Oh mi glorioso y amado patrón, San Alfonso, tú que te afanaste y sufriste tan abundantemente para asegurar a los hombres los frutos de la Redención, mira las miserias de mi pobre alma y ten piedad de mí. Por tu poderosa intercesión ante Jesús y María, obtén para mí el verdadero arrepentimiento de mis pecados junto con su perdón y remisión, un profundo odio al pecado y la fuerza para resistir cada vez más todas las tentaciones. Comparte conmigo, te lo ruego, al menos una chispa de ese fuego de amor con el que tu corazón siempre ardió; y concede que, siguiendo tu ejemplo, pueda hacer de la voluntad de Dios la única regla de mi vida. Obtén también para mí un amor ferviente y duradero a Jesús, y una devoción a María tierna y como de un niño, junto con la gracia de orar sin cesar y perseverar en el servicio de Dios hasta el final de mi vida, para que finalmente pueda unirme a ti en la alabanza de Dios y de María santísima por toda la eternidad. Amén
(Indulgencia de 300 días)
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