martes, 11 de julio de 2023

No antepongan nada absolutamente a Cristo De la Regla de san Benito, abad

 

Del oficio de lectura, 11 de Julio, San Benito de Nursia, Abad, patrono de Europa

No antepongan nada absolutamente a Cristo

De la Regla de san Benito, abad

Prólogo, 4-22; cap 72, 1-12

Cuando emprendas alguna obra buena, lo primero que has de hacer es pedir constantemente a Dios que sea él quien la lleve a término, y así nunca lo contristaremos con nuestras malas acciones, a él, que se ha dignado contarnos en el número de sus hijos, ya que en todo tiempo debemos someternos a él en el uso de los bienes que pone a nuestra disposición, no sea que algún día, como un padre que se enfada con sus hijos, nos desherede, o, como un amo temible, irritado por nuestra maldad, nos entregue al castigo eterno, como a servidores perversos que han rehusado seguirlo a la gloria.


Por lo tanto, despertémonos ya de una vez, obedientes a la llamada que nos hace la Escritura: Ya es hora de despertarnos del sueño. Y, abiertos nuestros ojos a la luz divina, escuchemos bien atentos la advertencia que nos hace cada día la voz de Dios: Si escucháis hoy su voz, no endurezcáis el corazón; y también: Quien tenga oídos que oiga lo que dice el Espíritu a las Iglesias.


¿Y qué es lo que dice? Venid, hijos, escuchadme: os instruiré en el temor del Señor. Caminad mientras tenéis luz, antes que os sorprendan las tinieblas de la muerte. Y el Señor, buscando entre la multitud de los hombres a uno que realmente quisiera ser operario suyo, dirige a todos esta invitación: ¿Hay alguien que ame la vida y desee días de prosperidad? Y, si tú, al oír esta invitación, respondes: «Yo», entonces Dios te dice: «Si amas la vida verdadera y eterna, guarda tu lengua del mal, tus labios de la falsedad; apártate del mal, obra el bien, busca la paz y corre tras ella. Si así lo hacéis, mis ojos estarán sobre vosotros y mis oídos atentos a vuestras plegarias; y, antes de que me invoquéis, os diré: Aquí estoy».


¿Qué hay para nosotros más dulce, hermanos muy amados, que esta voz del Señor que nos invita? Ved cómo el Señor, con su amor paternal, nos muestra el camino de la vida.


Ceñida, pues, nuestra cintura con la fe y la práctica de las buenas obras, avancemos por sus caminos, tomando por guía el Evangelio, para que alcancemos a ver a aquel que nos ha llamado a su reino. Porque, si queremos tener nuestra morada en las estancias de su reino, hemos de tener presente que para llegar allí hemos de caminar aprisa por el camino de las buenas obras.


Así como hay un celo malo, lleno de amargura, que separa de Dios y lleva al infierno, así también hay un celo bueno, que separa de los vicios y lleva a Dios y a la vida eterna. Éste es el celo que han de practicar con ferviente amor los monjes, esto es: estimando a los demás más que a uno mismo; soporten con una paciencia sin límites sus debilidades, tanto corporales como espirituales; pongan todo su empeño en obedecerse los unos a los otros; procuren todos el bien de los demás, antes que el suyo propio; pongan en práctica un sincero amor fraterno; vivan siempre en el temor y amor de Dios; amen a su abad con una caridad sincera y humilde; no antepongan nada absolutamente a Cristo, el cual nos lleve a todos juntos a la vida eterna.


Oración


Señor, Dios nuestro, que hiciste del abad san Benito un esclarecido maestro en la escuela del divino servicio, concédenos, por su intercesión, que, prefiriendo tu amor a todas las cosas, avancemos por la senda de tus mandamientos con libertad de corazón. Por nuestro Señor Jesucristo.



Del Año  Litúrgico de Dom Prospero Guéranger

PLEGARIA POR EUROPA. — 

¡Oh Padre de tantos pueblos! ¡Mira tu herencia y bendice una vez más a esta Europa ingrata, que te debe todo y casi ha olvidado tu nombre! 

