quien es digno de todo amor. Espero que me recibas en tu gracia, y con ella propongo en lo que me quedare de vida, amarte, servirte y no apartarme de tu santa voluntad. Primero morir que ofenderte mi Jesús, ten misericordia de mí. Amén.
      
ORACIÓN INICIAL
Gloriosísimos Mártires de Cristo, y abogados míos, San Cosme y San Damián, que unidos en caridad verdadera, y como hermanos, más por la fe cristiana que testimoniaron con el derramamiento de su sangre, me valgo de su poderosa intercesión: y les suplico, fiado en su misma santidad, me alcancen de Dios nuestro Señor, primeramente todo aquello que conduce a la gloria suya, coma para bien de mi alma: y después, el remedio de mis aflicciones, la paciencia que necesito en los trabajos, y por el favor que solicito en esta novena de mi devoción, cómo y en cuanto conviniere para mi salud eterna. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
  
DÍA PRIMERO – 18 DE SEPTIEMBRE
Omnipotente Dios, autor soberano de la gracia, que a gloria tuya se la comunicaste a tus fieles siervos San Damián y San Cosme para que, desterrando los errores de la gentilidad, abrazaron tan firmemente la fe católica. Te suplico a Ti que complaces en la generosa voluntad de estos Santos: Poniéndolos por mis intercesores, te pido me des fortaleza para permanecer en mi fe católica: y que en la hora de mi muerte cuando el demonio me combata con tentaciones contra la fe, que yo no sea vencido. Así mismo el bien que deseo en cuanto fuere de tu agrado. Amén. Tres Padre Nuestros, Ave Marías y Glorias.
   
ORACIÓN
Mártires Santísimos Cosme y Damián, aunque no merezco su protección, mas conociendo que la caridad con que favorecisteis a los miserables en la tierra se ha perfeccionado en el Cielo donde gozáis para siempre de la vista clara de nuestro grande Dios, y que es obsequio de su bondad rogarle por el bien de sus criaturas, humildemente os suplico obsequio que seáis mis intercesores para el consuelo que de presente necesito y os propone mi corazón, confiado de conseguirlo por vuestro medio. Amén (Aquí se hace la petición por la persona que lo necesite).
       
Esforzad, Santos míos, vuestras deprecaciones, implorando las Divinas piedades para quien os elige por sus Abogados, deseoso de que en vista de vuestro valimiento todos los hombres os tributen alabanzas y glorifiquen a Dios, que se hace admirable en sus Santos. Os pido por la dilatación de nuestra Santa Fe en la gentilidad, por la exaltación de la Católica Iglesia contra los herejes, por la paz y concordia entre los Príncipes Cristianos, por la conversión de los pecadores a penitencia, por la libertad de las almas Justas que padecen en el Purgatorio, por la salud de los enfermos y acierto de los Médicos en sus curaciones, y finalmente por vuestros devotos, consiguiéndoles una muerte en gracia, en que aseguren eterna gloria. Amén.
    
GOZOS A LOS SANTOS MÁRTIRES COSME Y DAMIÁN
            
Pues sois delante de Dios
Abogados poderosos,
Sed nuestros intercesores
Oh Cosme y Damián gloriosos.
       
Al estudio consagrados
La medicina emprendisteis
Y a los pobres socorristeis,
En sus males desgraciados;
Con milagros portentosos
Ahuyentasteis sus dolores
Sed nuestros intercesores
Oh Cosme y Damián gloriosos.
          
Los enfermos que acudieron
A vosotros en sus males
Inveterados, fatales,
El remedio recibió:
Vuestro celo cuidadoso
Los libertó de temores.
Sed nuestros intercesores
Oh Cosme y Damián gloriosos.
         
Con la señal de la cruz
Curas notables hicisteis,
Y con ellas devolvisteis
A mil pobres la salud
Estos hechos prodigiosos
Os atrajeron honores
Sed nuestros intercesores
Oh Cosme y Damián gloriosos.
        
Vuestro nombre fue invocado
Con segura confianza.
Pues él era la esperanza,
Del triste desconsolado,
Que con ardor fervoroso
Os llamaba en sus, dolores.
Sed nuestros intercesores
Oh Cosme y Damián gloriosos.
          
Los Gentiles os persiguen
Con rabia y grande furor,
Mas os defiende el Señor
Y su intento no consiguen;
De tormentos horrorosos
Fuisteis siempre y vencedores.
Sed nuestros intercesores
Oh Cosme y Damián gloriosos.
         
El vil tirano creyó
Acobardar vuestro celo,
Con tormentos; pero el Cielo,
De firmeza os revistió,
Y con pecho valeroso
Despreciasteis sus rigores.
Sed nuestros intercesores
Oh Cosme y Damián gloriosos.
          
En el ecúleo tendidos
Con duras cuerdas atados,
Cruelmente atormentados
No exhalasteis un gemido,
Y al tormento doloroso
Fuisteis por Dios superiores.
Sed nuestros intercesores
Oh Cosme y Damián gloriosos.
          
Al mar fuisteis arrojados,
Pero el Señor os libró,
Un Ángel suyo envió
Para ilesos de él sacados:
Y a tierra vuelto gozosos
Entonasteis sus loores.
Sed nuestros intercesores
Oh Cosme y Damián gloriosos.
          
Pensando que el fuego haría
Lo que el agua no pudiera
Os arrojan a una hoguera
Con furor, y saña impla;
Pero el cielo cuidadoso
Os libró de sus ardores.
Sed nuestros intercesores
Oh Cosme y Damián gloriosos.
           
En vano blanco os hicieron
De sus dardos y saetas,
Sin fuerza quedaron estas
Y dañaros no pudieron:
Tantos hechos milagrosos
Os declaran vencedores.
Sed nuestros intercesores
Oh Cosme y Damián gloriosos.
          
Vuestro fervor y constancia
Premiada ha sido en el cielo,
Donde sois nuestro consuelo,
Nuestro auxilio y esperanza,
Oh médicos generosos
Escuchad nuestros clamores.
Sed nuestros intercesores
Oh Cosme y Damián gloriosos.
         
