Oh María, Auxilio de los cristianos, intercede para que Dios expulse de Roma a la falsa iglesia

 

La beata monja alemana Ana Catalina Emmerick dio una advertencia profética: 

«Luego ví una aparición de la Madre de Dios diciendo que la tribulación sería enorme. Dijo que la gente (de aquellos tiempos) debe orar fervientemente con los brazos extendidos, y rezar tres Padrenuestros. Sobre todo deben rezar para que la iglesia de la Oscuridad se vaya de Roma. »

                                    

Oremos para que María, bajo el título de Auxilio de los Cristianos, nos ayude a conservar y defender la fe cristiana.

Del Año Litúrgico de Dom Prosper Gueranger, Abad de Solesmes

 POR LA IGLESIA. 

Pero Roma no es el único lugar de la tierra que necesita de tu poderoso Auxilio, ¡oh María! La Viña de tu Hijo está siendo devastada por todas partes por la desenfrenada bestia. El vicio, el error y la seducción se han extendido por todo el mundo. No hay país donde la Iglesia no sea perseguida y su libertad pisoteada. La sociedad ha perdido sus tradiciones cristianas; está a merced de las revoluciones, contra las cuales no tiene poder. ¡Oh tú que eres la Auxiliadora de los cristianos, ayuda al mundo en sus peligros! ¡Tienes el poder de salvarlo del peligro! ¿Permitiréis que se pierda el pueblo que fue redimido por la Sangre de Jesús, y que Él, desde su Cruz, os encomendó?

Tú oh María, eres el Auxilio de cada alma cristiana, así como del mundo entero. 

Ese mismo enemigo, que está empeñado en la destrucción de toda la raza humana, está tratando de arrastrarnos a cada uno de nosotros a la perdición. Odia la imagen de tu Hijo, que ve reflejada en nuestra naturaleza humana. ¡Oh ven en nuestra ayuda; sálvanos de este león rugiente del infierno. Él conoce tu poder y sabe que tú puedes lograr nuestra liberación mientras permanezcamos en esta vida presente. Has obtenido las victorias más maravillosas para la salvación de tus devotos. Te suplicamos, que no te canses de ayudar a los pobres pecadores a volver a su Dios. Cuando Jesús habló de los que estaban invitados a la Fiesta de Bodas, y nos contó cómo el Rey dijo a sus siervos: Oblígalos a entrar: eras a ti a quien tenía presente para ese cuidado. ¡Llévanos entonces a nuestro Rey!

Nuestras súplicas a ti, 

auxiliadora de los cristianos, son pues, fervientes, porque nuestras necesidades son grandes; pero no por eso somos menos conscientes del especial honor que te debemos en este tiempo santo de Pascua, cuando la Iglesia contempla el gozo que tuviste en la presencia de tu Jesús Resucitado. Ella te felicita por la inmensa felicidad con la que Él te recompensó así por tus angustias en el Calvario, y en el Sepulcro. ¡Es a la Madre consolada y exultante por la Resurrección triunfante de su Hijo a quien ofrecemos este dulce Mes, cuya hermosura está tan a tono con tu incomparable belleza, Madre querida! A cambio de este homenaje de nuestra devoción, ruega por nosotros, para que nuestras almas perseveren en la belleza de la gracia que les ha dado la unión de este año con nuestro Jesús; y para que estemos tan bien preparados para la Fiesta de Pentecostés, que merezcamos recibir los Dones del Espíritu Santo, que viene para perfeccionar la obra de nuestra Regeneración Pascual.

Amén 

Oración a Nuestra Señora Auxiliadora

María, Virgen Inmaculada, Madre de Dios y Madre nuestra, tú ves cómo la fe católica, en la que nos proponemos con la ayuda de Dios vivir y morir, y así alcanzar la gloria eterna, es asaltada por todas partes por el demonio y el mundo. Tú, Auxilio de los cristianos, renueva tus victorias como antaño, por la salvación de tus hijos. A ti encomendamos nuestro firme propósito de nunca unirnos a asambleas de herejes (bergoglianos) o sectarios (alemanes). Tú, Virgen toda santa, ofrece a tu divino Hijo nuestros propósitos y obtén de Él las gracias necesarias para que podamos permanecer firmes en ellos hasta el final (...)

