Oraciones Tomadas del Año Litúrgico de Dom Prospero Gueranger, Abad de Solesmes
Alabanza. — El género humano, ¡oh Gabriel te es deudor! Nosotros queremos hoy pagar su deuda de reconocimiento para contigo. De lo alto del cielo considerabas con compasión nuestras desdichas; pues toda carne había corrompido su camino y el olvido de Dios llegaba a ser cada vez más universal en toda la tierra. Entonces recibiste de lo alto la misión de traer a este mundo, que iba a parecer, la buena nueva. ¡Qué hermosos eran tus pasos, oh príncipe celestial, cuando descendías desde la mansión de la gloria hacia nosotros! ¡Qué tierno y fraternal es tu amor para con el hombre, cuya naturaleza tan inferior a la tuya, va a ser levantada al honor de estar unida con Dios! ¡Con qué respeto te acercaste a la Virgen que sobrepasa en santidad a todas las jerarquías celestiales! ¡Feliz mensajero de nuestra salud! tú a quien el Señor llama cuando quiere desplegar la fuerza de su brazo, dígnate ofrecer el homenaje de nuestra gratitud a Aquel que te envió. Ayúdanos a pagar nuestra deuda inmensa para con el padre “que amó tanto al mundo que hasta le entregó a su Hijo único'”; para con el Hijo “que se humilló tomando la forma de un esclavo”; para con el Espíritu Divino “que ha reposado sobre la flor salida del tronco de Jesé”
Eres el que nos has enseñado el saludo que debemos dirigir a “María llena de gracia”. Del cielo has traído esta alabanza incomparable, la has pronunciado el primero; los hijos de la Iglesia, que de ti la han aprendido, la repiten por toda la redondez de la tierra durante el día y la noche; obtén de nuestra gran Reina que jamás la dejemos de nuestros labios.
SÚPLICA.
— ¡Amigo de los hombres! Continúa ayudándonos con tu ministerio. Estamos rodeados de enemigos terribles que aumentan su audacia al ver nuestra debilidad. Ven en nuestra ayuda y fortifica nuestro valor. Asiste a los cristianos en este tiempo de conversión y de penitencia: Haznos comprender lo que debemos a Dios por el misterio de la Encarnación cuyo primer testigo fuiste. Hemos olvidado nuestros deberes para con el Hombre-Dios y le hemos ofendido. Enséñanos pues a fin de que seamos fieles a sus mandatos y ejemplos. Eleva nuestros pensamientos hacia la morada que habitas. Ayúdanos a merecer en las filas de tu jerarquía las sillas que los ángeles malos dejaron vacías por su pecado y que están prometidas a los elegidos. Ruega, oh Gabriel, por la Iglesia militante y defiéndela contra el infierno. Los tiempos son malos; los espíritus malignos están desencadenados, no podemos resistir delante de ellos si el socorro del Señor no viene en nuestra ayuda, por medio de sus ángeles concede El la victoria a su Esposa. Rechaza la herejía, contén el cisma, disipa la falsa sabiduría, confunde la política vana, quita la indiferencia: a fin de que el Cristo, que has anunciado, reine sobre la tierra que El rescató y para que podamos cantar contigo y con toda la milicia celestial “¡Gloria a Dios y paz a los Hombres!”
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.