Pues que delante de Dios
Vuestro ruego es poderoso
Sed nuestros intercesores
Oh Cosme y Damián gloriosos.
     
ORACIÓN A LOS SANTOS MÉDICOS 
¡Señor Dios! al recordar el martirio triunfal de tus santos mártires Cosme y Damián, tu Iglesia te glorifica y te da gracias, porque en tu admirable Providencia, a ellos les has dado el premio merecido de la Gloria Eterna, por lo cual te pedimos, Padre Bueno, atendiendo a la valiosa intercesión de los Santos Médicos nos concedas el remedio a esta necesidad… (se hace nuevamente la petición por la persona que lo necesita). Te lo pedimos por tu Hijo, Jesucristo, nuestro Señor. Amén. 
     
ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE LA ASUNCIÓN
¡Señora nuestra de la Asunción, Madre de Jesús y Madre nuestra, en tus manos maternales ponemos nuestras esperanzas, necesidades y problemas, pidiendo tu poderosa intercesión ante tu Divino Hijo! También te agradecemos tu protección y amparo a favor de nuestras familias, tu fortaleza en las luchas, tu consuelo en las penas y enfermedades, las lagrimas que has enjugado de nuestros ojos, y por hacernos sentir que de tu mano, caminamos seguros hasta llegar a Jesucristo tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
    
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
     
DÍA SEGUNDO – 19 DE SEPTIEMBRE
Por la señal…
Acto de contrición y Oración para todos los días.
   
Omnipotente Dios, autor soberano de la gracia, que a gloria tuya se la comunicaste en abundancia a tus siervos fieles San Cosme y San Damián para que dando milagrosa salud a enfermos incurables, justamente los alumbrasen en el alma y siendo gentiles trajesen al gremio de la Santa Iglesia, donde recibiendo su fe, confesasen a Cristo. Te suplico por intercesión de estos Santos, poniéndolos por mis intercesores, me des la caridad verdadera para beneficiar a mis prójimos en cuerpo y alma. Así mismo el bien que deseo en cuanto fuere de tu agrado. Por Jesucristo nuestro Señor Amén.
   
Tres Padre Nuestros, Ave Marías y Glorias. Las oraciones y los Gozos se rezarán todos los días.
       
DÍA TERCERO – 20 DE SEPTIEMBRE
Por la señal…
Acto de contrición y Oración para todos los días.
    
Omnipotente Dios, autor soberano de la gracia que en la gloria tuya se la comunicaste en abundancia a tus siervos fieles San Damián y San Cosme, para que reconvenidos del tirano, sin acobardarles los crudelísimos tormentos que les esperaban, abominasen los ídolos que les propusieron para la adoración, predicaron que solamente en Jesucristo, y su Santa ley está la salvación. Puesto que te complaces en la valentía admirable de estos Santos, poniéndoles por mis intercesores, te pido me des una resolución firme, para que, despreciando los vanos respetos del mundo, y preciándome de ser cristiano, practique las virtudes propias de mi fe cristiana. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
     
Tres Padre Nuestros, Ave Marías y Glorias. Las oraciones y los Gozos se rezarán todos los días.
     
DÍA CUARTO – 21 DE SEPTIEMBRE
Por la señal…
Acto de contrición y Oración para todos los días.
     
Omnipotente Dios, autor soberano de la gracia, que a gloria tuya se la comunicaste en abundancia a tus fieles siervos San Cosme y San Damián, para que aprisionados con pesadas cadenas, puestos en estrecha cárcel permaneciesen constantemente en su confesión, alegrándose de padecer por Cristo, a quien tenían en el corazón para amarlo, y en la boca para bendecirlo. Puesto que te complaces en la invicta constancia de estos Santos, poniéndolos por mis intercesores te pido me des esta virtud para sufrir con resignación mis trabajos y no desistir de mis buenos propósitos, aunque padezca mucho para ejecutarlos, así mismo el bien que deseo en cuanto fuera de tu agrado. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
     
Tres Padre Nuestros, Ave Marías y Glorias. Las oraciones y los Gozos se rezarán todos los días.
     
DÍA QUINTO – 22 DE SEPTIEMBRE
Por la señal…
Acto de contrición y Oración para todos los días.
    
Omnipotente Dios, autor soberano de la gracia, que a gloria tuya se la comunicaste en abundancia a tus fieles siervos San Damián y San Cosme, para que arrojados al mar con las cadenas que los oprimían en medio de las olas testificasen tus verdades, y confundiesen a los gentiles, que los miraban andar libremente sobre las aguas, como por tierra firme, premio de la confianza que les aseguraba tu favor. Puesto que te complaces en las maravillas que obraste en estos Santos, poniéndolos por mis intercesores, te pidió me des aquella confianza admirable que necesito para vencer mis pasiones, y glorificarte con mis victorias, así mismo el bien que deseo en cuanto fuere de tu agrado. Por Jesucristo nuestro Señor. Amen.
    
Tres Padre Nuestros, Ave Marías y Glorias. Las oraciones y los Gozos se rezarán todos los días.
     
DÍA SEXTO – 23 DE SEPTIEMBRE
Por la señal…
Acto de contrición y Oración para todos los días.
    
Omnipotente Dios, autor soberano de la gracia, que en la gloria tuya se la comunicaste en abundancia a tus fieles siervos San Damián y San Cosme, para que condenados a la hoguera, no temiesen la voracidad de las llamas porque en su interior ardían el fuego más poderoso de tu amor, al que respetando el material no les ofendió, sino que revertido contra los que lo atizaban, los redujo a cenizas con asombro de los demás gentiles, que asistían a tan prodigioso espectáculo. Puesto que te complaces con la fineza con la que estos Santos te amaron, poniéndolos por mis intercesores, te pido me des a gustar de este tu divino fuego para que te ame a Ti solo y solo por Ti, así mismo el bien que deseo en cuanto fuere de tu agrado. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
     
Tres Padre Nuestros, Ave Marías y Glorias. Las oraciones y los Gozos se rezarán todos los días.
      
