Según la tradición cristiana, en el Siglo IV, cuando el emperador Constantino todavía era pagano, antes de emprender una batalla militar contra Majencio, otro emperador romano, cuya derrota parecía inminente, tuvo un sueño en el que vio una gran cruz luminosa suspendida en el aire y una frase que decía: In Hoc Signo Vinces (Con este signo vencerás). Al día siguiente, mandó a colocar una cruz en varios de los estandartes de sus batallones y dijo: «Confío en Cristo, en quien cree mi madre Elena».
Constantino ganó la batalla y se dice que fue a partir de ese momento que decidió iniciar su conversión, edificar iglesias y parar la persecución de los cristianos. Asimismo, encargó a su madre Elena la búsqueda de la Santa Cruz en Jerusalén. Tras varios días de excavaciones, Elena encontró tres cruces, pero no sabía cuál era en la que había muerto Jesús. Se dice que llevaron a una mujer muy enferma y, al tocar la primera cruz, se sintió peor; luego tocó la segunda y no vio ningún cambio; pero al tocar el tercer madero, se curó.Elena, acompañada por obispos y fieles, tomaron esta cruz en procesión por las calles de Jerusalén. Se dice que, incluso durante el trayecto, ocurrieron otros milagros.
Esto sucedió un 3 de mayo y por eso en este día se conmemora la Invención (del latín invenio, que significa descubrimiento) o hallazgo de la Santa Cruz. El título Cruz de mayo vendría después y corresponde al fervor religioso popular. La Iglesia Católica celebra litúrgicamente la Exaltación de la Santa Cruz cada 14 de septiembre.
El Catecismo Mayor de San Pío X nos enseña
— “Cristo crucificado es fuerza y la sabiduría de Dios””. Son palabras de tu Apóstol, oh Jesús, y hoy vemos nosotros la realidad. La sinagoga quiso destruir tu gloria, clavándote en un patíbulo; se deleitaba pensando que está escrito en la Ley de Moisés: “Maldito el que pende del patíbulo”. Y he aquí que ese patíbulo, ese madero infame, ha llegado a convertirse en tu trofeo insigne. En los esplendores de tu resurrección, la Cruz, lejos de proyectar una sombra sobre los rayos de tu gloria, realza con nuevo brillo la magnificencia de tu triunfo. Fuiste clavado en el madero, cargaste con la maldición; crucificado entre dos criminales, pasaste como impostor, y tus enemigos insultaron tu agonía sobre ese lecho de dolor. Si sólo hubieras sido hombre, no hubiera quedado de ti sino un recuerdo deshonroso; la cruz se hubiera tragado para siempre tus glorias pasadas, ¡oh Hijo de David! Pero tú eres Hijo de Dios y la Cruz es quien nos lo prueba. El mundo entero se postra ante ella y la adora; y los honores que hoy recibe compensan sobradamente el eclipse pasajero que tu amor por nosotros la impuso. No se adora un patíbulo, o si se le adora, es por ser el patíbulo de un Dios. ¡Oh, bendito sea aquél que pendió de un madero! En recompensa de nuestros homenajes al divino Crucificado, cumple en nosotros la promesa que hiciste: “Cuando sea elevado de la tierra todo lo atraeré a mí”.
Isaías 35:7
Allí habrá una senda y camino real, que se llamará, o será camino santo, no lo pisará hombre inmundo, y éste será para vosotros un camino recto; de tal suerte que aun los más lerdos no se perderán en él.
Isaías 35:8
Y habrá allí una calzada y camino, que se llamará la vía santa; nada impuro pasará por ella. El mismo guiará al caminante, y los simples no se descarriarán.'
Papa Benedicto XV:
“La Iglesia ha proclamado que la doctrina de Santo Tomás es su propia doctrina, Cum Thomae doctrinam Ecclesia suam propiam edixit esse”. Encíclica Fausto Appetente die, 29-6-21.
La Iglesia también impuso a la Orden de los Jesuitas seguir la doctrina de Santo Tomás. Entonces es claro que los que se desvían y la rechazan son desertores.
En la Gravissime Nos, «Letras apostólicas por las que se confirman las constituciones de la Compañía de Jesús sobre la enseñanza de la doctrina de Santo Tomás de Aquino», del 30 de diciembre de 1892, León XIII :
«Quien atienda a las prescripciones de la Compañía sobre los estudios se le hará patente que la doctrina de Santo Tomás se ha de seguir, no sólo en las cosas teológicas.»
Papa León XIII: No tenemos duda de que ustedes [jesuitas], según su promesa, dedicarán toda su energía a este objeto. Este es un deber que se le impone por la obediencia que, por su regla, ustedes juran a la Santa Sede; y por las Constituciones de vuestra Sociedad, que decretan que la filosofía y la teología serán enseñadas según la doctrina y el método de Santo Tomás.
Estudiemos pues la Catena Aurea para profundizar más en la Fiesta de la Santa Cruz.
San Agustín
Muchos morían en el desierto por las mordeduras de las serpientes. Y por ello Moisés, por orden de Dios, levantó en alto una serpiente de bronce en el desierto; cuantos miraban a ésta, quedaban curados en el acto. La serpiente levantada representa la muerte de Cristo, de la misma manera que el efecto se significa por la causa eficiente. La muerte había venido por medio de la serpiente, la que indujo al hombre al pecado por el cual había de morir; más el Señor, aun cuando en su carne no había recibido el pecado, que era como el veneno de la serpiente, había recibido la muerte, para que hubiese pena sin culpa en la semejanza de la carne del pecado, por lo cual en esta misma carne se paga la pena y la culpa.
Teofilacto
Véase aquí la figura y la realidad. En el primer caso se lee la semejanza de la serpiente con todas sus cualidades de animal, mas privándola del veneno; en el segundo caso Jesucristo, a pesar de estar libre del pecado, asumió la semejanza de la carne del pecado. Y al oír que era exaltado debe entenderse que quiere decir suspendido en lo alto y para que santificase el aire quien había santificado la tierra andando sobre ella. Entiéndase también por exaltación la gloria; porque aquella elevación en la cruz se convirtió en gloria de Jesucristo. Y en lo mismo que quiso juzgar, juzgó al príncipe de este mundo. Adán murió justamente porque pecó; mas el Señor, que había sufrido la muerte injustamente, venció a aquél que le había entregado a la muerte. Y fue vencido porque no pudo obligar al Señor, estando en la cruz, a que aborreciese a los que le crucificaban, sino que más les amaba y rogaba por ellos. De este modo la cruz de Jesucristo se convirtió en su exaltación y en su gloria.
San Agustín, ut supra
Crisóstomo, ut supra
San Agustín, ut supra
Teofilacto
San Agustín, ut supra
Alcuino
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