jueves, 25 de diciembre de 2025

25 de diciembre EL SANTO DÍA DE NAVIDAD

 

Lucas 2:11 os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor



 - Lc 2,8-12 -

Estaban velando en aquellos contornos unos pastores, y haciendo centinela de noche sobre su grey, cuando de improviso un ángel del Señor apareció junto a ellos, y cercóles con su resplandor una luz divina; lo cual les llenó de sumo temor. Díjoles entonces el ángel: "No tenéis que temer, pues vengo a daros una nueva de grandiosísimo gozo para todo el pueblo, y es que hoy ha nacido en la ciudad de David el Salvador, que es el Cristo o Mesías, el Señor nuestro: y sírvaos de señal que hallaréis al Niño envuelto en pañales y reclinado en un pesebre". (vv. 8-12)

El Año Litúrgico – Dom Próspero Gueranguer

FIN DE LA VIGILIA. — El día feliz de la Vigilia de Navidad toca a su fin. La Iglesia ha clausurado ya los Oficios divinos propios del Adviento con la celebración del gran Sacrificio. Con maternal clemencia ha permitido a sus hijos quebrantar desde medio día el ayuno preparativo; los fieles se han sentado a la frugal mesa con una alegría espiritual que los hace sentir de antemano la que invadirá sus corazones en la noche que les va a traer al divino Emmanuel.

Mas, una fiesta tan solemne como la de mañana debe comenzar desde el día anterior, como acostumbra hacerlo la Iglesia en sus festividades. Dentro de unos momentos va a llamar la Iglesia a los cristianos al templo para el Oficio de las Primeras Vísperas, en el que se ofrece a Dios el incienso de la tarde. El esplendor de las ceremonias y la magnificencia de los cantos van a preparar a las almas para las emociones de amor y gratitud que las dispondrán a recibir las gracias en el momento supremo.

En espera de la llamada que nos ha de invitar a la casa de Dios, aprovechemos los instantes que nos quedan para ahondar en el misterio de tan gran día y, en los sentimientos que embargan a la Santa Iglesia en esta fiesta, y en las tradiciones católicas que tanto ayudaron a que la celebraran dignamente nuestros antepasados.

SERMÓN DE SAN GREGORIO NACIANCENO. — Primeramente, escuchemos la voz de los santos Padres que resuena con un énfasis y una elocuencia capaces de despertar a toda alma que no esté muerta. He aquí en primer lugar a San Gregorio el Teólogo, Obispo de Nacianzo, en su discurso treinta y ocho dedicado a la Teofanla o Nacimiento del Salvador: ¿quién será capaz de permanecer frío oyendo sus palabras?

“Cristo nace; ensalzadle. Cristo baja del cielo; salidle al encuentro. Cristo está ya en la tierra; oh hombres, elevaos. Cante al Señor toda la tierra y para decirlo todo en una sola palabra: Alégrense los cielos y salte de gozo la tierra por causa de Aquel que es al mismo tiempo del cielo y de la tierra. Cristo se viste con nuestra carne, estremeced de temor y alegría: de temor por razón de vuestros pecados, de alegría por la esperanza. Cristo nace de una Virgen; mujeres, honrad la virginidad para que lleguéis a ser Madres de Cristo.

¿Quién no adorará al que existió eternamente? ¿quién no alabará y ensalzará al que acaba de nacer? He aquí que se deshacen las tinieblas; es creada la luz; Egipto permanece en las sombras, e Israel es alumbrado por la columna luminosa. El pueblo que estaba sentado en las tinieblas de la ignorancia ve el resplandor de una profunda ciencia. Ha terminado lo antiguo; todo es ya nuevo. Le letra huye, triunfa el espíritu; las sombras han pasado; la verdad ha hecho su aparición. La naturaleza ve sus leyes violadas; ha llegado el momento de poblar el mundo celestial: Cristo manda; guardémonos de oponer resistencia.

Aplaudid, naciones todas: porque un Niño nos ha sido dado, un Hijo nos ha nacido. La señal de su principado está sobre sus espaldas: porque la cruz ha de ser el instrumento de su exaltación; su nombre es Angel del gran consejo, es decir, del consejo paterno.

Ya puede San Juan exclamar: ¡Preparad el camino del Señor! En cuanto a mí, quiero publicar la magnificencia de tan gran día: El incorpóreo se encarna; el Verbo toma carne; el Invisible se deja ver de nuestros ojos, el Impalpable se deja tocar: el que no conoce el tiempo, toma principio en él; el Hijo de Dios se hace hijo del hombre. Jesucristo fué ayer; es hoy, y será siempre. Escandalícese el Judío; mófese el Griego, muévase la lengua del hereje su boca impura. También, ellos creerán por fin en el Hijo de Dios, cuando le vean subir al cielo; y, si aún entonces se niegan hacerlo, creerán cuando baje del cielo para juzgarlos en su tribunal justiciero”.

SERMÓN DE SAN BERNARDO. — Oigamos ahora, en la Iglesia latina, al piadoso San Bernardo, que, en el Sermón VI de la Vigilia de Navidad derrama una dulce alegría en sus melodiosas palabras.

“Acabamos de oír una noticia llena de gracia y a propósito para ser recibida con transportes de alegría: Jesucristo, Hijo de Dios, nace en Belén de Judea. Mi alma se ha derretido al oír esta frase; mi espíritu se agita dentro de mí, obligándome a comunicaros esta felicidad. Jesús quiere decir Salvador: ¿Hay algo más necesario que un Salvador para los que estaban perdidos, más deseable para los desgraciados, más conveniente para los que carecían de esperanza? ¿Dónde estaba la salvación, dónde ni siquiera la esperanza de salvación por ligera que fuese, bajo esa ley de pecado, en ese cuerpo de muerte, en medio de esa maldad, en esa mansión de llanto, si la salvación no hubiese nacido de repente y contra toda esperanza? ¡Oh hombre, deseas ciertamente la salud; pero conociendo tu debilidad y tu flaqueza, temes la dureza del tratamiento! No temas: Cristo es dulce y suave; inmensa su misericordia; por ser Cristo, ha recibido la unción para derramarla sobre tus heridas. Mas, al decirte que es dulce, no vayas a creer que carece de poder; porque se añade que es Hijo de Dios. Saltemos, pues, de gozo repasando dentro de nosotros mismos y pronunciando esa dulce frase, esa suave palabra: ¡Jesucristo, Hijo de Dios, nace en Belén de Judea!”

SERMÓN DE SAN EFRÉN. — Es, pues, un gran día el del Nacimiento del Salvador: día esperado por el género humano durante miles de años; esperado por la Iglesia en esas cuatro semanas de Adviento, de tan grato recuerdo; esperado por la naturaleza entera, que, a su llegada, vuelve a ver todos los años el triunfo del sol material sobre las tinieblas siempre crecientes. El gran Doctor de la Iglesia Siria, San Efrén, celebra con entusiasmo el encanto y la fecundidad de este misterioso día; tomemos sólo una muestra de esa divina poesía y digamos con él:

“Dignáos, Señor, permitirnos celebrar hoy el día propio de tu natalicio, que la fiesta de hoy nos trae a la memoria. Este día es semejante a Ti; es amigo de los hombres. Vuelve anualmente a través de los siglos; envejece con los viejos y se rejuvenece con el niño que acaba de nacer. Todos los años nos visita y pasa, para volver con nuevos atractivos. Sabe que la naturaleza humana no podría prescindir de él; lo mismo que Tú, trata de ayudar a nuestra raza en peligro. Todo el mundo, Señor, ansia el día de tu nacimiento; este feliz día lleva en sí todos los siglos venideros; es uno y se multiplica. Sea, pues, semejante a Ti también este año, y tráiganos la paz entre el cielo y la tierra. Si todos los días son testigos de tu magnanimidad, ¿cuánto más deberá serlo éste?