DÍA SÉPTIMO – 24 DE SEPTIEMBRE
Por la señal…
Acto de contrición y Oración para todos los días.
    
Omnipotente Dios, autor soberano de la gracia, que en la gloria tuya se la comunicaste en abundancia a tus siervos San Damián y San Cosme, para que puestos en el potro de los tormentos, sufriesen con la alegría el descoyuntamiento atrocisimo de su miembros todos, y enviaste a tus ángeles para que los confortasen y los sacasen sanos del suplicio. Puesto que te complaces en los gloriosos triunfos de estos Santos, poniéndolos como mis intercesores, te pido que mes des la ayuda de tus soberanos mártires, para que triunfe sobre el demonio y el pecado. Así mismo el bien que deseo en cuanto fuere de tu agrado. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
   
Tres Padre Nuestros, Ave Marías y Glorias. Las oraciones y los Gozos se rezarán todos los días.
      
DÍA OCTAVO – 25 DE SEPTIEMBRE
Por la señal…
Acto de contrición y Oración para todos los días.
    
Omnipotente Dios, autor soberano de la gracia, que en la gloria tuya se la comunicaste en abundancia a tus siervos San Damián y San Cosme, para que levantados en altas cruces, allí fuesen mortalmente heridos, primero con piedras, y después con dardos, y aunque obrando tu providencia, los tiros se volvían contra su autores, haciendo en ellos el estrago que intentaban en los ínclitos Mártires, empero no les falto el deseo de morir en la demanda en obsequio tuyo. Puesto que te complaces en el ánimo esforzado de estos Santos poniéndolos por mis intercesores, te pido me des voluntad y resignación para abrazarme a la cruz de mi estado y en ella esperar los golpes que quisieres enviarme, así mismo el bien que deseo en cuanto fuere de tu agrado. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
      
Tres Padre Nuestros, Ave Marías y Glorias. Las oraciones y los Gozos se rezarán todos los días.
     
DÍA NOVENO – 26 DE SEPTIEMBRE
Por la señal…
Acto de contrición y Oración para todos los días.
      
Omnipotente Dios, autor soberano de la gracia, que en la gloria tuya se la comunicaste en abundancia a tus fieles siervos San Damián y San Cosme, para que ofrecidos gustosos los cuellos al cuchillo, consiguieran por último, por el derramamiento de sus sangre, la corona de Mártires y habiéndoles glorificado en el cielo, con tu vista para que también sean glorificados en la tierra, obras por sus medios muchos milagros con los miserables que se valen de su protección. Puesto que te complaces en el glorioso martirio de estos Santos, poniéndolos por mis intercesores, te pido me des una muerte en gracia tuya, y que me disponga para ella con las virtudes de la Fe, Esperanza y Caridad, y así mismo deseo el bien en cuanto fuere de tu agrado. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
   
Tres Padre Nuestros, Ave Marías y Glorias. Las oraciones y los Gozos se rezarán todos los días.

viernes, 18 de septiembre de 2020

Oración a San José de Cupertino para estudiar y mejorar la concentración

 

Éxtasis y milagros


Sus éxtasis, curaciones milagrosas y sucesos sobrenaturales eran tan frecuentes que no se conocen en semejante cantidad en ningún otro santo. 

San José de Cupertino tenía el don de levitar, el don la bilocación, el don de Sanación, podía curar tan solo haciendo la señal de la Cruz, podía exorcizar los demonios, podía comunicarse con los animales, podía leer en los corazones de la gente, y tenía el don de la profecía, llegando a predecir el futuro de tres papas. Tuvo también el don de tocar corazones hacia la conversión. Multiplicaba panes, miel, vino, y cualquier comida que se le ponía en frente.  


A los que le consultaban problemas espirituales les daba siempre un remedio:"Rezar, no cansarse nunca de rezar. Que Dios no es sordo ni el cielo es de bronce. Todo el que le pide recibe".

La oración del humilde traspasa las nubes, y no descansa hasta que llega (a su destino) ni se retira hasta que el Altísimo fija en ella su mirada [...]. Eclo 35, 21.



"El temor de Yahveh es el principio de la ciencia; los necios desprecian la sabiduría y la instrucción" Proverbios 1:7


Job 28:28
Y dijo Dios a los hombres:
«Servir fielmente al Señor: eso es sabiduría;
apartarse del mal: eso es inteligencia.»
 

 
"Basta de palabras. Todo está dicho. Teme a Dios y guarda sus mandamientos, que eso es ser hombre cabal."
— Eclesiastés 12:13
 

La consecución de los bienes, tanto morales como espirituales, exige dos virtudes: una para frenar y moderar las aspiraciones exageradas del hombre, y es la humildad; la otra para preservar al hombre del abatimiento y estimularlo a la conquista de las cosas grandes, y es la magnanimidad (Summa Theologiae., II-II, q. 161, a. 1). Santo Tomás

“Bienaventurados los puros de corazón porque ellos verán a Dios  

San Jerónimo
Como Dios es limpio sólo puede conocerse por el que es limpio de corazón. No puede ser templo de Dios el que no está completamente limpio, y esto es lo que se expresa cuando dice: "Porque ellos verán a Dios". 

Oración a San José de Cupertino para ser un buen estudiante

Querido Santo, purifica mi corazón, transfórmalo y hazlo semejante al tuyo, infunde en mí tu fervor, tu sabiduría y tu fé. Muestra tu bondad ayudándome y yo me esforzaré en imitar tus virtudes. Gloria...

Amable protector mío, el estudio frecuentemente me resulta difícil, duro y aburrido. Tú puedes hacérmelo fácil y agradable. Esperas solamente mi llamada. Yo te prometo un mayor esfuerzo en mis estudios y una vida más digna de tu santidad. Gloria...

