viernes, 16 de junio de 2023

La Fiesta del Inmaculado Corazón de María fue instituida para obtener la Paz mundial, la Libertad de la Iglesia, conversiones, la pureza y la práctica de las virtudes

Memorial del Inmaculado Corazón de María

La fiesta del Corazón Inmaculado de María fue oficialmente establecida en toda la Iglesia por el papa Pío XII, el 4 de mayo de 1944, para obtener por medio de la intercesión de María "la paz entre las naciones, libertad para la Iglesia, la conversión de los pecadores, amor a la pureza y la práctica de las virtudes". Esta fiesta se celebra en la Iglesia todos los años el sábado siguiente al segundo domingo después de Pentecostés.  Ésta fiesta está íntimamente vinculada con la del Sagrado Corazón de Jesús. Ambas fiestas se celebran, viernes y sábado respectivamente,  en la semana siguiente al domingo de Corpus Christi.  Los Corazones de Jesús y de María están maravillosamente unidos en el tiempo y la eternidad desde el momento de la Encarnación. La Iglesia nos enseña que la manera más segura de llegar a Jesús es por medio de María. Por eso nos consagramos al Corazón de Jesús por medio del Corazón de María.  

La Iglesia ha dedicado el Mes de Agosto a honrar el Inmaculado Corazón de la Santísima Virgen María

 Del texto de la consagración de Pío XII:

“Ante tu trono nos postramos suplicantes, seguros de alcanzar misericordia, de recibir gracias y el auxilio oportuno... Obtén paz y libertad completa a la Iglesia santa de Dios; detén el diluvio del neopaganismo; fomenta en los fieles el amor a la pureza, la práctica de la vida cristiana y del celo apostólico, para que los que sirven a Dios aumenten en mérito y número”  

 Como todos podemos ver, en el Acto de Consagración al Inmaculado Corazón de María escrito por el Papa Pío XII, se combate el falso ecumenismo actual, que no busca la conversión a la Iglesia Verdadera, sino que es un movimiento anticatólico que exalta el paganismo y las falsas religiones. Que se opone a que Cristo reine en la sociedad y en los corazones.

Esta es la misma herejía del indiferentismo religioso, reciclada, camuflada y disfrazada bajo el nombre de "ecumenismo", por esto San Maximiliano Kolbe denunció este movimiento apóstata, afirmando enfáticamente que: «El ecumenismo es el enemigo de la Inmaculada»  

San Maximiliano Kolbe señaló que todos los hijos de María tenemos el deber de combatir y destruir este movimiento ecuménico herético, que es enemigo del Reinado de Cristo.

La misión que San Maximiliano Kolbe confió a sus Caballeros de la Inmaculada era la de convertir el mundo entero a la Iglesia Católica. Él dijo: 

 «Sólo hasta que todos los cismáticos y protestantes profesen el Credo católico con convicción y cuando todos los judíos pidan voluntariamente el Santo Bautismo, sólo entonces la Inmaculada habrá logrado sus objetivos».

«…En otras palabras – insistió San Maximiliano – no hay mayor enemigo de la Inmaculada y de su Milicia que el ecumenismo actual, contra el cual cada Caballero no sólo debe combatir, sino también realizar obras de neutralización a través de una acción diametralmente opuesta que en última instancia lo derrote. 

Debemos llevar a cabo la meta de la Milicia Inmaculada lo más rápido posible: es decir, conquistar el mundo entero, y cada alma individual que existe hoy o existirá hasta el fin del mundo, para la Inmaculada, y a través de ella para el Sacratísimo Corazón de Jesús».

Igualar las falsas religiones con la Iglesia católica es una blasfemia contra la Santisima Trinidad.

En 1918, el gran cardenal Mercier de Bélgica declaró que la Primera Guerra Mundial fue un castigo por el crimen de los hombres de categorizar  la única verdadera religión católica en el mismo nivel con los falsos credos. El cardenal Mercier advirtió :
“En nombre del Evangelio y a la luz de las Encíclicas de los cuatro últimos Papas, Gregorio XVI, Pío IX, León XIII y Pío Diez, yo no vacilo en afirmar que esta indiferencia hacia las religiones, que coloca en el mismo nivel la religión de origen divino y las religiones inventadas por los hombres a fin de incluirlas en el mismo escepticismo, es la blasfemia que atrae el castigo sobre la sociedad, mucho más que los pecados de los individuos y de las familias.”


En el Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen, San Luis María Grignion de Montfort nos enseña que la Virgen María liderará la lucha contra Satanás, para batallar en contra del ejercito del Anticristo; formado por herejes, apóstatas, cismáticos, impíos, idolatras y mahometanos. 

La Primera Carta de San Pablo a los Corintios 16:22 nos enseña que están anatematizados todos los que rechazan a Jesucristo: 

El que no amare al Señor Jesucristo, sea anatema. Ven Señor Jesús.