Los demás días del año toman de él su belleza. y las fiestas que van a seguir le deben la dignidad y el esplendor con que brillan. El día de tu nacimiento es un tesoro, Señor, un tesoro destinado a pagar la deuda común. Bendito sea el día que nos ha hecho ver el sol a los que andábamos errantes en la noche oscura; que nos ha traído la mies divina con la que nadaremos en la abundancia; que nos ha dado la rama de la viña, abundante en el líquido de salvación que nos comunicará a su debido tiempo. En medio del invierno que priva a los árboles de sus frutos, la viña se ha revestido de una exuberante vegetación; en la estación del hielo, el tallo ha brotado de la raíz de Jesé. En diciembre, en este mes que guarda todavía en sus entrañas la semilla que se le confió, es cuando la espiga de nuestra salvación se yergue del seno de la Virgen, a donde había bajado en los días de la primavera, cuando los corderuelos triscan por las praderas.”

No es, pues, de extrañar que este día haya sido privilegiado en la economía del tiempo, y hasta vemos con satisfacción que las mismas naciones paganas presienten en sus calendarios la gloria que le estaba reservada en el curso de los siglos. Hemos visto también que no fueron los Gentiles los únicos en prever misteriosamente las relaciones del divino Sol de justicia con el astro caduco que ilumina y da calor al mundo; los santos Doctores y la Liturgia entera hablan continuamente de esta inefable armonía.

BAUTISMO DE CLODOVEO. — Con el fin de grabar más hondamente la importancia de tan sagrado día en la memoria de los pueblos cristianos de Europa, pueblos de elección en los designios misericordiosos de Dios, el soberano Señor de los acontecimientos quiso que el reino de los Francos naciera el día de Navidad (496), cuando en el Batisterio de Reims, en medio de las pompas de esta solemnidad, Clodoveo, el fiero Sicambro, convertido en dulce cordero, fue sumergido por San Remigio en la fuente de salvación, de la que salió para fundar la primera monarquía católica entre las nuevas naciones, ese reino de Francia, el más bello, se ha dicho, después del cielo.

LA CONVERSIÓN DE INGLATERRA. — Un siglo después (597) sucedía algo parecido al pueblo anglosajón. El Apóstol de la isla de los Bretones, el monje San Agustín, después de haber convertido a la religión verdadera al rey Etelredo, seguía conquistando almas. Dirigiéndose hacia York, predicaba la palabra de vida, y un pueblo entero se reunía pidiendo el Bautismo. Fué fijado el día de Navidad para la regeneración de los nuevos discípulos de Cristo; y el río que corre bajo las murallas de la ciudad fué elegido para servir de fuente bautismal a aquel ejército de catecúmenos. Diez mil hombres, sin contar mujeres y niños, bajan a las aguas cuya corriente debe llevarse la impureza de sus almas. La crudeza del tiempo no es capaz de detener a aquellos nuevos pero fervientes discípulos del Niño de Belén, los cuales desconocían hasta su nombre pocos días antes. Un ejército completo de neófitos sale radiante de alegría e inocencia del seno de las olas heladas, y el día de su Nacimiento cuenta Cristo una nación más bajo su imperio.

Mas no bastará esto todavía al Señor, empeñado en la tarea de honrar el día del Nacimiento de su Hijo.

LA CORONACIÓN DE CARLOMAGNO. — Otro ilustre nacimiento debía aún embellecer este feliz aniversario. En Roma, en la Basílica de San Pedro, y en la fiesta de Navidad del año 800, nacía el Sacro Imperio Romano, al que estaba reservada la misión de propagar el reino de Cristo en las regiones bárbaras del Norte, y mantener la unídad europea, bajo la dirección del Romano Pontífice. San León III colocaba en este día la corona imperial sobre la cabeza de Carlomagno; y la tierra, admirada, volvía a contemplar a un César, un Augusto, no un César o un Augusto sucesor de los Césares y Augustos de la Roma pagana, sino investido de esos gloriosos títulos por el Vicario de Aquel que en las profecías se llama Rey de reyes y Señor de los señores.

LA GLORIA DEL DÍA DE NAVIDAD. — De este modo ha querido Dios hacer brillar a los ojos de los hombres la gloria del real Niño que ha nacido hoy; así ha dispuesto de cuando en cuando, a través de los siglos, esos ilustres aniversarios de la Natividad que da gloria a Dios y paz a los hombres.

Los siglos venideros podrán decir cómo se reserva aún el Altísimo el derecho de glorificar en este día su nombre y el de su Emmanuel.

Entretanto, las naciones de Occidente, conocedoras de la dignidad de esta fiesta y considerándola con razón como el principio universal de todo, en la era de la renovación del mundo, contaron durante mucho tiempo sus años partiendo de Navidad, como se puede apreciar por los antiguos calendarios, por los Martirologios de Usuardo y de Adón y por un gran número de Bulas, de Cartas y Diplomas. En 1313 un concilio de Colonia nos muestra subsistente todavía en esa época esta costumbre. Varios pueblos de la Europa católica, han guardado hasta el día de hoy la costumbre de celebrar el nuevo año en la fiesta de Navidad. Se desea feliz Navidad como entre nosotros el día primero de enero feliz año nuevo. Se cambian cumplidos y regalos; se escribe a los amigos ausentes: ¡restos preciosos de las antiguas costumbres que tenían la fe como fundamento y muralla inexpugnable!

Es tal la alegría que a los ojos de la Santa Iglesia debe llenar a los fieles en la Natividad del Salvador, que, asociándose a ella misericordiosamente, dispensa el día de mañana el precepto de la abstinencia cuando Navidad cae en viernes o sábado. Esta dispensa se remonta al Papa Honorio III, que gobernaba en 1216; pero ya desde el siglo IX San Nicolás I, en su respuesta a consultas de los Búlgaros, había manifestado una condescendencia parecida, con objeto de animar la alegría de los fieles en la celebración no sólo de la fiesta de Navidad, sino también en las de San Esteban, de San Juan Evangelista, de la Epifanía, de la Asunción de Nuestra Señora, de San Juan Bautista y de San Pedro y San Pablo. Pero esta dispensa no fue universal y sólo se ha mantenido para la fiesta de Navidad, contribuyendo así a aumentar la alegría popular. La legislación civil de la Edad Medía, en su deseo de confirmar a su modo la importancia que daba a una fiesta tan querida de toda la cristiandad, concedía a los deudores la facultad de supender el pago a los acreedores durante toda la semana de Navidad, que por esta razón era apellidada semana de remisión, lo mismo que las de Pascua y Pentecostés.

Pero dejemos un momento estos datos familiares que nos hemos complacido en reunir a propósito de la gloriosa festividad que conmueve tan dulcemente nuestros corazones; es hora de que acudamos a la casa de Dios, a donde nos llama el Oñcio solemne de las Primeras Vísperas. Por el camino, vayamos pensando en Belén, a donde han llegado ya José y María. El sol material camina rápidamente al ocaso; y el divino Sol de justicia permanece todavía oculto por algunos momentos bajo la nube, en el seno de la más pura de las vírgenes. Se acerca la noche; José y María recorren las calles de la ciudad de David, buscando un asilo para albergarse. Atención, pues, corazones fieles, ¡unios a los dos incomparables peregrinos! Ha llegado la hora de que salga de toda lengua humana un canto de gloria y agradecimiento. Para expresarnos, aceptemos con diligencia la voz de la Santa Iglesia, que estará a la altura de tan noble tarea.