Protege al Clero fiel y al pueblo que te proclama Reina; apresura por el poder de tus oraciones el día en que todas las naciones se reúnan alrededor del verdadero Pastor Supremo. Amén. 

María, auxilio de los cristianos, ruega por nosotros.

Indulgencia: 100 Días, una vez al día, León XIII, 20 de diciembre de 1890

Maria Auxilium Christianorum, ora pro nobis

Nuestra Señora Auxiliadora de los Cristianos

Virgen poderosísima, amorosa ayuda del pueblo cristiano, ¡cuántas gracias te debemos nosotros por la ayuda que diste a nuestros padres, quienes, amenazados por el infiel turco, invocaron tu maternal auxilio rezando devotamente el Rosario! Desde el cielo contemplaste su peligro, escuchaste sus voces lastimeras, prestaste oído favorable a la humilde oración sugerida por el gran Pontífice, San Pío V, y corriste prontamente en su ayuda.

Concede, oh Madre querida, que el presente y prolongado gemido de la Santa Esposa de Cristo penetre hasta tu trono; que vuelvan a mover tu compasión y te despierten de nuevo para liberarla de los poderosos enemigos que la rodean. Y así desde todos los rincones de la tierra se eleva a tu trono esa preciosa oración para hacerte propicio ahora, como entonces, en nuestra presente calamidad. Quizá nuestros pecados obstaculicen, o al menos retrasen, su efecto. Por eso, Madre queridísima, obtén para nosotros verdadero dolor por ellos, y firme propósito de estar preparados antes para enfrentar la muerte que volver al pecado. Es inconcebible  la idea de que por nuestra culpa la ayuda que tan desesperadamente necesitamos sea negada o retrasada.

Levántate, pues, Madre querida, rindiéndote a las oraciones del mundo católico, y derriba la soberbia de esos miserables que en su insolencia ultrajan a Dios, y quieren destruir aquella Iglesia contra la cual, por la palabra infalible de Cristo, las puertas del infierno nunca prevalecerá. Que se vea una vez más que donde te levantas para protegerla, la victoria está asegurada, que aunque se demore, al final es seguro; porque así somos enseñados por la fe, que nos invita a esperar por medio de ti para ser oídos misericordiosamente por Dios. Amén.

Indulgencia: 200 Días, una vez al día, León XIII, 20 de junio de 1891

San Pío X: “Y así una vez más se justifica lo que la Iglesia atribuye a esta augusta Virgen que ha exterminado todas las herejías en el mundo”.  ¡Oh, cuán amarga y ferozmente es perseguido ahora Jesucristo, y la santísima religión que él fundó! ¡Y qué grave es el peligro que amenaza a muchos de ser arrastrados por los errores que andan por todas partes, al abandono de la fe! “Entonces, el que piensa que está firme, mire que no caiga” (1 Corintios 10:12). Y que todos, con humilde oración y súplica, imploren a Dios, por intercesión de María, que se arrepientan los que han abandonado la verdad. Sabemos, en efecto, por experiencia que tal oración, nacida de la caridad y confiada en la Virgen, nunca ha sido vana. Es cierto que, incluso en el futuro, la lucha contra la Iglesia nunca cesará, "porque es necesario que haya también herejías, para que también los que son reprobados se manifiesten entre vosotros" (I Cor. xi., 19). Pero la Virgen tampoco dejará jamás de socorrernos en nuestras pruebas, por graves que sean, y de proseguir la lucha librada por ella desde su concepción, para que todos los días repitamos: "Hoy la cabeza de la vieja serpiente fue aplastada por ella" (Office Immac. Con., 11. Vespers, Magnif.).Encíclica Ad Diem Illum Laetissimum.

Para Ganar cualquier Indulgencia concedida por la Iglesia, debemos orar por la libertad y exaltación de la Iglesia Católica y de la Sede Apostólica, por la propagación de la fe, por la extirpación de las herejías, por la conversión de todos los que están en el error, por la concordia de los Príncipes cristianos, por la paz y unidad de todos los fieles y todos los demás bienes del pueblo cristiano.