Oh Dios, que dispusiste atraerlo todo a tu unigénito Hijo, elevado sobre la tierra en la Cruz, concédenos qué, por los méritos y ejemplos de tu Seráfico Confesor José, sobreponiéndonos a todas las terrenas concupiscencias, merezcamos llegar a El, que contigo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén. 


San José  de Cupertino modelo de pureza y humildad ruega por nosotros.

domingo, 13 de septiembre de 2020

La Exaltación de la Santa Cruz




El Año Litúrgico - Dom Próspero Gueranguer

SENTIDO DE LA FIESTA DE LA CRUZ. —- "Hermanos, temed en vosotros los mismos sentimientos que Cristo Jesús: el cual, poseyendo la forma de Dios, no creyó que era una rapiña el ser igual a Dios, sino que se anonadó tomando la forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres, y mostrándose en lo exterior como hombre. Se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz". Estas palabras del Apóstol, que leemos en la Epístola de la Misa, nos dan el sentido de la fiesta que celebramos hoy. Los términos de siervo y de cruz, cierto que son para nosotros palabras corrientes: han perdido el sentido infamante que en el mundo antiguo, antes de la era cristiana, tenían: los destinatarios de San Pablo debieron comprender, mejor que nosotros, todo su horror y en consecuencia, apreciar también mejor hasta qué abismos se había bajado Cristo en su encarnación y su muerte de Cruz.
EL SUPLICIO DE LA CRUZ. — Los antiguos ¿no consideraban a la Cruz "como el suplicio más ainfamante y más terrible "Con frecuencia se veía a un ladrón o a un esclavo clavado en la cruz; lo que podemos conocer nosotros de un modo indirecto sobre ese suplicio, nos permite apreciar un poco mejor todo su horror. El crucificado agonizaba lentamente; la asfixia producida por la extensión de los brazos en alto le ahogaba, y era atormentado por las calambres de sus nervios en tensión (Véase el libro del Doctor P. Barbet. La Passion de N. S. J. C. selon le chirurgien, Issoudun, 1950).
EL CULTO DE LA CRUZ. — Cristo padeció este suplicio espantoso por cada uno de nosotros. Con un amor infinito ofreció al Padre el sacrificio de su cuerpo extendido en la Cruz. Este instrumento de suplicio, objeto de infamia hasta entonces, se convierte en gloria para los cristianos: San Pablo sólo se gloría en la cruz del Señor, en la que está nuestra salvación, nuestra vida y nuestra resurrección, la cual nos ha hecho libres y salvos (Introito de la Misa).
El culto de la Cruz, como instrumento de nuestra redención, logró una gran extensión en la Iglesia cristiana. La Cruz es adorada y recibe homenajes que ninguna otra reliquia recibe; además las fiestas de la Santa Cruz revisten especial esplendor. El acontecimiento feliz del hallazgo de la Cruz ya fué festejado el 3 de mayo (Invención de la Santa Cruz): hoy celebra la Iglesia la fiesta de la Exaltación de la Cruz, cuyo origen es bastante complejo, pero su historia nos facilitará precisar el objeto.
ORÍGENES DE LA FIESTA DE ESTE DÍA. — E l 14 de septiembre es la fecha del aniversario de una dedicación que en la historia eclesiástica ha dejado un gran recuerdo.
El 14 de septiembre de 335 una multitud de curiosos, de peregrinos, de monjes, de clérigos y de prelados llegados de todas las provincias del Imperio, se juntaban en Jerusalén con motivo de la Dedicación del santuario magníficamente restaurado por el emperador Constantino, en el mismo sitio en que el Señor padeció y fué sepultado.
En años sucesivos el aniversario continuó celebrándose con no menos pompa. La peregrina española Eteria, que al fin del siglo IV fué a Jerusalén, nos refiere que más de cincuenta obispos asistían todos los años a las solemnidades del 14 de septiembre. La Dedicación tenía la misma categoría que la Pascua o la Epifanía, duraba ocho días y atraía una gran afluencia de peregrinos.
DOBLE OBJETO DE LA FIESTA. — El aniversario de la Dedicación se celebraba además con otros fines. Era el primero el recordar la antigua fiesta judía de los tabernáculos con que se ponía fin a las faenas de la vendimia. Se cree que caía en el día 14 de septiembre y la fiesta cristiana deala Dedicación debía reemplazarla. Pero hay otro recuerdo específicamente cristiano que ya desde fines del siglo IV estaba ligado a la fiesta del 14 de septiembre: la Invención del sagrado madero de la Cruz. Una ceremonia litúrgica, que lleva por nombre la Elevación o la Exaltación (hypsosis) (Sobre el origen de este término, véase Bulletin de l'Académie royale de Belgique, 1950, p. 551.) de la Cruz, conmemoraba todos los años este feliz descubrimiento. El punto mismo donde había sido fijada la Santa Cruz se consideraba como el centro del mundo. Y por eso un sacerdote levantaba el leño sagrado de la Cruz hacia las diversas partes del mundo. Como recuerdo de la ceremonia, los peregrinos se llevaban una pequeña redoma con aceite que había tocado a la Cruz.
