“Oh María, Virgen poderosa,
Tú, grande e ilustre defensora de la Iglesia;
Tú auxilio maravilloso de los cristianos;
Tú, terrible como ejército ordenado para la batalla;
Tu sola has destruido cada herejía en todo el mundo;
Tú, en las angustias, en las luchas, en las estrecheces
defiéndenos del enemigo y en la hora de la muerte
¡acoge nuestra alma en el Paraiso!”
Amén
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