ANTES DE LOS OFICIOS NOCTURNOS

MAITINES. — Deben saber los fieles que, en los primeros siglos de la Iglesia, no se celebraba nunca una fiesta solemne sin hacer su preparación por medio de una Vigilia, en la que el pueblo cristiano, renunciando al sueño, llenaba la Iglesia y seguía fervorosamente la salmodia y las lecturas; este conjunto constituía lo que hoy llamamos Oficio de Maitines. Se dividía la noche en tres partes, conocidas con el nombre de Nocturnos; al apuntar el alba comenzaban otros cánticos más solemnes que formaban el Oficio de, las alabanzas, que de ahí ha quedado con el nombre de Laudes. Este Oficio divino, que ocupaba gran parte de la noche, se celebra aún diariamente aunque a horas menos penosas, en los Capítulos y Monasterios, y es recitado en privado por todos los clérigos obligados al rezo, del que forma la parte más notable. Con la pérdida de las prácticas litúrgicas desapareció también la costumbre de que los fieles tomasen parte en la celebración de los Maitines; y, en la mayoría de las iglesias parroquiales y aun de las catedrales de Francia, se terminó por no cantarlos más que cuatro veces al año: a saber, los tres últimos días de la Semana Santa, siendo todavía hoy anticipados a la tarde anterior, con el nombre de Tinieblas; y finalmente el día de Navidad, que se celebran a la misma hora, poco más o menos que antiguamente.

El Oficio de la noche de Navidad fué siempre objeto de una especial devoción y solemnidad entre todos los del año: primero por razón de ser la hora en que la Santísima Virgen dió a luz al Salvador, y por eso debemos esperarla en oración y ardientes deseos; además, porque esta noche la Iglesia no se contenta con celebrar el Oficio de Maitines de un modo ordinario, sino que, por excepción única y para mejor honrar el divino Nacimiento, añade la ofrenda del santo Sacrificio de la Misa, precisamente a media noche, que es cuando María dió su augusto fruto a la tierra. De ahí que en muchos lugares, sobre todo en las Galias, según testimonio de San Cesáreo de Arlés, los fieles pasaban toda la noche en la Iglesia.

En Roma, durante varios siglos, por lo menos del séptimo al undécimo, se decían dos Maitines en la noche de Navidad. Los primeros se cantaban en la Basílica de Santa María la Mayor; se comenzaban en cuanto se ponía el sol; no se decía Invitatorio en ellos, y a continuación de este primer Oficio nocturno el Papa celebraba a media noche la primera Misa de Navidad. Inmediatamente después, se trasladaba con el pueblo a la Iglesia de Santa Anastasia, donde celebraba la Misa de la Aurora. Luego, la piadosa comitiva se dirigía con el Pontífice, a la Basílica de San Pedro, donde comenzaban inmediatamente los segundos Maitines. Estos tenían su Invitatorio y eran seguidos de Laudes: terminados éstos y los Oficios siguientes a sus horas correspondientes, el Papa celebraba la tercera y última Misa a la hora de Tercia. Amalario y el antiguo liturgista del siglo XII que se ha dado a conocer con el nombre de Alcuino nos han transmitido estos detalles, que están de acuerdo con el texto de los antiguos Antifonarios de la Iglesia Romana publicados por el Beato José María Tomasí y por Gallicioli.

Eran tiempos de fe viva; para ellos las horas pasaban veloces en la casa de Dios, porque la oración servía de poderoso lazo de unión a los pueblos abrevados continuamente en los divinos misterios. Entonces se gustaba la oración de la Iglesia; las ceremonias de la Liturgia, que son su necesario complemento, no eran como hoy un espectáculo mudo, o a lo más impregnado de una vaga poesía; las masas sentían y creían lo mismo que los individuos. ¿Quién nos devolverá esta comprensión de lo sobrenatural, sin la cual tantas personas de hoy día se jactan de ser cristianas y católicas?

LA NOCHE DE NAVIDAD. — A pesar de todo, todavía no se ha extinguido gracias a Dios por completo entre nosotros esa fe práctica; esperemos que volverá aún algún día a revivir con su antigua vida. ¡Cuántas veces nos hemos complacido en buscar y observar sus huellas en el seno de esas familias patriarcales, numerosas todavía en nuestras pequeñas ciudades y aldeas! Allí fue donde vimos, y ningún recuerdo de infancia nos es tan grato, a toda una familia, que, después de la frugal colación de la noche, se reunía en torno a un gran hogar, en espera de que sonara la señal para acudir a la Misa de la media noche.

Allí estaban preparados de antemano los platos que habían de ser servidos a la vuelta, apetitosos, sin ser rebuscados y que habían también de contribuir a la alegría de tan santa noche: en medio del hogar ardía un grueso tronco, llamado “leño de Navidad”, que calentaba toda la sala. Había de consumirse lentamente durante los Oficios para que a su vuelta encontraran un reconfortante brasero los miembros de los ancianos y de los niños ateridos por el frío.

Allí se hablaba animadamente del misterio de la solemne noche; se compadecía a María y a su dulce Hijo expuesto a los rigores del invierno en un establo abandonado; luego se entonaban algunos de aquellos villancicos que habían servido para entretenerlos durante las largas vigilias del Adviento.

Las voces y los corazones estaban de acuerdo al ejecutar aquellas populares melodías compuestas en días mejores. Aquellos ingénuos cantos referían la visita del Angel Gabriel a María y el anuncio de la maternidad divina hecho a la digna doncella; la pena de María y de José al recorrer las calles de Belén en busca de un albergue en las posadas de aquella ingrata ciudad; el milagroso alumbramiento de la Reina del cielo; los encantos del Recién Nacido en su humilde cuna; la llegada de los pastores con sus rústicos regalos, su música un tanto ruda y la sencilla fe de sus corazones.

Animábanse pasando de un villancico a otro; olvidaban sus preocupaciones; consolaban sus penas y ensanchábase el alma; mas de pronto la voz de las campanas, que resonaban en la noche, terminaban con tan ruidosos como amables conciertos. Comenzaban a salir hacia la Iglesia; ¡qué felices entonces los niños a quienes su edad permitía ya asociarse por vez primera a las alegrías inefables de esta solemne noche; tan santas y fuertes impresiones debían quedar grabadas en su alma durante el resto de su vida!

Pero ¿a dónde nos llevan estos encantadores recuerdos? Con objeto de ocupar útilmente los últimos momentos que preceden a la entrada en la Iglesia, quisiéramos sugerir a nuestros lectores algunas consideraciones que les unan al espíritu de la Iglesia, fijando su corazón y su fantasía sobre objetos reales y consagrados por los misterios que se celebran en esta augusta noche.

LA GRUTA DE BELÉN. — Así pues, en esta hora nuestro pensamiento debiera volar con preferencia hacia tres lugares que existen en el mundo. El primero es Belén, y en Belén, la gruta del Nacimiento quien nos reclama. Acerquémonos con santo respeto y contemplemos el humilde asilo que el Hijo del Eterno bajado del cielo ha escogido para su primera morada. Este establo, cavado en la roca, se halla situado fuera de la ciudad; tiene unos cuarenta pies de largo por doce de ancho. El asno y el buey anunciados por el Profeta están junto a la cueva, testigos mudos del divino misterio que el hombre se ha negado a recibir en su casa.

José y María se encuentran también en el humilde retiro; los rodea el silencio de la noche; mas su corazón se dilata en alabanzas y adoraciones dirigidas al Dios que se digna satisfacer de manera tan perfecta por el orgullo humano. La purísima María prepara los pañales que han de envolver los miembros del celeste Infante, y espera con inefable paciencia el momento en que sus ojos verán por fln el fruto bendito de sus castas entrañas, y podrá cubrirle con sus besos y caricias y amamantarle con su leche virginal.