PROPAGACIÓN DE LA FIESTA. — Esta ceremonia fué tomando cada vez mayor importancia, de modo que en el siglo VI los recuerdos de la Invención de la Cruz y de la Dedicación del Gólgota quedaron en segundo plano. Los fragmentos del sagrado madero se iban repartiendo por el mundo y a la vez se extendía por las Iglesias cristianas la ceremonia de la Exaltación. Constantinopla aceptó la fiesta en 612, en tiempo del emperador Heraclio. En Roma se introdujo la fiesta a lo largo del siglo VII. Por los días del Papa Sergio (+ 701), el 14 de septiembre se renovaba en Letrán la adoración de la Cruz que se hacía el Viernes Santo. Para esta ceremonia, los antiguos Sacramentarlos han conservado una oración "ad crucem salutandam". Pero este efímero rito desapareció luego de los usos romanos; la oración es lo único que se ha conservado en las colecciones de devoción privada. En nuestros días, la adoración de la Cruz del 14 de septiembre ya no se practica mas que en los monasterios y en algunas Iglesias.
NUEVO ESPLENDOR DE LA FIESTA. — En el correr de los siglos, un acontecimiento realzó de modo singular el esplendor de la fiesta de la Exaltación. El 614 los Persas tomaron Jerusalén y la pasaron a sangre y fuego. A continuación de las victorias del piadoso emperador Heraclio, se restauró la Ciudad Santa y Heraclio consignó la restitución de la Santa Cruz que los invasores habían llevado a Tesifonte. El 21 de marzo de 630, la Cruz fué nuevamente erigida en la Iglesia del Santo Sepulcro y el 14 de septiembre siguiente se volvió a continuar con la ceremonia de la Exaltación.
NUEVO CARÁCTER DE LA FIESTA. — Queda uno sorprendido al ver en la restauración de la antigua ceremonia un carácter nuevo de tristeza y de penitencia. Quizá contribuyesen las desgracias del imperio a hacer de esta ceremonia de aadoración, un oficio de intercesión en el que no se cesa de repetir una y otra vez el Kyrie eleison. El ayuno es de rigor este día, al menos entre los monjes.
Este carácter de intercesión se nota en los textos litúrgicos propios de la fiesta de este día. Así el Ofertorio y la Poscomunión imploran protección y ayuda, mientras que el Evangelio recuerda la Exaltación del Hijo del Hombre en la Cruz, prefigurada por la serpiente de bronce.
Ya que un rito de la fiesta de este día fué largo tiempo la adoración de la Cruz, transcribiremos la oración que San Anselmo compuso para la ceremonia del Viernes Santo:
¡Oh Cruz Santa, cuya vista nos recuerda aquella otra Cruz sobre la cual Nuestro Señor Jesucristo, con su propia muerte, nos libró de la muerte eterna, a la que miserablemente nos lanzábamos, y por la cual nos resucitó a la vida eterna que habíamos perdido por el pecado; adoro, venero y glorifico en ti aquella Cruz que representas y, en ella, al Señor misericordioso que por medio de ella realizó su obra de misericordia! ¡Oh Cruz amable, donde están nuestra salvación, nuestra vida y nuestra resurrección! ¡Oh madero precioso por quien fuimos libertados y salvados! ¡Oh símbolo con que fuimos sellados para Dios! ¡Oh Cruz gloriosa en quien únicamente debemos gloriarnos!
Y ¿cómo te alabaremos? ¿De qué modo te ensalzaremos? ¿Con qué corazón te rogaremos? ¿Con qué gusto me gloriaré en ti? Por ti se vacia el infierno; queda cerrado para todos los que fueron rescatados por ti. Los demonios por ti están amedrentados, reprimidos, vencidos, aplastados. El mundo por ti se renueva y hermosea, gracias a la verdad que brilla con esplendidez y a la justicia que en El reina. Por ti es justificada la naturaleza humana, pecadora; condenada, se salva; esclava del pecado y del infierno, consigue la libertad; muerta, vuelve a la vida. Por ti se restaura y perfecciona esta ciudad bienaventurada del cielo. Por ti Dios, el Hijo de Dios, quiso ser obediente a su Padre hasta la muerte para bien nuestro; por eso, puesto en la cruz, recibió un nombre que está por encima de todo nombre. Por ti preparó su trono y restableció su reino.
En ti esté y de ti proceda mi gloria, por ti y en ti esté mi verdadera esperanza. Por ti queden borrados mis pecados; muera por ti mi alma a la vida vieja y resucite a una nueva vida de justicia. Concédeme, te ruego, que, lavado ya en el bautismo de los pecados en que fui concebido y naci, me purifiques de nuevo de los que he contraído después de nacer a esta segunda vida; de esa manera llegaré por ti a los bienes para los que fué creado el hombre, gracias al mismo Jesucristo, Nuestro Señor, el cual sea bendito por todos los siglos. Así sea.

