domingo, 24 de mayo de 2020

Cómo María Auxiliadora y el Padre Pío salvaron milagrosamente a un bebé de un virus mortal

Una familia católica recibe la llegada de su tercer hijo con esperanza, pero lamentablemente apenas nació el bebe contrajo un virus letal. Los medicos le practicaron  tres cirugías pero el bebé no mejoró y prepararon a sus padres para lo peor. Su madre desesperada comenzó a pedirle ayuda al Padre Pío, santo de quien era muy devota y en cuyo honor había creado un grupo de oración en su honor. También le rezó a la Virgen María, convencida de que como madre escucharía sus plegarias.

Por la gravedad de su estado, pusieron al bebé en observación en un régimen restringido de visitas. Sus padres podían verlo solo algunos minutos durante el día y a través de un vidrio, situación que agravaba más el dolor de madre y de su esposo.

Entonces sucedió que un día que el padre fue a ver a su pequeño niño, sus lágrimas se le escaparon al verlo tan sereno y tierno como si no padeciera ninguna enfermedad.

Con gran tristeza le envía un beso a través del vidrio y se dirige a la puerta de salida, mirando hacia el suelo, y encuentra una estampita de la Virgen María Auxiliadora, cosa que le pareció extraña porque mantenían el hospital siempre con una limpieza impecable.

Se regresó  y le pidió a una enfermera que por favor pusiera la estampita en la incubadora donde se encontraba su hijo. Ella amablemente acepta su pedido.

Al salir del hospital el papá sintió una insólita serenidad. Le comentó lo sucedido a su esposa y ella esa misma noche sueña con Padre Pío que sin hablarle sólo la miró y le sonrió.

Al día siguiente los padres fueron convocados por los médicos, que les anunciaron que inexplicablemente su hijo había mejorado tanto, que en poco días podría ya estar en casa con sus otros hermanos.

Al año siguiente para agradecer a Padre Pío el milagro, los padres y el niño fueron a visitar al santo a San Giovanni Rotondo.

Cuando llegan a la iglesia, como siempre repleta de fieles, unos voluntarios sin conocerlos los hacen pasar delante de toda la gente, para hacerlos llegar enseguida a la tumba del santo.

En ese momento llega un fraile capuchino anciano, bendice a la mamá y toma al niño en sus brazos diciendo: “Finalmente me trajiste al niño del milagro, pensé que nunca lo vería … y moriría sin poder darle un beso y una bendición especial. Me hicieron esperar tanto, ya estaba preocupado. De todos maneras hija, reza siempre y educa al niño de la mejor manera posible. Tiene una gran misión en el mundo”.

Antes de despedirse, el fraile regala a la madre una medalla, para que se la ponga al niño, pidiéndole que nunca se la quite, porque lo protegerá siempre a lo largo de su vida.


Llegando a casa el niño ve una estampita de Padre Pío, y comienza a llamarlo: “abuelito, abuelito”. Su madre cariñosamente le explica que el señor en la imagen era el Padre Pío y no su abuelo, a lo que el niño la corrigió: “No, es el abuelo, abuelo Pío”.

Fuente: “Il mio Papa”, Año 6, número 39, pag. 64-67 

Milagro Publicado en Aleteia

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