viernes, 29 de julio de 2022

Oración a Santa Marta

 


Fuente AñLitúrgico 1909

Ahora que, junto con Magdalena, has entrado para siempre en posesión de la mejor parte, tu lugar en el cielo, oh Marta, es muy hermoso. Porque los que han ministrado bien, dice San Pablo, adquirirán para sí un ascenso honorífico, y grande entereza en la fe de Cristo Jesús. (1 Tim. 3:13). El mismo servicio que los diáconos, aquí aludidos por el Apóstol, realizaban para la Iglesia, tú lo rendiste a la Cabeza y Esposo de la Iglesia; gobernaste bien tu propia casa, que era figura de aquella Iglesia tan querida por el Hijo de Dios. Pero Dios no es injusto para que se olvide de vuestra obra y del amor que habéis mostrado en su nombre, vosotros que habéis servido y servís a los santos (Heb. vi. 10). Y el mismo Santo de los santos, tu agradecido huésped, nos dio a entender algo de tu grandeza, cuando, hablando solamente de un siervo fiel puesto sobre la familia para repartir el alimento a su debido tiempo, exclamó: Bienaventurado el siervo a quien cuando vendrá el señor, lo hallará haciendo así. En verdad os digo que lo pondrá sobre todos sus bienes (San Mateo. xxiv. 46, 47). Oh Marta, la Iglesia se regocija en este día, en que nuestro Señor te encontró así continuando sirviéndole en la persona de aquellos pequeños en quienes Él nos manda a buscarlo. Había llegado el momento de que Él te acogiera eternamente. En adelante, el Anfitrión, el más fiel de todos a las leyes de la hospitalidad, te hace sentar a Su mesa en Su propia casa, y, ceñiéndose, te sirve como tú le serviste a Él.

En medio de tu descanso pacífico, protege a los que ahora llevan adelante los intereses de Cristo en la tierra, en su Cuerpo místico, que es la Iglesia entera, y en sus miembros fatigados y sufrientes, los pobres y afligidos. Bendice y multiplica las obras de la santa hospitalidad; que el vasto campo de la misericordia y de la caridad produzca cosechas cada vez mayores. Que el celo de tantas almas generosas no pierda nada de su loable actividad; y para este fin, oh hermana de Magdalena, enséñanos a todos como nuestro Señor te enseñó a ti, a poner lo único necesario sobre todo lo demás, y a valorar en su verdadero valor la mejor parte. Después de la palabra que te ha dicho, por nuestro bien y por el tuyo cualquiera que perturbe a Magdalena a los pies de Jesús, o le prohíba sentarse allí, merecerá que sus obras sean frustradas por el cielo ofendido.

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