sábado, 12 de septiembre de 2020

Promesas de Jesús a los que pronuncian el nombre de María

Porque sólo Ella conjuró la maldición, trajo la bendición y abrió la puerta del paraíso. Por este motivo le va el nombre de "María", que significa "estrella del mar"; como la estrella del mar orienta a puerto a los navegantes, María dirige a los cristianos a la gloria (Santo Tomás, Sobre el Avemaría,1. c. , p. 185). 







Dice San Alfonso María de Ligorio en su libro "Las glorias de María" lo siguiente:

Capítulo X 
EL NOMBRE DE MARÍA 
Oh dulce, Virgen María 
El nombre de María es dulce en la vida y en la muerte 
1. María, nombre santo 
El augusto nombre de María, dado a la Madre de Dios, no fue cosa terrenal, ni inventado por la mente humana o elegido por decisión humana, como sucede con todos los demás nombres que se imponen. Este nombre fue elegido por el cielo y se le impuso por divina disposición, como lo atestiguan san Jerónimo, san Epifanio, san Antonino y otros. “Del Tesoro de la divinidad –dice Ricardo de San Lorenzo– salió el nombre de María”. De él salió tu excelso nombre; porque las tres divinas personas, prosigue diciendo, te dieron ese nombre, superior a cualquier nombre, fuera del nombre de tu Hijo, y lo enriquecieron con tan grande poder y majestad, que al ser pronunciado tu nombre, quieren que, por reverenciarlo, todos doblen la rodilla, en el cielo, en la tierra y en el infierno. Pero entre otras prerrogativas que el Señor concedió al nombre de María, veamos cuán dulce lo ha hecho para los siervos de esta santísima Señora, tanto durante la vida como en la hora de la muerte. 
2. María, nombre lleno de dulzura 
En cuanto a lo primero, durante la vida, “el santo nombre de María –dice el monje Honorio– está lleno de divina dulzura”. De modo que el glorioso san Antonio de Papua, reconocía en el nombre de María la misma dulzura que san Bernardo en el nombre de Jesús. “El nombre de Jesús”, decía éste; “el nombre de María”, decía aquél, “es alegría para el corazón, miel en los labios y melodía para el oído de sus devotos”. Se cuenta del V. Juvenal Ancina, obispo de Saluzzo, que al pronunciar el nombre de María experimentaba una dulzura sensible tan grande, que se relamía los labios. También se refiere que una señora en la ciudad de colonia le dijo al obispo Marsilio que cuando pronunciaba el nombre de María, sentía un sabor más dulce que el de la miel. Y, tomando el obispo la misma costumbre, también experimentó la misma dulzura. Se lee en el Cantar de los Cantares que, en la Asunción de María, los ángeles preguntaron por tres veces: “¿Quién es ésta que sube del desierto como columnita de humo? ¿Quién es ésta que va subiendo cual aurora naciente? ¿Quién es ésta que sube del desierto rebosando en delicias?” (Ct 3, 6; 6, 9; 8, 5). Pregunta Ricardo de San Lorenzo: “¿Por qué los ángeles preguntan tantas veces el nombre de esta Reina?” Y él mismo responde: “Era tan dulce para los ángeles oír pronunciar el nombre de María, que por eso hacen tantas preguntas”.
Pero no quiero hablar de esta dulzura sensible, porque no se concede a todos de manera ordinaria; quiero hablar de la dulzura saludable, consuelo, amor, alegría, confianza y fortaleza que da este nombre de María a los que lo pronuncian con fervor. 
3. María, nombre que alegra e inspira amor 
Dice el abad Francón que, después del sagrado nombre de Jesús, el nombre de María es tan rico de bienes, que ni en la tierra ni en el cielo resuena ningún nombre del que las almas devotas reciban tanta gracia de esperanza y de dulzura. El nombre de María –prosigue diciendo– contiene en sí un no sé qué de admirable, de dulce y de divino, que cuando es conveniente para los corazones que lo aman, produce en ellos un aroma de santa suavidad. Y la maravilla de este nombre –concluye el mismo autor– consiste en que aunque lo oigan mil veces los que aman a María, siempre les suena como nuevo, experimentando siempre la misma dulzura al oírlo pronunciar.
Hablando también de esta dulzura el B. Enrique Susón, decía que nombrando a María, sentía elevarse su confianza e inflamarse en amor con tanta dicha, que entre el gozo y las lágrimas, mientras pronunciaba el nombre amado, sentía como si se le fuera a salir del pecho el corazón; y decía que este nombre se le derretía en el alma como panal de miel. Por eso exclamaba: “¡Oh nombre suavísimo! Oh María ¿cómo serás tú misma si tu solo nombre es amable y gracioso!”
Contemplando a su buena Madre el enamorado san Bernardo le dice con ternura: “¡Oh excelsa, oh piadosa, oh digna de toda alabanza Santísima Virgen María, tu nombre es tan dulce y amable, que no se puede nombrar sin que el que lo nombra no se inflame de amor a ti y a Dios; y sólo con pensar en él, los que te aman se sienten más consolados y más inflamados en ansias de amarte”. Dice Ricardo de San Lorenzo: “Si las riquezas consuelan a los pobres porque les sacan de la miseria, cuánto más tu nombre, oh María, mucho mejor que las riquezas de la tierra, nos alivia de las tristezas de la vida presente”.
Tu nombre, oh Madre de Dios –como dice san Metodio– está lleno de gracias y de bendiciones divinas. De modo que –como dice san Buenaventura– no se puede pronunciar tu nombre sin que aporte alguna gracia al que devotamente lo invoca. Búsquese un corazón empedernido lo más que se pueda imaginar y del todo desesperado; si éste te nombra, oh benignísima Virgen, es tal el poder de tu nombre –dice el Idiota– que él ablandará su dureza, porque eres la que conforta a los pecadores con la esperanza del perdón y de la gracia. Tu dulcísimo nombre –le dice san Ambrosio– es ungüento perfumado con aroma de gracia divina. Y el santo le ruega a la Madre de Dios diciéndole: “Descienda a lo íntimo de nuestras almas este ungüento de salvación”. Que es como decir: Haz Señora, que nos acordemos de nombrarte con frecuencia, llenos de amor y confianza, ya que nombrarte así es señal o de que ya se posee la gracia de Dios, o de que pronto se ha de recobrar.
Sí, porque recordar tu nombre, María, consuela al afligido, pone en camino de salvación al que de él se había apartado, y conforta a los pecadores para que no se entreguen a la desesperación; así piensa Landolfo de Sajonia. Y dice el P. Pelbarto que como Jesucristo con sus cinco llagas ha aportado al mundo el remedio de sus males, así, de modo parecido, María, con su nombre santísimo compuesto de cinco letras, confiere todos los días el perdón a los pecadores. 