Así que no se dejen engañar por la secta apóstata que se ha infiltrado dentro de la Iglesia y que usurpa gran parte de la jerarquía desde Roma hasta varios rincones del mundo, y que lamentablemente está arrastrando a muchas almas a la perdición eterna.


Esta secta herética, cismática y apóstata que se levanta en oposición al Reino de Cristo, en violación del Primer Mandamiento, y en abierto desafío  de la Ley Natural Divina, está confirmando a los idólatras de las falsas religiones en su rebelión contra Dios, y en vez de llamar a la conversión incluso está afianzando a los enemigos de Dios a rechazar a Jesucristo como su único Redentor. 

En esta lucha contra la secta apóstata bergogliana que desafía a Dios no hay término medio. 

Recuerda hermano católico que por la falsa obediencia los ángeles apóstatas prefirieron obedecer a su líder  Lucifer, y se unieron a  él en su rebelión contra Dios. De la misma manera, nadie puede ser fiel a un hereje y a Dios al mismo tiempo. 

Entonces, si tú crees que eres un hijo de la Virgen María, debes elegir de qué lado de la batalla estás.


              

“¿En qué consiste la verdadera devoción a María Santísima?” –contesta San Antonio María Claret -: “En abstenerse de todo pecado, imitar sus virtudes, tributarle algunos obsequios, frecuentar los Santos Sacramentos, y hacer bien, con agrado y perseverancia, las oraciones y demás cosas de su servicio”.

Para ser un verdadero devoto de la Virgen María debemos: Principalmente evitar el pecado e imitar sus virtudes.
Lo que más desagrada a la Virgen María es el pecado. Pues Jesucristo vino a destruir la obra del diablo que es el Pecado. 
La Palabra de Dios señala claramente que los que se obstinan en seguir pecando pertenecen al diablo.
En la Primera Carta de Juan 3:8 leemos: El que sigue pecando es del diablo.

El Papa San Pío X afirmó:
 “Por eso, cada uno debe estar persuadido de que, si la piedad que declara hacia la Santísima Virgen no le aparta del pecado o no le estimula a la decisión de enmendar las malas costumbres, su piedad es artificial y falsa, por cuanto carece de su fruto propio y genuino” 


Debemos tratar de imitar a la Virgen María especialmente en su pureza y castidad, su humildad, su caridad y su perfecta obediencia a la Ley de Dios.


Nuestra Señora en Fátima nos recuerda con tanta insistencia:
‟Muchos son los que se pierden y al final de su vida de pecado caen en este océano de fuego, que es el infierno.”

 “Van más almas al infierno por los pecados de la carne que por cualquier otra razón”
 Todo verdadero devoto de la Virgen debe procurar vivir una vida santa y tener celo por la salvación de las almas.
San Luis de Montfort expone las falsas devociones a la Virgen en su Tratado de la Verdadera Devoción
Meditemos en esta cita para no caer en  falsas devociones que desvían a muchas personas.

El demonio, como falso acuñador de moneda y ladrón astuto y experimentado, ha engañado y hecho caer ya a muchas almas por medio de falsas devociones a la Santísima Virgen y cada día utiliza su experiencia diabólica para engañar a muchas otras, entreteniéndolas y adormeciéndolas en el pecado, so pretexto de algunas oraciones mal recitadas y de algunas prácticas exteriores inspiradas por él.
Como un falsificador de moneda no falsifica ordinariamente sino el oro y la plata muy rara vez los otros metales, porque no valen la pena, así el espíritu maligno no falsifica las otras devociones tanto como las de Jesús y María, la devoción a la Santísima Comunión y la devoción a la Virgen, porque son entre las devociones, lo que el oro y la plata entre los metales.


En San Mateo leemos: Porque aparecerán falsos Cristos y falsos profetas, y harán alarde de grandes maravillas y prodigios, de manera que aun los escogidos, si posible fuera, caerían en error.
Mas el que perseverare hasta el fin, ése se salvará.


 El mismo año en que Lenin prometía en Rusia la victoria universal del comunismo, la Santísima Virgen aseguraba en Fátima el triunfo de su Inmaculado Corazón.



Incluso desde el tiempo de San Maximiliano los masones revelaron su plan de tomarse el papado: "Satanás se pronunciará sobre la colina del Vaticano, y el Papa le servirá como su lacayo."
San Maximiliano profetizó: 
Un Día La Bandera De La Inmaculada Virgen María Ondeará Sobre El Kremlin (Centro Del Poder Comunista), Pero Antes, La Bandera Roja (del comunismo) Flotará Sobre El Vaticano.

 Nuestra Señora de La Salette, 19 de septiembre de 1846: “Roma perderá la fe y se convertirá en la sede del anticristo...la Iglesia será eclipsada”.


San Maximiliano Kolbe también  nos dice hoy a nosotros:
¿Es posible que nuestros enemigos trabajen tanto hasta prevalecer, y nosotros permanezcamos ociosos o como máximo rezando pero sin entrar en acción? ¿Acaso no tenemos armas más poderosas, como la protección de la Inmaculada? La sin mancha, vencedora de todas las herejías, vencerá al enemigo que levanta la cerviz: la masonería y otros siervos de Lucifer.