Mas, antes de salir del seno materno y de hacer su entrada visible en este mundo pecador, el divino Salvador se inclina ante su Padre celestial y, conforme a la revelación del Salmista explicada por el gran Apóstol San Pablo en la Epístola a los Hebreos, dice: ¡Oh Padre mío! ya estás harto de los groseros sacrificios de la Ley; esas vacías ofrendas no han aplacado tu justicia; pero me has dado un cuerpo; héme aquí pronto a sacrificarme; vengo a cumplir tu voluntad.” (Herbr., X, 7.)

Todo esto ocurría, a estas horas, en el establo de Belén; los Angeles del Señor estaban maravillados ante tan gran misericordia de un Dios para con sus rebeldes criaturas, contemplando al mismo tiempo con gran placer el gracioso semblante de la Virgen sin mancha, y esperando el momento en que la Rosa mística iba por fin a abrirse para derramar su divino perfume.

¡Feliz gruta de Belén, testigo de semejantes maravillas ! ¿Quién no dejará allí ahora su corazón? ¿Quién no la preferiría a los más suntuosos palacios de los reyes? Ya, desde los primeros días del cristianismo, la piedad de los fieles la rodeó de la más tierna devoción, hasta que la gran Santa Elena, elegida por Dios para reconocer y honrar en la tierra las huellas del Hombre-Dios, hizo construir en Belén la magnífica Basílica que debía guardar en su recinto el trofeo del amor de Dios hacia su criatura.

Transportémonos con el pensamiento a esta Iglesia que todavía subsiste; contemplemos allí, en medio de infieles y herejes, a los religiosos que sirven aquel santuario, y que se disponen a cantar en nuestra lengua latina los mismos cánticos que bien pronto vamos a oír nosotros. Son hijos de San Francisco, héroes de la pobreza, discípulos del Niño de Belén; precisamente por ser oequeños y débiles son los únicos que hoy día desde hace cinco siglos, sostienen las batallas del Señor en aquellos lugares de la Tierra Santa, que la espada de los Cruzados se cansó de defender. Esta noche oremos en unión con ellos; besemos con ellos la tierra en aquel lugar de la gruta, en que se lee con palabras de oro: Hic DE VIRGINE MARÍA IESUS CHRISTUS NATUS EST.

Pero en vano buscaríamos hoy en Belén la feliz cueva que acogió al divino Infante. Hace ya doce siglos que huyó de aquellas tierras maldecidas por Dios, viniendo a buscar refugio en el centro de la catolicidad en Roma, la Esposa favorecida por el Redentor.

LA BASÍLICA DEL PESEBRE. — Roma es por tanto, el segundo lugar del mundo que debe visitar nuestro corazón en esta noche afortunada. Pero dentro de la ciudad santa, hay un santuario que en este momento reclama toda nuestra devoción y nuestro amor. Es la Basílica del Pesebre, la magnifica y radiante Iglesia de Santa María la Mayor. Reina de las numerosas Iglesias que la devoción de los romanos dedicó a la Madre de Dios, levanta su magnificencia sobre el Esquilino, resplandeciente de oro y mármol, pero afortunada sobre todo por poseer en su interior, junto con el retrato de la Virgen Madre atribuido a San Lucas, el humilde y glorioso Pesebre que los impenetrables designios del Señor hicieron que saliese de Belén para confiarlo a su guarda. Un pueblo innumerable se agolpa en la Basílica en espera del feliz instante en que el evocador monumento del amor y de las humillaciones de un Dios, aparezca llevado sobre los hombros de los ministros sagrados, como arca de la nueva alianza cuya ansiada visión tranquiliza al pecador y hace palpitar de emoción el corazón del justo. Quiso Dios que Roma, que debía ser la nueva Jerusalén, fuese también la nueva Belén, y que los hijos de su Iglesia hallasen en este centro inconmovible de su fe, el alimento abundante e inagotable de su amor.

NUESTRO CORAZÓN. —- Visitemos finalmente el tercer santuario donde se va a realizar esta noche el misterio del Nacimiento del Hijo divino de María. Este tercer templo está a nuestro lado; está dentro de nosotros: es nuestro propio corazón. Nuestro corazón es el Belén que Jesús quiere visitar, en el que desea nacer para morar allí y crecer hasta llegar al hombre perfecto, como dice el Apóstol (Ef., IV, 13). Si desciende hasta el establo de la ciudad de David, es sólo para poder llegar con mayor seguridad hasta nuestro corazón, al que amó con amor eterno hasta el extremo de descender del cielo para venir a habitar en él. El seno de María le llevó nueve meses; en nuestro corazón quiere vivir eternamente.

¡Oh corazón del Cristiano, Belén viviente, prepárate y alégrate!; por la confesión de tus pecados, por la contrición de tus faltas, por la penitencia de tus delitos estás ya dispuesto para esa alianza que el Niño Dios desea hacer contigo. Está ahora atento; vendrá en medio de la noche. Hállete preparado como halló el establo, el pesebre y los pañales. Tú no puedes ofrecerle las puras y maternales caricias de María, ni los cariñosos cuidados de José; preséntale las adoraciones y el amor sencillo de los pastores. Como la Belén de los actuales tiempos, tu vives en medio de los Infleles, de los que no conocen el divino misterio del amor; sean tus votos secretos y sinceros como los que esta noche subirán hacia el cielo desde el fondo de la gloriosa y santa gruta que reúne a los fieles en torno a los hijos de San Francisco. En el gozo de esta santa noche sé semejante a la radiante Basílica que guarda en Roma el tesoro del Santo Pesebre y el dulce retrato de la Virgen Madre. Sean tus afectos puros como el blanco mármol de sus columnas; tu caridad resplandeciente como el oro que brilla en sus artesonados; tus obras luminosas como los mil cirios que, en su feliz recinto, iluminan la noche con los esplendores del día. Finalmente, oh soldado de Cristo, piensa que es necesario luchar para merecer acercarse al divino Infante; luchar para conservar dentro de uno mismo su amorosa presencia; luchar para llegar a la feliz consumación que te hará una sola cosa con El, en la eternidad. Conserva, pues, con cariño estas impresiones, que te nutran, consuelen y santifiquen hasta que descienda a ti el Emmanuel. ¡Oh Belén viviente! repite sin cesar esa dulce frase de la Esposa: Ven, Señor Jesús, ven.


viernes, 12 de diciembre de 2025

Ni Bergoglio ni Prevost aparecen en el Manto de la Virgen de Guadalupe

 Las 46 Estrellas del Manto de la Virgen de Guadalupe demuestran que Bergoglio y Prevost no son Papas legítimos.


Esas 46 estrellas de la tilma, representan los 46 papas, desde la aparición de Nuestra Señora de Guadalupe en 1531. Y a su vez los correlaciona con las profecías de Garabandal, que indica la etapa del Final de los Tiempos iniciada luego de Benedicto XVI.

Ni Bergoglio ni Prevost aparecen en el Manto de la Virgen de Guadalupe.



Por lo tanto la tilma nos trae el mensaje de que la guadalupana es la revelación apocalíptica de la Biblia.
¿Y dónde está esa revelación apocalíptica en la imagen?
En la tilma que cubre a María Santísima, que es de color azul y tiene 46 estrellas. Estas 46 estrellas están dispuestas de manera exacta como en el cielo en la noche del 12 de diciembre de 1531, la noche en que ocurrió la aparición.

Obviamente, en una noche hay muchas más estrellas, se cuentan por cientos, pero en la tilma están representadas sólo esas 46.

Se ha dicho por ejemplo, que la Corona Boreal en la frente de la Virgen, es un mensaje sobre la realeza de María Santísima, Reina del Cielo y de la Tierra.

