Oración al Arcángel San Gabriel,
traducida
Oh capitán y líder de los ejércitos del cielo, aunque somos indignos os rogamos sin
cesar rodearnos con tu poderosa intercesión y cubrirnos bajo el amparo de la gloria de tus alas etéreas. Doblamos nuestra
rodillas y gritamos con perseverancia "Líbranos del peligro, oh Príncipe de los Poderes de lo alto!" Amén.
Gabriel significa "fortaleza de Dios". Es el anunciador, el gran mensajero celestial.
Es patrono de las comunicaciones y de los filatelistas. El Embajador San Gabriel es también patrono de los embajadores. Protector de los niños por nacer y patrón de las mujeres embarazadas, Embajadores argentinos, los organismos de radiodifusión, los trabajadores medios de comunicaciones, los diplomáticos, los mensajeros, Portugal, oficinas de correos, los servicios postales, los trabajadores de correos, trabajadores de la radio, Seattle, Washington, diócesis, de los trabajadores de telecomunicaciones, teléfonos, televisión, etc.
“Mientras yo, Daniel, contemplaba la visión e intentaba comprenderla, vi de pronto delante de mí a alguien con aspecto humano, y oí una voz humana junto al río Ulay, que gritaba: «Gabriel, explícale a éste la visión.» Él se acercó a donde yo estaba y, cuando llegó, caí de bruces asustado. Me dijo: «Hombre, debes comprender que la visión se refiere al tiempo final.» Mientras me hablaba, yo estaba aletargado, rostro en tierra. Él me tocó y me hizo incorporarme. Después me dijo: «Mira, voy a manifestarte lo que ocurrirá al final de la cólera, porque el fin está fijado. El carnero con dos cuernos que has visto representa a los reyes de Media y Persia. El macho cabrío representa al rey de Grecia, y el cuerno grande entre sus ojos es el primer rey. Los cuatro cuernos que despuntaron en lugar del que se rompió representan a cuatro reinos salidos de su nación, aunque menos poderosos.
El Arcángel Gabriel le reveló al profeta Daniel el hijo de perdición que instala la abominación de la desolación en el Templo de los últimos tiempos y hace que se suspenda el Sacrificio del altar.
“Mientras yo, Daniel, contemplaba la visión e intentaba comprenderla, vi de pronto delante de mí a alguien con aspecto humano, y oí una voz humana junto al río Ulay, que gritaba: «Gabriel, explícale a éste la visión.» Él se acercó a donde yo estaba y, cuando llegó, caí de bruces asustado. Me dijo: «Hombre, debes comprender que la visión se refiere al tiempo final.» Mientras me hablaba, yo estaba aletargado, rostro en tierra. Él me tocó y me hizo incorporarme. Después me dijo: «Mira, voy a manifestarte lo que ocurrirá al final de la cólera, porque el fin está fijado. El carnero con dos cuernos que has visto representa a los reyes de Media y Persia. El macho cabrío representa al rey de Grecia, y el cuerno grande entre sus ojos es el primer rey. Los cuatro cuernos que despuntaron en lugar del que se rompió representan a cuatro reinos salidos de su nación, aunque menos poderosos.
«Y al final de sus reinados repletos de crímenes, surgirá un rey insolente y embaucador. Aumentará su poder, será un destructor portentoso y triunfará en sus empresas; destruirá a poderosos y al pueblo de los santos.
Con su astucia hará triunfar la traición en sus obras, se envalentonará y con frialdad aniquilará a multitudes. Se sublevará contra el Príncipe de los príncipes, pero será destrozado sin intervención humana. La visión referida de las tardes y mañanas es verídica; mantenla en secreto, porque va para largo.»”. (Dan. 8, 15-26).
“Aún estaba rezando mi oración, cuando Gabriel, el personaje que yo había visto antes en la visión, se me acercó volando a la hora de la ofrenda de la tarde. Y al llegar, me dijo: «Daniel, he venido ahora para infundirte comprensión. Desde el comienzo de tu oración se ha pronunciado una palabra y yo he venido a comunicártela, porque eres un hombre apreciado. Entiende la palabra y comprende la visión: «Setenta semanas han sido fijadas a tu pueblo y a tu ciudad santa para poner fin al delito, sellar los pecados y expiar la culpa; para establecer la justicia eterna, sellar visión y profecía y consagrar el santo de los santos. Entérate y comprende: Desde que se dio la orden de reconstruir Jerusalén, hasta la llegada de un príncipe ungido, pasarán siete semanas y sesenta y dos semanas; y serán reconstruidos calles y fosos, aunque en tiempos difíciles.
“Aún estaba rezando mi oración, cuando Gabriel, el personaje que yo había visto antes en la visión, se me acercó volando a la hora de la ofrenda de la tarde. Y al llegar, me dijo: «Daniel, he venido ahora para infundirte comprensión. Desde el comienzo de tu oración se ha pronunciado una palabra y yo he venido a comunicártela, porque eres un hombre apreciado. Entiende la palabra y comprende la visión: «Setenta semanas han sido fijadas a tu pueblo y a tu ciudad santa para poner fin al delito, sellar los pecados y expiar la culpa; para establecer la justicia eterna, sellar visión y profecía y consagrar el santo de los santos. Entérate y comprende: Desde que se dio la orden de reconstruir Jerusalén, hasta la llegada de un príncipe ungido, pasarán siete semanas y sesenta y dos semanas; y serán reconstruidos calles y fosos, aunque en tiempos difíciles.
Pasadas las sesenta y dos semanas matarán al ungido sin culpa y un príncipe que vendrá con su ejército destruirá la ciudad y el santuario. Su fin será un cataclismo y hasta el final de la guerra durarán los desastres anunciados. Sellará una firme alianza con muchos durante una semana; y en media semana suprimirá el sacrificio y la ofrenda y pondrá sobre el ala del templo el ídolo abominable, hasta que la ruina decretada recaiga sobre el destructor.»” (Dan. 9, 21-27).
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