La luz que tus Hijos le impartieron se ha oscurecido; el calor que vivificaron a las sociedades que fundaron y civilizaron por la Cruz, se ha enfriado; los espinos han cubierto una gran parte del suelo en el que sembraron la semilla de la salvación. 

Ven en socorro de tu obra y por tus oraciones sostén la vida que amenaza extinguirse. Da firmeza a lo que ha sido sacudido. Que surja una nueva Europa, una Europa católica en lugar de la que han formado la herejía y las falsas doctrinas. Amén 



PLEGARIA POR LA IGLESIA. — Sostén, oh Benito, la santa Iglesia con tu poderosa intercesión. Asiste a la Sede Apostólica, con tanta frecuencia ocupada por tus hijos  (*y hoy tristemente usurpada por un destructor).. Padre de tantos pastores de pueblos, alcánzanos Obispos semejantes a los que ha formado tu Regla. Padre de tantos Apóstoles, demanda para los países infieles heraldos evangélicos que triunfen por la sangre y la palabra como todos los que salieron de tus claustros. Padre de tantos doctores, ruega a fin de que la ciencia de las sagradas letras renazca como una ayuda para la Iglesia y como confusión del error. Padre de tantos ascetas, activa el celo de la perfección cristiana que languidece en tantos cristianos modernos. Patriarca de la religión de Occidente, vivifica a todas las Órdenes religiosas que el Espíritu Santo ha dado a la Iglesia; todas te miran con respeto como a padre venerable; derrama sobre toda ella la influencia de tu caridad paternal.

PLEGARIA POR SU ORDEN. — ¡Oh Patriarca de los Servidores de Dios! mira desde lo alto del cielo la viña que tus manos plantaron y cómo ha venido a menos. En otro tiempo tu nombre era hoy bendecido, como el de un padre, en más de treinta mil monasterios, desde las orillas del Báltico hasta las riberas de Siria, desde la verde Erín hasta las estepas de Polonia; ahora tan sólo se deja oír el raro y débil concierto que sube hasta ti desde el seno de esta inmensa heredad que la fe y el reconocimiento te habían consagrado. El viento ardiente de la herejía ha consumido parte de tus casas, la codicia se ha apoderado del resto y la expoliación no ha cesado durante siglos, apoyada muchas veces en la política y recurriendo otras a la violencia abierta. Has sido desposeído, oh Benito, de numerosos santuarios, que fueron durante tanto tiempo para los pueblos el principal foco de vida y de luz, y la raza de tus hijos casi se ha extinguido. Vela, oh Padre, sobre sus últimos brotes. Según una antigua tradición, el Señor te reveló un día que tu Orden debía perseverar hasta los últimos tiempos, que tus hijos combatirían por la Iglesia y que confirmarían a muchos en las pruebas supremas. Dígnate, con tu brazo poderoso, proteger los últimos restos de esta familia que todavía te invoca como padre. Elévala, multiplícala, santifícala; haz florecer en ella el espíritu depositado en tu santa Regla y muestra con tus obras que eres también ahora el bendecido del Señor’.

PLEGARIA POR TODOS LOS FIELES. — En fin, oh Benito, amigo de Dios, ruega por los fieles de Cristo, en estos días consagrados a los sentimientos y obras de penitencia. Reanima su valor con tus ejemplos y enseñanzas para que aprendan a dominar la carne y someterla al espíritu; busquen como tú el retiro para meditar los años eternos; alejen su corazón y sus pensamientos de las alegrías fugitivas de este mundo. La piedad católica te invoca como uno de los patronos y modelos del cristiano que está para morir; se recuerda del espectáculo que ofreció tu tránsito, cuando de pie ante el altar, sostenido por los brazos de tus discípulos, apenas tocando la tierra con tus pies, entregaste tu alma a su criador en la sumisión y confianza; obténnos, oh Benito, una muerte tranquila como la tuya. Aparta de nosotros en ese momento supremo, todas las embestidas del enemigo; visítanos con tu presencia y no nos abandones hasta que hayamos depositado nuestra alma en el seno del Dios que te ha coronado.

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