La constelación de Virgo, representada sobre el corazón de la Virgen, se ha visto como una confirmación de que la figura que aparece es la Virgen Santísima. Y la constelación de Leo en el vientre de María, recuerda que la imagen de la tilma representa a una mujer gestante del Rey del Universo.

El investigador Alessandro Masano ha hecho recientemente un descubrimiento que muestra más claramente el mensaje apocalíptico de la tilma. En 1531, cuando la aparición, el Papa que reinaba era Clemente VII, quien murió en 1534. Y desde él hasta Benedicto XVI hay exactamente 46 Papas como estrellas en la tilma.

Las estrellas están agrupadas en constelaciones en el Cielo que tienen cientos de estrellas cada una. Pero en la tilma se muestran unas pocas de cada una de las 14 constelaciones porque cada estrella de la constelación corresponde a un nombre asumido por un Papa.

Por ejemplo, hay nueve estrellas en la Osa Mayor de la tilma, y hay nueve papas llamados Pío desde 1531. Hay siete estrellas en Escorpio y hay siete papas Clemente. Hay cinco estrellas en Centauro y hay cinco papas Inocencio.

También hay constelaciones de una sola estrella, y resulta que también hay cuatro papas con nombres únicos: Julio, Juan, Sixto y Marcelo.

Por lo tanto la aparición de la Virgen de Guadalupe es una revelación para el Final de los Tiempos, con todo lo que significa.

domingo, 7 de diciembre de 2025

La devoción a Nuestra Señora de la Rosa Mística enfatiza el papel de María como mediadora de todas las gracias



 Hora de Gracia: 8 de diciembre de 12:00 a 13:00

Oh Rosa Mística, que con amor maternal cooperaste con el misterio de la Encarnación del Verbo Eterno, concédenos, por tu poderosa intercesión, la gracia de la verdadera fe, la esperanza y la caridad, y el don de la perseverancia en una vida santa, para que un día podamos unirnos a ti y a tu Divino Hijo en el Cielo. Amén.

sábado, 1 de junio de 2024

Novena de liberación del vicio de la homosexualidad en honor a los Santos Mártires de Uganda

 Novena a los Santos Mártires de Uganda para pedir liberación del Vicio de la homosexualidad y protección contra la ideología de género, contra la apostasía y contra el paganismo

 


Mártires por defender su pureza y la fe

Santos Mártires de Uganda Protectores contra la Homosexualidad, el Paganismo y la Apostasía
“Pueden quemar nuestros cuerpos pero no pueden dañar nuestras almas”.


En 1920, el Papa Benedicto XV los proclamó beatos. Catorce años después, en 1934, el Papa Pío XI nombró a Carlos Lwanga "Patrón de la juventud del África cristiana".



Entre los años 1885 y 1887, apenas iniciada la nueva evangelización de África, un centenar de cristianos de Uganda,  fueron condenados a muerte por el rey Mwanga que se había pervertido con el vicio de la sodomía.

El rey Mwanga mandó  a quemar vivos, torturar, desmembrar, castrar y ejecutar a sus servidores que se habían hecho cristianos en Uganda y que se opusieron a ceder al vicio contra-natura, ellos eligieron la muerte antes que ofender a Dios.

Martirologio Romano:

 Memoria de los santos Carlos Lwanga y doce compañeros, todos ellos de edades comprendidas entre los catorce y los treinta años, que perteneciendo a la corte de jóvenes nobles o al cuerpo de guardia del rey Mwanga, de Uganda, y siendo neófitos o seguidores de la fe católica, por no ceder a los deseos impuros del monarca murieron en la colina Namugongo, degollados o quemados vivos ( 1886).

Mártires ugandeses de la pureza: 
Fueron martirizados porque siendo coherentes  con su fe en Cristo, no cedieron a los deseos impuros (de Sodomía -homosexualidad) del monarca, fueron torturados y asesinados en la colina de Namugongo en Uganda, el 3 de junio de 1886, unos degollados y otros quemados vivos. Estos son los nombres de los que se les hizo el reporte: Calos Lwanga, Mbaya Tuzinde, Bruno Seronuma, Santiago Buzabaliao, Kizito, Ambrosio Kibuka, Mgagga, Gyavira, Aquiles Kiwanuka, Adolfo Ludigo Mkasa, Mukasa Kiriwanvu, Anatolio Kiriggwajjo y Lucas Banabakintu.-



San Carlos Lwanga le dijo a su verdugo:
“Es como si me estuvieras echando agua. Por favor, arrepiéntete y vuélvete cristiano como yo”.
“ Estas llamas son un regalo para mí.
Estas llamas aguardan a mis hermanos cristianos.

Gustoso voy a ser consumidos por el fuego.

Gustoso voy a entrar en el fuego del Amor Divino.”


Mientras los mártires Cristianos de Uganda fueron torturados y sacrificados ellos cantaban himnos a Dios.



San Carlos Lwanga
Patrono de los jóvenes católicos de África
 
San Carlos Lwanga fue uno de los veintidós mártires ugandeses que fueron convertidos del paganismo por la Sociedad de Misioneros de África. Jefe de los pajes reales, Carlos finalmente se convirtió en un líder moral: protegió a los otros pajes de las demandas inmorales del gobernante de Babandan, Mwanga, y los instruyó en la fe católica, incluso bautizando a algunos de ellos. Inspiró y animó a sus compañeros a permanecer castos y fieles a Dios incluso a través del encarcelamiento y la persecución. 

Ofrecemos esta oración como Novena en honor a los Santos Mártires de Uganda para pedir a Dios por medio de su poderosa intercesión  la gracia de poder defender con valentía nuestra fe y dar un testimonio cristiano coherente contra la ideología de género



Súplica a los Santos mártires de Uganda:

“Os encomendamos a los jóvenes de nuestro tiempo para que sepan defender valientemente su pureza contra todos los corruptores, y para que nunca jamás se dejen robar por nadie su fe católica”.
Oración del Santuario de los Santos Mártires de Uganda (Traducida al Español) 