El aparente triunfo de la perversa e impía secta masónica comunista bergogliana sólo nos asegura que el Reino de María llegará pronto.
La Promesa de nuestra madre santísima nos anima a permanecer fieles a Cristo hasta el final, cuando el bien finalmente triunfará sobre el mal y ella pisará la cabeza de Satanás.
Al Final Mi Inmaculado Corazón Triunfará.
“La Virgen sin mancha, vencedora de todas las herejías, no cederá el paso ante su enemigo amenazante si encuentra servidores fieles, dóciles a su mandato, Ella obtendrá nuevas victorias, más grandes de las que podríamos imaginarnos…”


Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti. Amén





Acto de Consagración de la Pureza

al Inmaculado Corazón de María


Traducido para uso interno



Oh Corazón Inmaculado de María, Virgen Purísima, consciente de los terribles peligros morales que acechan por todas partes, y consciente de mi propia debilidad humana, yo voluntariamente me consagro en cuerpo y alma, el día de hoy y siempre, bajo tu amoroso cuidado y tu protección materna.

Te consagro mi cuerpo, con todos sus miembros, pidiéndote que me ayude a no utilizarlo como una ocasión de pecado para otros. Ayúdame a recordar que mi cuerpo es "Templo del Espíritu Santo," y a utilizarlo de acuerdo con la Santa Voluntad de Dios para mi salvación personal, y para la salvación de los demás.

 Te consagro mi alma, pidiéndote que la cuides y la lleves a salvo a ti y a Jesús en el Cielo por toda la eternidad.

Oh María, Madre mía, todo lo que soy, todo lo que tengo es tuyo. Ampárame y guárdame bajo tu manto de misericordia, como tu propiedad personal y posesión tuya.

Jesús, María, José os amo, salvad las almas"!

Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti. Amén


Imprimatur: Obispo Albert Zuroweste

Belleville, Illinois






 
Después de haber estado Sor Lucía en oración, Nuestro Señor le reveló la razón de los 5 sábados de reparación: «Hija mía, la razón es sencilla: se trata de 5 clases de ofensas y blasfemias proferidas contra el Inmaculado Corazón de María:
1- Blasfemias contra su Inmaculada Concepción.
2- Contra su virginidad.
3- Contra su Maternidad Divina.
4-Contra los que procuran públicamente infundir en los corazones de los niños, la indiferencia, el desprecio y hasta el odio hacia la Madre Inmaculada.
5- Contra los que la ultrajan directamente en sus sagradas imágenes.



ACTO DE REPARACIÓN
AL INMACULADO CORAZÓN DE MARIA

¡Oh Inmaculado Corazón de María, traspasado de dolor por las injurias con que los pecadores ultrajan vuestro Santísimo nombre y vuestras excelsas prerrogativas! Aquí tenéis, postrado a vuestros pies, un indigno hijo vuestro que, agobiado por el peso de sus propias culpas, viene arrepentido y lloroso, y con ánimo de resarcir las injurias que, a modo de penetrantes flechas, dirigen contra Vos hombres insolentes y malvados. Deseo reparar, con este acto de amor y rendimiento que hago delante de vuestro amantísimo Corazón, todas las blasfemias que se lanzan contra vuestro augusto nombre, todos los agravios que se infieren a vuestras excelsas prerrogativas y todas las ingratitudes con que los hombres corresponden a vuestro maternal amor e inagotable misericordia.

Aceptad, ¡oh Corazón Inmaculado!, esta pequeña demostración de mi filial cariño y justo reconocimiento, junto con el firme propósito que hago de seros fiel en adelante, de salir por vuestra honra cuando la vea ultrajada y de propagar vuestro culto y vuestras glorias. Concededme, ¡oh Corazón amabilísimo!, que viva y crezca incesantemente en vuestro santo amor, hasta verlo consumado en la gloria. Amén.

Rezar tres Avemarías en honra del poder, sabiduría y misericordia del Inmaculado Corazón de María, menospreciado por los hombres. Terminar con las siguientes jaculatorias:

¡Oh Corazón Inmaculado de María, compadeceos de nosotros!

Refugio de pecadores, rogad por nosotros.

¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!


Para ganar indulgencia bajo las condiciones necesarias, terminar rezando un Padrenuestro, Avemaría y Gloria por las intenciones establecidas por la Iglesia para ganar  indulgencias.


1. La exaltación de la Iglesia

2. La propagación de la fe.
3. La extirpación de la herejía
4. La conversión de los pecadores
5. Paz y concordia entre los príncipes (gobernantes) cristianos.
6. Todos los demás bienes del pueblo cristiano.


San Luis de Montfort afirmó: “Ni todo el amor de todas las madres alcanzaría a equiparar el amor del corazón de María por sus hijos”.

“Nunca temas amar demasiado a la Santísima Virgen María. No hay forma de amarla más de lo que Jesús la amó.” – San Maximiliano Kolbe


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