4. María, nombre que da fortaleza 
Por eso, en los Sagrados cantares, el santo nombre de María es comparado al óleo: “Como aceite derramado es tu nombre” (Ct 1, 2). Comenta así este pasaje el B. Alano: “Su nombre glorioso es comparado al aceite derramado porque, así como el aceite sana a los enfermos, esparce fragancia, y alimenta la lámpara, así también el nombre de María, sana a los pecadores, recrea el corazón y lo inflama en el divino amor”. Por lo cual Ricardo de San Lorenzo anima a los pecadores a recurrir a este sublime nombre, porque eso sólo bastará para curarlos de todos sus males, pues no hay enfermedad tan maligna que no ceda al instante ante el poder del nombre de María”.
Por el contrario los demonios, afirma Tomás de Kempis, temen de tal manera a la Reina del cielo, que al oír su nombre, huyen de aquel que lo nombra como de fuego que los abrasara. La misma Virgen reveló a santa Brígida, que no hay pecador tan frío en el divino amor, que invocando su santo nombre con propósito de convertirse, no consiga que el demonio se aleje de él al instante. Y otra vez le declaró que todos los demonios sienten tal respeto y pavor a su nombre que en cuanto lo oyen pronunciar al punto sueltan al alma que tenían aprisionada entre sus garras.
Y así como se alejan de los pecadores los ángeles rebeldes al oír invocar el nombre de María, lo mismo –dijo la Señora a santa Brígida– acuden numerosos los ángeles buenos a las almas justas que devotamente la invocan.
Atestigua san Germán que como el respirar es señal de vida, así invocar con frecuencia el nombre de María es señal o de que se vive en gracia de Dios o de que pronto se conseguirá; porque este nombre poderoso tiene fuerza para conseguir la vida de la gracia a quien devotamente lo invoca. En suma, este admirable nombre, añade Ricardo de San Lorenzo es, como torre fortísima en que se verán libres de la muerte eterna, los pecadores que en él se refugien; por muy perdidos que hubieran sido, con ese nombre se verán defendidos y salvados.
Torre defensiva que no sólo libra a los pecadores del castigo, sino que defiende también a los justos de los asaltos del infierno. Así lo asegura el mismo Ricardo, que después del nombre de Jesús, no hay nombre que tanto ayude y que tanto sirva para la salvación de los hombres, como este incomparable nombre de María. Es cosa sabida y lo experimentan a diario los devotos de María, que este nombre formidable da fuerza para vencer todas las tentaciones contra la castidad. Reflexiona el mismo autor considerando las palabras del Evangelio: “Y el nombre de la Virgen era María” (Lc 1, 27), y dice que estos dos nombres de María y de Virgen los pone el Evangelista juntos, para que entendamos que el nombre de esta Virgen purísima no está nunca disociado de la castidad. Y añade san Pedro Crisólogo, que el nombre de María es indicio de castidad; queriendo decir que quien duda si habrá pecado en las tentaciones impuras, si recuerda haber invocado el nombre de María, tiene una señal cierta de no haber quebrantado la castidad. 
5. María, nombre de bendición 
Así que, aprovechemos siempre el hermoso consejo de san Bernardo: “En los peligros, en las angustias, en las dudas, invoca a María. Que no se te caiga de los labios, que no se te quite del corazón”. En todos los peligros de perder la gracia divina, pensemos en María, invoquemos a María junto con el nombre de Jesús, que siempre han de ir estos nombres inseparablemente unidos. No se aparten jamás de nuestro corazón y de nuestros labios estos nombres tan dulces y poderosos, porque estos nombres nos darán la fuerza para no ceder nunca jamás ante las tentaciones y para vencerlas todas. Son maravillosas las gracias prometidas por Jesucristo a los devotos del nombre de María, como lo dio a entender a santa Brígida hablando con su Madre santísima, revelándole que quien invoque el nombre de María con confianza y propósito de la enmienda, recibirá estas gracias especiales: un perfecto dolor de sus pecados, expiarlos cual conviene, la fortaleza para alcanzar la perfección y al fin la gloria del paraíso. Porque, añadió el divino Salvador, son para mí tan dulces y queridas tus palabras, oh María, que no puedo negarte lo que me pides.
En suma, llega a decir san Efrén, que el nombre de María es la llave que abre la puerta del cielo a quien lo invoca con devoción. Por eso tiene razón san Buenaventura al llamar a María “salvación de todos los que la invocan”, como si fuera lo mismo invocar el nombre de María que obtener la salvación eterna. También dice Ricardo de San Lorenzo que invocar este santo y dulce nombre lleva a conseguir gracias sobreabundantes en esta vida y una gloria sublime en la otra. Por tanto, concluye Tomás de Kempis: “Si buscáis, hermanos míos, ser consolados en todos vuestros trabajos, recurrid a María, invocad a María, obsequiad a María, encomendaos a María. Disfrutad con María, llorad con María, caminad con María, y con María buscad a Jesús. Finalmente desead vivir y morir con Jesús y María. Haciéndolo así siempre iréis adelante en los caminos del Señor, ya que María, gustosa rezará por vosotros, y el Hijo ciertamente atenderá a la Madre”. 
6. María, nombre consolador 
Muy dulce es para sus devotos, durante la vida, el santísimo nombre de María, por las gracias supremas que les obtiene, como hemos vitos. Pero más consolador les resultará en la hora de la muerte, por la suave y santa muerte que les otorgará. El P. Sergio Caputo, jesuita, exhortaba a todos los que asistieran a un moribundo, que pronunciasen con frecuencia el nombre de María, dando como razón que este nombre de vida y esperanza, sólo con pronunciarlo en la hora de la muerte, basta para dispersar a los enemigos y para confortar al enfermo en todas sus angustias. De modo parecido, san Camilo de Lelis, recomendaba muy encarecidamente a sus religiosos que ayudasen a los moribundos con frecuencia a invocar los nombres de Jesús y de María como él mismo siempre lo había practicado; y mucho mejor lo practicó consigo mismo en la hora de la muerte, como se refiere en su biografía; repetía con tanta dulzura los nombres, tan amados por él, de Jesús y de María, que inflamaba en amor a todos los que le escuchaban. Y finalmente, con los ojos fijos en aquellas adoradas imágenes, con los brazos en cruz, pronunciando por última vez los dulcísimos nombres de Jesús y de María, expiró el santo con una paz celestial. Y es que esta breve oración, la de invocar los nombres de Jesús y de María, dice Tomás de Kempis, cuanto es fácil retenerla en la memoria, es agradable para meditar y fuerte para proteger al que la utiliza, contra todos los enemigos de su salvación. 