Oh Jesús, nuestro Señor y Redentor, a través de tu pasión y muerte, te adoramos y te damos gracias. 
Santa María, Madre y Reina de los Mártires, alcánzanos la santificación por medio de nuestros sufrimientos.
Santos Mártires, los seguidores de Cristo sufriente, obténganos la gracia de imitarlos.
San José Balikuddembe, el primer mártir de Uganda, quien inspiró y alentó a Nephytes, nos obtenga un espíritu de verdad y justicia.
San Carlos Lwanga, patrón de la Juventud de la Acción Católica  nos obtenga una fe firme y perseverante.
San Matías Mulumba, ideal Jefe y seguidor de Cristo, manso y humilde, nos obtenga una mansedumbre cristiana.
San Dionisio Sebuggwawo, celosos de la fe cristiana y conocido por su modestia, obtenga para nosotros la virtud de la modestia.
San Andrés Kaggwa, catequista modelo y maestro, nos obtenga un amor de la enseñanza de Cristo.
San Kizito, resplandeciente niño en la pureza y la alegría cristiana, nos obtenga el don de la alegría en el Señor.
San Gyaviira, brillante ejemplo de cómo perdonar y olvidar las lesiones, nos obtenga la gracia de perdonar a los que nos perjudican.
San Mukasa, catecúmeno ferviente recompensado con el bautismo de su sangre, nos obtenga el don de la perseverancia final.
San Adolfus Ludigo, brillante por su seguimiento de nuestro Señor, por su espíritu de servicio a los demás, nos obtenga un amor de servicio desinteresado.
San Anatoli Kiriggwajjo, humilde servidor que prefirió una vida devota a los honores mundanos, nos obtenga a amar la piedad más que las cosas terrenales.
San Ambrosio Kibuuka, joven lleno de alegría y amor al prójimo, nos obtenga la caridad fraterna.
San Aquiles Kiwanuka, que por el bien de Cristo detestaba vanas prácticas supersticiosas, obtén para nosotros el odio santo a las prácticas supersticiosas.
San Juan Muzeeyi, consejero prudente, famoso por la práctica de las obras de misericordia, nos obtenga un amor de esas obras de misericordia.
Bendito Jildo Irwa y el Bienaventurado Daudi Okello que dieron su vida por la propagación de la fe católica, nos alcancen  el deseo ferviente de difundir la fe católica.
San Pontaianus Ngondwe, fiel soldado, que anhelaba de la corona del martirio, nos obtenga la gracia de ser siempre fieles a nuestro deber.
San Atanasio Bazzekuketta, fiel mayordomo de la hacienda real, obtén  para nosotros un espíritu de responsabilidad.
San Mbaaga, que prefirió la muerte a las creencias de sus padres, nos obtenga la gracia de seguir con desprendimiento las inspiraciones divina.
San Gonzaga Gonza, lleno de compasión por los presos, y todos los que estaban en problemas, obtén para nosotros el espíritu de la misericordia.
San Noe Mawaggali, humilde trabajador y amante de la pobreza evangélica, nos obtenga el amor de la pobreza evangélica.
San Lucas Baanabakintu, que ardientemente desea imitar el sufrimiento de Cristo por el martirio, nos obtenga el amor por la patria.
San Bruno Serunkuuma, soldado que dio un ejemplo de arrepentimiento y la templanza, nos obtenga la virtud del arrepentimiento y la templanza.
San Mugagga, joven conocido por su castidad heroica, nos obtenga el don de la perseverancia en la castidad.
Que los Santos Mártires, firmes en su fidelidad a la verdadera Iglesia de Cristo, nos ayuden a ser siempre fieles a la verdadera Iglesia de Cristo.

Oremos:
Señor Jesucristo, que maravillosamente fortaleciste a los Santos Mártires de Uganda San Carlos Lwanga, Matías Mulumba, el Santo Jildo Irwa, a San Daudi Okello y sus compañeros, dándonoslos a nosotros como ejemplos de fe y fortaleza, de castidad, de caridad, y de fidelidad; te rogamos, que por su intercesión, las mismas virtudes puedan aumentar en nosotros, y que podamos merecer ser propagadores de la fe verdadera. Tu que vives y Reinas por siempre. Amén


 
 

Mes de junio consagrado al Sagrado Corazón de Jesús

 

MES DE JESÚS

 Con los brazos abiertos nos dice:

“VENID A MÍ TODOS”

Asista, escuche su llamado, reciba el favor de vivir y morir en sus gracias. SALVE SU ALMA.


Por la señal... Señor mío Jesucristo... 

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh, amable Salvador! Deseoso de manifestaros mi amor y ofreceros alguna satisfacción por mis culpas, me consagro enteramente a vuestro Sacratísimo Corazón, y propongo, con vuestra gracia no volver a pecar jamás. ¡Oh, Corazón Santísimo de Jesús! Derramad copiosamente vuestras bendiciones sobre la Iglesia,  sobre el clero (fiel para que resista la apostasía ), dad a los justos la perseverancia, convertid a los pecadores, iluminad a los infieles, bendecid a nuestros padres, amigos y bienhechores, asistid a los moribundos, librad las almas del Purgatorio y extended sobre todos los corazones el dulce imperio de vuestro amor. Así sea.


 DÍA PRIMERO

REFLEXIÓN.- El Corazón de Jesús en la tierra.

I.- ¿Qué sería del hombre si el Verbo divino no se hubiera hecho carne? Nos redimió; pago nuestras deudas, rompió nuestras cadenas.

II.- La Encarnación es la magna obra del amor. La nueva Ley, como nacido del Corazón divino, es toda ella obra de amor. ¡Cuánta ingratitud a un amor tan grande!

¡Dulce Corazón de mi Jesús, haced que os ame cada día más! ¡Sagrado Corazón de Jesús manso y humilde de Corazón, haced mi Corazón semejante al vuestro! ¡Dulce Corazón de Jesús, sed mi amor! ¡Todo por Vos, Sacratísimo Corazón de Jesús!


ORACIÓN FINAL

ORACIÓN DE S. S. PÍO XI AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Abridme vuestro Sagrado Corazón, ¡oh Jesús! Mostradme sus encantos, unidme a él para siempre. Que todas las palpitaciones de mi corazón, aún durante el sueño, os revelen mi amor y os digan sin cesar: Si Señor, yo os amo. Recibid el escaso bien que

 ejecuto, hacedme la gracia de reparar el mal que he hecho, para que os alabe en el tiempo y os bendiga en la eternidad. Amén.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria y Súplicas al Sagrado Corazón de Jesús


¡Oh Corazón Sagrado! 

Manantial de protección.

-En ti Señor he confiado,

no desprecies mi oración.


Remedia, dueño adorado

mi amarga tribulación. 

-En ti Señor he confiado,

no desprecies mi oración.


Mírame, Señor, postrado

en toda tribulación. 

-En ti Señor he confiado,

no desprecies mi oración.


Estoy de penas cercado,

tengo duelo y confusión.

-En ti Señor he confiado,

no desprecies mi oración.


Mi espíritu aprisionado 

ya se extingue de aflicción

-En ti Señor he confiado,

no desprecies mi oración.


A ti, Jesús, he buscado 

como paz del corazón. 

-En ti Señor he confiado,

no desprecies mi oración.


Tus manos me han prodigado

tesoros de salvación.

-En ti Señor he confiado,

no desprecies mi oración.


Muchas veces he llorado 

por menos tribulación. 

-En ti Señor he confiado,

no desprecies mi oración.


A tus pies arrodillado 

espero hallar compasión.

-En ti Señor he confiado,

no desprecies mi oración.


No me desprecies, Señor,

por tu nombre o por piedad.

Atiéndeme por favor, 

y mira que un pecador 

te pide esta caridad.


DÍA SEGUNDO

REFLEXIÓN.- Primeros latidos del Corazón de Jesús. I.- Al empezar a latir en la tierra el Corazón de Cristo fue su primer acto en ofrecimiento al Padre: “Heme aquí dispuesto a ser víctima de tu voluntad”.

II.- Al hacer ésta oblación abrazó las amarguras, las tristezas, los trabajos, la Cruz, la muerte por amor a la gloria del Padre, al bien de los hombres.

III.- ¡Cuánta nobleza, cuánta generosidad, cuánto amor! ¡Cómo debo imitarlo y agradecerlo!


DÍA TERCERO

REFLEXIÓN.- El Corazón de Jesús en Belén.

I.- ¡Pasmaos de amor! ¡Jesús niño! lo más tierno, lo más inocente, lo más atrayente, para que los hombres pecadores se acerquen a la Cuna.

II.- El Espíritu del Sagrado Corazón es toda dulzura de amorosa caridad, revelada en este misterio.

 III.- ¡Qué tanta abnegación y tanta dulzura! ¡Cómo avergüenza mi egoísmo y dureza!


DÍA CUARTO

REFLEXIÓN.- Humildad del Sagrado Corazón en Belén.

I.- La encarnación diríase que es el aniñamiento de un Dios inmenso, a impulsos de caridad. No hay acto de humildad comparado a este. ¡Un Dios niño! Hele aquí, anonadado, pequeñito.

II.- ¿Por qué? ¡El gran pecado del hombre es la soberbia! ¡Aprende, polvo y ceniza, a humillarte ante la cuna de Belén! Jesús te enseña humildad.

