Oh glorioso San Blas, que con vuestro martirio habéis dejado a la Iglesia un ilustre testimonio de la fe, alcanzadnos la gracia de conservar este divino don, y de defender sin respetos humanos, de palabra y con las obras, la verdad de la misma fe, hoy tan combatida y ultrajada.
Vos que milagrosamente salvasteis a un niño que iba a morir desgraciadamente del mal de garganta, concedednos vuestro poderoso patrocinio en semejantes enfermedades; y sobre todo obtenedme la gracia de la mortificación cristiana, guardando fielmente los preceptos de la Iglesia, que tanto nos preservan de ofender a Dios. Así sea.
San Blas, santo pontífice y mártir, que, perseguido, te agradaba la penitencia del desierto, y con tus milagros convertiste numerosos paganos, te rogamos nos libres de los males de garganta, y nos concedas la voz; para dar testimonio de la fe con nuestra palabras, y gozar algún día del cielo en tu compañía. Así sea.
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