7. María, nombre de buenaventura 
¡Dichoso –decía san Buenaventura– el que ama tu dulce nombre, oh Madre de Dios! Es tan glorioso y admirable tu nombre, que todos los que se acuerdan de invocarlo en la hora de la muerte, no temen los asaltos de todo el infierno.
Quién tuviera la dicha de morir como murió fray Fulgencio de Ascoli, capuchino, que expiró cantando: “Oh María, oh María, la criatura más hermosa; quiero ir al cielo en tu compañía”. O como murió el B. Enrique, cisterciense, del que cuentan los anales de su Orden que murió pronunciando el dulcísimo nombre de María.
Roguemos pues, mi devoto lector, roguemos a Dios nos conceda esta gracia, que en la hora de la muerte, la última palabra que pronunciemos sea el nombre de María, como lo deseaba y pedía san Germán. ¡Oh muerte dulce, muerte segura, si está protegida y acompañada con este nombre salvador que Dios concede que lo pronuncien los que se salvan!
¡Oh mi dulce Madre y Señora, te amo con todo mi corazón! Y porque te amo, amo también tu santo nombre. Propongo y espero con tu ayuda invocarlo siempre durante la vida y en la hora de la muerte. Concluyamos con esta tierna plegaria de san Buenaventura: “Para gloria de tu nombre, cuando mi alma esté para salir de este mundo, ven tú misma a mi encuentro, Señora benditísima, y recíbela”. No desdeñes, oh María –sigamos rezando con el santo– de venir a consolarme con tu dulce presencia. Sé mi escala y camino del paraíso. Concédele la gracia del perdón y del descanso eterno. Y termina el santo diciendo: “Oh María, abogada nuestra, a ti te corresponde defender a tus devotos y tomar a tu cuidado su causa ante el tribunal de Jesucristo”. 
EJEMPLO 
La joven María librada del demonio 
Refiere el P. Rho en su libro de los Sábados, y el P. Lireo en su Trisagio Mariano, que hacia el año 1465, vivía en Güeldres una joven llamada María. Un día la mandó un tío suyo a la ciudad de Nimega a hacer unas compras, diciéndole que pasara la noche en casa de otra tía que allí vivía. Obedeció la joven, pero al ir por la tarde a casa de la tía, ésta la despidió groseramente. La joven desconsolada, emprendió el camino de vuelta. Cayó la noche por el camino, y ella, encolerizada, llamó al demonio en su ayuda. He aquí que se le aparece en forma de hombre, y le promete ayudarla con cierta condición. “Todo lo haré”, respondió la desgraciada. “No te pido otra cosa –le dijo el enemigo– sino que de hoy en adelante no vuelvas a hacer la señal de la cruz y que cambies de nombre”. “En cuanto a lo primero, no haré más la señal de la cruz –le respondió–, pero mi nombre de María, no lo cambiaré. Lo quiero demasiado”. “Y yo no te ayudaré”, le replicó el demonio. Por fin, después de mucho discutir, convinieron en que se llamase con la primera letra del nombre de María, es decir: Eme. Con este pacto se fueron a Amberes; allí vivió seis años con tan perversa compañía, llevando una vida rota, con escándalo de todos.
Un día le dijo al demonio que deseaba volver a su tierra; al demonio le repugnaba la idea, pero al fin hubo de consentir. Al entrar los dos en la ciudad de Nimega, se encontraron con que se representaba en la plaza la vida de Santa María. Al ver semejante representación, la pobre Eme, por aquel poco de devoción hacia la Madre de Dios que había conservado, rompió a llorar. “¿Qué hacemos aquí? –le dijo el compañero–. ¿Quieres que representemos otra comedia?” La agarró para sacarla de aquel lugar, pero ella se resistía, por lo que él, viendo que la perdía, enfurecido la levantó en el aire y la lanzó al medio del teatro. Entonces la desdichada contó su triste historia. Fue a confesarse con el párroco que la remitió al obispo y éste al Papa. Éste, una vez oída su confesión, le impuso de penitencia llevar siempre tres argollas de hierro, una al cuello, y una en cada brazo. Obedeció la penitente y se retiró a Maestricht donde se encerró en un monasterio para penitentes. Allí vivió catorce años haciendo ásperas penitencias. Una mañana, al levantarse vio que se habían roto las tres argollas. Dos años después murió con fama de santidad; y pidió ser enterrada con aquellas tres argollas que, de esclava del infierno, la habían cambiado en feliz esclava de su libertadora. 
ORACIÓN PARA INVOCAR EL NOMBRE DE MARÍA 
¡Madre de Dios y Madre mía María!
Yo no soy digno de pronunciar tu nombre;
pero tú que deseas y quieres mi salvación,
me has de otorgar, aunque mi lengua no es pura,
que pueda llamar en mi socorro
tu santo y poderoso nombre,
que es ayuda en la vida y salvación al morir. 
¡Dulce Madre, María!
haz que tu nombre, de hoy en adelante,
sea la respiración de mi vida.
No tardes, Señora, en auxiliarme
cada vez que te llame.
Pues en cada tentación que me combata,
y en cualquier necesidad que experimente,
quiero llamarte sin cesar; ¡María! 
Así espero hacerlo en la vida,
y así, sobre todo, en la última hora,
para alabar, siempre en el cielo tu nombre amado:
“¡Oh clementísima, oh piadosa,
oh dulce Virgen María!”
¡Qué aliento, dulzura y confianza,
qué ternura siento
con sólo nombrarte y pensar en ti! 
Doy gracias a nuestro Señor y Dios,
que nos ha dado para nuestro bien,
este nombre tan dulce, tan amable y poderoso.
Señora, no me contento
con sólo pronunciar tu nombre;
quiero que tu amor me recuerde
que debo llamarte a cada instante;
y que pueda exclamar con san Anselmo:
“¡Oh nombre de la Madre de Dios,
tú eres el amor mío!” 
Amada María y amado Jesús mío,
que vivan siempre en mi corazón y en el de todos,
vuestros nombres salvadores.
Que se olvide mi mente de cualquier otro nombre,
para acordarme sólo y siempre,
de invocar vuestros nombres adorados. 
Jesús, Redentor mío, y Madre mía María,
cuando llegue la hora de dejar esta vida,
concédeme entonces la gracia de deciros:
“Os amo, Jesús y María;
Jesús y María,
os doy el corazón y el alma mía”.



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