III.- Si quieres ser ensalzado eternamente, humíllate.


DÍA QUINTO

REFLEXIÓN.- Pobreza del Sagrado Corazón en Belén.

I.- Las raposas tienen sus cuevas, los pájaros sus nidos. ¡El Hijo del Hombre no tiene donde reclinar su cabeza! ¡Con cuánta verdad Jesús pudo decir estas palabras!

 II.- Belén, una gruta, un establo, un pesebre, unos pobres pañales, unas pajas; palacio, mobilario y alhajas de un Dios dueño de todo!

III.- ¡Qué vergüenza el afán tuyo de refinamiento!


DÍA SEXTO

REFLEXIÓN.- Pureza del Sagrado Corazón en Belén. I.- El Cordero de Dios, Lirio de Zabulón hermosísimo como Maestro de pureza, Niño, está en el regazo de una Virgen, venerado por su padre putativo, virgen, arrullado por los ángeles, purísimos.

II.- Venía a enseñar el valor de la pureza al mundo corrompido. Venía a enseñarla, en medio de los sacrificios y mortificaciones de Belén.

III.- La pureza es una flor que solo brota entre las espinas de mortificación.


DÍA SÉPTIMO

REFLEXIÓN.- Obediencia del Sagrado Corazón en Belén.

I.- La Omnipotencia Divina, la Sabiduría Divina, la Fortaleza Divina, Dios en Belén calla, obedece sin protestar. Lo sabe todo, lo comprende todo; obedece

 a dos criaturas y no se muestra más que un niño, prototipo de docilidad absoluta.

II.- ¿Qué misterio hay aquí? El de la soberbia de los hombres condenada por la obediencia de Jesús.

III.- ¿No podrás tú, hombre miserable, obedecer a otro hombre que te mande en nombre de Dios, cuando Él obedece por ti al hombre?


DÍA OCTAVO

REFLEXIÓN.- Mortificación del Sagrado Corazón de Jesús en la Circuncisión.

I.- Venía Jesús a la tierra no sólo a redimir a los hombres, sino también a enseñarnos. Lección ésta de admirable acatamiento a la Ley. Él es el Justo, por Excelencia, y al ser circuncidado, aparece como pecador. No importa; obedece ante todo.

II.- No está el servir a Dios en lo grande o lo pequeño; está en hacer su santa voluntad.

III.- ¿Cómo te sometes a la voluntad divina?


DÍA NOVENO

REFLEXIÓN.- Ejemplo del Corazón de Jesús adorado de los Magos.

 I.- ¡Qué adorable lección de vencimiento a los respetos humanos! Los Magos vienen en busca de un Dios. Traen regios tributos. Encuentran en el pobrísimo portal a un Niño. No se escandalizan de la pequeñez y pobreza del palacio. ¡Adorándole!

II.- El Niño, pobre, rodeado de pastores establece su corte en la oscuridad del establo, y allí recibe a los Magos.

III.- ¡Vencimiento de los respetos humanos, del qué dirán tan bien enseñado!


DÍA DÉCIMO

REFLEXIÓN.- El Sagrado Corazón de Jesús presentado en el Templo.

I.- Hijo del Padre Celestial, no se contenta Jesús con ofrecerse a Él en Belén. Sube al Templo y públicamente ratifica esa consagración. Quiere enseñarme la necesidad de renovar al Señor nuestros ofrecimientos.

II.- No basta que nos hayamos consagrado a Dios en el santo bautismo, es preciso ratificar, renovar, repetir en privado y en público, un día y otro día, esta dedicación.

III.- La recta intención de servir a Dios exige que la renovemos continuamente.


 DÍA UNDÉCIMO

REFLEXIÓN.- Huída a Egipto. El Sagrado Corazón entregado al Padre.

I.- ¡Qué desconcertante el aviso del Ángel a San José ordenándole la huída para salvar al Niño de la furia de Herodes! Pero ¿qué? ¿No era Dios aquel Niño? ¿No podía Él aniquilar a Herodes?

II.- La huida significaba el destierro, la pobreza, la persecusión. Abrázase con ella el Corazón Divino, que venía a enseñar a los hombres la entrega absoluta a la voluntad divina.

III.- Si Dios quiere un sacrificio de ti, ¿por qué temes dárselo haciéndolo?


DÍA DUODÉCIMO

REFLEXIÓN.- En el templo. El Sagrado Corazón ora. I.- Jamás el Corazón divino dejó de orar. Su oración era incesante, continua y sin embargo, para grabar más profundamente en nosotros la necesidad del espíritu de oración sube frecuentemente al templo a orar. Orando le encuentran sus padres ahora, y sus discípulos más tarde, en la vida apostólica.

II.- No es posible sacrificarse y salvarse sin la oración. La oración es necesaria a nuestra alma, es el

 pan espiritual de cada día. Por eso la aconsejó tanto el Sagrado Corazón.

III.- Ora frecuentemente.


DÍA DÉCIMO TERCERO

REFLEXIÓN.- En Nazaret. El Sagrado Corazón y la vida humilde y oculta.

I.- Venía el corazón divino a realizar en la tierra la magna misión de redimir y enseñar a los hombres. ¡Quién se imaginaría que para ello había de sepultarse en el olvido de los treinta años de Nazaret! Jamás el hombre soberbio lo concibiera.

II.- No hay virtud posible sin ese amor al retiro, a la humildad de vida, contentos con hacer la voluntad divina, con que Él nos vea.

III.- La vana exhibición es enemiga de la virtud. DÍA DÉCIMO CUARTO

REFLEXIÓN.- Bautismo en el Jordán. Consuelo del cielo.

I.- El Sagrado Corazón aparece en el Jordán como pecador, el bautismo era para los pecadores. La humildad de Jesús llevole a presentarse a San Juan en demanda del bautismo, y su Padre celestial, ante

 tanta humildad, consolole con el envío del Espíritu Santo, glorificándole.

II.- Cuando un alma se olvida de sí misma, por la abnegación y humillación, el Cielo jamás le abandona; se encarga de consolarla y glorificarla. III.- Humíllate como verdadero pecador.


DÍA DÉCIMO QUINTO

REFLEXIÓN.- En el desierto. El Sagrado Corazón venciendo las tentaciones.

I.- ¡Qué osadía la de Satanás, atreviéndose a tentar al Corazón impecable, como santísimo! Alejado del mundo, consagrado a la penitencia y oración, aún allí el demonio busca al mismo Señor.

II.- ¡Cuánto puede y debe aprender el alma en este ejemplo! Si el Santo por excelencia es tentado, ¿cómo extrañarse de serlo nosotros?

III.- Si el Sagrado Corazón nos enseña el vencimiento del demonio con la oración, retiro y ayuno, no lo olvidemos.


DÍA DÉCIMO SEXTO REFLEXIÓN.- La vida pública. Celo del Corazón.

 I.- “Fuego he venido a traer a la tierra, y ¿qué ansío sino que arda?”. Este fuego es celo por la salvación de las almas y, devorado por él constantemente, el Sagrado Corazón ora, lucha, trabaja, sufre.

II.- ¡Cuánto valen las almas a los divinos ojos! ¡Qué poco pensamos!

III.- Cuida de tu alma, cuida de la de tus prójimos.


DÍA DÉCIMO SÉPTIMO

REFLEXIÓN.- En las Bodas de Caná. Intercesión de María.

I.- El Corazón purísimo de María latió siempre al unísono del Sagrado Corazón. Por eso, cuando en las Bodas de Caná, Ella, compadecida de la necesidad de los esposos, pidió el milagro del vino, hízolo Él.

II.- Nada resiste el Sagrado Corazón a una indicación del Corazón de María.

III.- Amemos y confiemos en la Madre purísima de Jesús.


DÍA DÉCIMO OCTAVO

REFLEXIÓN.- Vida pública. Tolerancia del Sagrado Corazón.

 I.- Pasma la mansedumbre y tolerancia del Corazón divino en su trato con los hombres. Nadie, como Él, vio la perversidad, pequeñez y miseria de los hombres.

II.- Nadie, en cambio, fue más tolerante, paciente, dulce, manso con todos.

III.- Oye al Divino Maestro: “Bienaventurados los mansos”.


DÍA DÉCIMO NOVENO

REFLEXIÓN.- Vida pública. Sencillez del Sagrado Corazón de Jesús.

El pecado, fruto de una mentira, hizo a los hombres doblados, mentirosos, falaces. El divino Corazón vino a restaurar la primitiva sencillez del paraíso. II.- Por esto propuso Él como prototipo de virtud a los niños, cual encarnación de sencillez. Por eso el vicio que fustigó más cruelmente fue la hipocresía, como falacia.

III.- Se sencillo contigo y con tu prójimo. 


DÍA VIGÉSIMO

REFLEXIÓN.- Vida Pública. Suave caridad del Sagrado Corazón.

 I.- “He aquí mi siervo amado en quien se ha complacido mi alma. Derramaré sobre Él mi Espíritu; no disputará, ni gritará, ni romperá la caña cascada, ni apagará la mecha que aún humea.” “Las naciones esperarán en su nombre.”

II. - Mira ese retrato del divino Corazón. Su vida se reduce a dos palabra del Evangelio: “Pasó haciendo el bien a todos”.

III.- Mírale y avergüénzate de tus egoísmos.


DÍA VIGÉSIMO PRIMERO

REFLEXIÓN.- La Pasión. El Sagrado Corazón nos enseña a sufrir.

I.- La Pasión lo es todo para el Divino Corazón de Cristo. Antes de ella suspiraba por sus amarguras. En ella las devoró con ansia amorosa. Después de ella esta es su mayor gloria. ¿Por qué?

II.- Lo dijo Él: “No hay prueba de amor como morir por el amado”. Si esa es la prueba suprema, el sufrimiento que a ella conduce se acerca a esa prueba. Sufrir por Dios, porque Él lo quiere, es acercarse a Él.

III.- No te asustes del sufrimiento. Él te purifica, regenera y santifica.


 DÍA VIGÉSIMO SEGUNDO

REFLEXIÓN.- La Pasión. El Sagrado Corazón en la noche de la Cena.

I.- Jamás un corazón latió en la tierra como el de Jesús en esta noche memorable. Iba a morir por los hombres y, mártir y víctima de ellos, “los amó hasta el fin”, hasta olvidar sus ingratitudes y darse perpetuamente a ellos.

II.- Así quedó, en la Eucaristía, como memorial de su Pasión, como compañía nuestra.

III.- ¡Ah! ¡Cómo olvidar estas palabras de Jesús!


DÍA VIGÉSIMO TERCERO

REFLEXIÓN.- La Pasión. El Sagrado Corazón de Jesús en Getsemaní.

I.- Getsemaní es la tristeza, la profunda tristeza del Corazón Divino. Aquellas horas de soledad, en presencia tan sólo de la Pasión que se avecina y la de las ingratitudes de los hombres que ve, horrendas, en lontananza, ¡qué amargura indecible causaron al Sagrado Corazón!

II.- En aquel cáliz, que el ángel le presenta, amarguísimo, estaban las hieles de mis pecados y deslealtades.

 III.- No amargues al Divino Corazón. 


DÍA VIGÉSIMO CUARTO

REFLEXIÓN.- La Pasión. El Sagrado Corazón escarnecido.

I.- ¡Paciencia del divino Corazón en los desprecios! A Él, como a nadie, era merecido todo honor. A Él, como a nadie, fue lanzado todo desprecio, todo insulto. Trátanle como a loco, abofeteándole de espinas, cúbrenle con manto de púrpura, dándole cetro de caña.

II.- El afán de honores, las locas pretensiones de mi amor propio, ¡cuánto han costado a Jesús!

III.- Se paciente; sufre por Quien tanto por tí sufrió.


DÍA VIGÉSIMO QUINTO

REFLEXIÓN.- La Pasión. El Sagrado Corazón abraza la Cruz.

I.- La Cruz fue el blanco de amor del Sagrado Corazón. Toda su vida fue Cruz. Buscando la Cruz latió con ansias, durante su vida. Abrázala ahora con entrañable amor para subir con ella al Calvario.

 II.- La Cruz es trofeo de amor; la Cruz es el estandarte de los elegidos; la Cruz es la puerta del cielo.

III.- Abraza tu cruz, en la cruz está la salvación, la gloria eterna.


DÍA VIGÉSIMO SEXTO

REFLEXIÓN.- La Pasión. El Sagrado Corazón orando por sus verdugos.

I.- ¡Así fue su amor; generoso hasta la muerte! Insultábanle, discurrían como aumentar sus tormentos, blasfemaban su Nombre. ¡Él pedía por ellos Caridad infinita para los pecadores!

II.- “¡Perdónales, Padre, que no saben lo que se hacen!” La disculpa amorosa de la Caridad.

III.- Ríndete a la Caridad del Divino Corazón.


DÍA VIGÉSIMO SÉPTIMO

REFLEXIÓN.- La Pasión. Muerte de Jesús.

I.- Aquel Corazón que tanto había amado a los hombres muere a mano de los mismos hombres. La pasión, la ceguera, la crueldad hacen de verdugos en esta infamia. Muere diciendo “Todo está

 consumado”. Ya el hombre no tiene que temer del infierno.

II.- ¡Caridad infinita! El último instante dedícale Jesús al hombre diciéndole: ¡Ya está todo arreglado, hechas las pases con Dios, el cielo abierto!

III.- No hagas con tu obstinación inútil para ti la muerte de Jesús.


DÍA VIGÉSIMO OCTAVO

REFLEXIÓN.-Muerte de Jesús. El Corazón abierto por la lanza.

I.- ¡Fineza amorosísima del Sagrado Corazón! Permite esta última crueldad porque sabe es póstuma ternura suya. Así los hombres verán su Divino Corazón herido. La Sangre que redime, el agua que purifica, la herida que invita a un asilo seguro.

II.- A cada crueldad del pecado abriste una herida en el Corazón. Él te perdonó y te brindó esa herida con nuevo testimonio de amor.

III.- Acógete en la llaga del costado.


DÍA VIGÉSIMO NOVENO 

REFLEXIÓN.-El Sagrado Corazón es mi esperanza.

I.- San Francisco de Asís, el enamorado del Sagrado Corazón, propuesto por este a Santa Margarita de Alacoque como modelo de amantes suyos, lanzó aquel grito de amor: “Dios mío y todas mis cosas”. Verdaderamente que en Él lo encontramos todo: alegría, consuelo, fuerza, redención, vida, cielo.

II.- ¡No quiero buscar en el mundo lo que éste no pueda darme! “!Solo Dios basta!”

III.- Llama, espera, confía en el Sagrado Corazón.


DÍA TRIGÉSIMO

REFLEXIÓN.- El Sagrado Corazón será mi cielo.

I.- Los santos buscaron y encontraron en Él un asilo, un refugio seguro en la vida. Quiero buscarlo yo también ya que Él me lo brinda amorosamente. Su herida me habla de amor, su Cruz me habla de amor. II.- Quien me ama tanto no puede, no quiere, no sabe, no debe dejarme.

III.- Será mi cielo el Sagrado Corazón, temporal y eternamente.

25 de diciembre EL SANTO DÍA DE NAVIDAD

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